La gente necesita de un verdadero pastor
Muy estimado Señor Cura:
Que Dios nuestro Señor le conceda las gracias necesarias para desempeñar fielmente sus actividades pastorales. Agradezco a Dios todo lo que hemos recibido de Él por medio de usted. Pero lamento también las cosas que por usted hemos perdido. De eso quiero hablarle en este momento.
Cuando empecé a acercarme a la Iglesia hace algunos años, entré con la buena intención de conocer a Dios y acercarme a él. Para mí los curas eran hombres llenos de Dios y personas santas sin más deseos y aspiraciones que el servir a Dios incondicionalmente. Personas que han dejado todo por Dios. Y eso me llenaba de alegría. Con esa idea en la mente, hasta quise ser sacerdote.
El tiempo pasó, me metí más a las cosas de Dios y conocí a muchos curas. Sigo pensando lo mismo de ustedes, los curas: sólo que no de todos. Me decepcioné mucho al ver ciertas actitudes que no corresponden al ministerio que desempeñan.
Hablemos de nuestra parroquia. Quiero felicitarlo por su enorme empeño en que nuestro templo parroquial se vea bonito. Gracias a su iniciativa se construyeron los salones de la parroquia (que han servido para conciertos profanos). Gracias a usted también se cambiaron las bancas de la iglesia, se pintó la fachada del templo y ordenó cambiar el sagrario antiguo de madera por uno recubierto de oro.
Gracias a sus ideas innovadoras, se construyó el domo que está a un lado de la parroquia para cuando se solicite en los grandes eventos. Me refiero a los bailes que se organizan continuamente.
Todo esto me cuestiona. No veo una sola iniciativa de su parte en favor de la evangelización. Recuerdo que alguna vez le propuse un evento en el que se convocaría a toda la parroquia para una convivencia puramente católica, con evangelización y cantos católicos, aprovechando para aclarar las dudas que los grupos proselitistas no católicos ya han metido en nuestra gente. Usted me dijo simplemente que “no había dinero para esas cosas”. Tanto interés por la iglesia material y muy poco o casi nulo por la iglesia espiritual me sorprende.
Me admiran sus ideas. No termina una construcción cuando ya está empezando otra. Ese no es el problema. El problema es que todas esas obras se construyen con dinero del pueblo, al que nunca se han entregado cuentas claras. La gente está cansada de las incontables e interminables cooperaciones, quermeses y rifas, en la que los beneficiados son otros, y como siempre, sin cuentas claras.
Antes de mi decepción, pensaba que los curas eran personas cercanas a la gente. Ahora pienso que para algunos, necesitamos algo más que la buena voluntad para acercarnos. En el caso de usted, he notado con tristeza que recibe únicamente a las personas importantes. Usted me trataba mal, pero desde que se enteró que tenía yo una licenciatura, su trato cambió conmigo. Lástima que la mayoría de la gente no tenga los suficientes estudios para que reciban el mismo trato de su parte.
Me gustaría que algún día pensara como piensa la gente del pueblo, de la calle. Es muy distinta a la manera de pensar de usted. Nunca lo he visto visitar alguna familia tan solo para dar una ayuda espiritual (claro, al menos que sea una familia con dinero). Usted siempre dice que tiene mucho trabajo, o sea, misas, bautizos, bodas, etc. Me atrevo a decir que no visita las familias porque eso no le deja dinero como lo demás.
La gente necesita de un verdadero pastor que cuida, alimenta y cura las heridas de sus ovejas; no de aquel pastor que se alimenta de lo que sus ovejas le proporcionan (Cf. Ez 34,1ss).
A veces siento que usted se deja influir por lo que sus amigos más cercanos le dicen. En ocasiones es prácticamente imposible acercarse a usted, porque antes hay que pasar por sus amigos, que nunca lo dejan solo (¿Será por intereses económicos?). Curiosamente, a ellos les ha encargado la administración de la economía parroquial. A ellos, que han cambiado de auto varias veces y han dejado de trabajar para dedicarse de lleno “al servicio de Dios”.
Nuevamente todo esto me cuestiona, porque al escribir esta carta pienso que usted me cerrará las puertas como ya lo ha hecho en alguna ocasión, por no acatar las normas establecidas por usted. Pareciera que aún estamos viviendo en el régimen de la cristiandad, en el que la voz del cura es incuestionable. De hecho muchas personas están en desacuerdo con usted, pero no lo dicen, porque decirlo es atenerse a las consecuencias.
Qué lamentable es que la gente se aleje de Dios por causa suya. Gracias a Dios todavía hay muchos curas que piensan de otra manera. Lo invito a reflexionar estas líneas y a lo que me motivó a escribirlas.
Sinceramente me preocupa nuestra Iglesia, nuestra gente que vive sin evangelización, como si Dios no existiera. Cuando Jesús habla a San Francisco pidiéndole que repare su Iglesia, no se refería a la ermita de San Damián. San Francisco comprendió después qué era lo que tenía que reparar. Espero que el Señor lo ilumine y comprenda también qué es lo que se necesita reparar en nuestra parroquia. No son los muros del templo, se lo aseguro.
Me despido agradeciendo la atención a esta carta, y pido a Dios que todos nuestros curas tengan intereses puramente evangélicos en beneficio de Su Iglesia.
Su afmo. en Cristo,
Alejandro García, República Mexicana