Hoy en día muchos hablan de Dios, pero cada quien a su manera, creando la ilusión del éxito y la felicidad, Es tiempo que los verdaderos profetas levanten su voz para orientar oportunamente al pueblo de Dios.
Coctel religioso
En el pasado estábamos acostumbrados a considerar la religión como algo serio, manejado por la gente con preparación, solvencia moral y contando con el beneplácito de la comunidad.
Hoy las cosas ya no son así. Cualquiera puede meterse a manejar lo religioso por cuenta propia y llevado por los intereses más variados: económicos, filantrópicos, éticos, etc.
Se ve la religión como cualquier asunto de tipo cultural y comercial dominado por la ley de la demanda y la oferta y abierto a todas las posibilidades, mezclando las tradiciones más diferentes e inventando cualquier cosa para hacer el producto más atractivo.
En el nuevo coctel religioso todo tiene cabida: creencias orientales, cristianas, indígenas o africanas, supersticiones, magia, esoterismo, astrología, sicología, parasicología, etc.
Cada uno trata de añadir al coctel su toque personal para que impacte más y atraiga a más gente, deseosa de encontrar la receta que resuelva su problema, le dé seguridad y le haga sentir bien.
Ilusión
En este contexto, no vale la lógica, la coherencia o el fundamento científico. Lo que importa es crear la ilusión de que algo va a suceder como por encanto, magia, fe o destino.
El hombre se confunde con Dios: ora y decreta; pide y ejecuta; dice y se hace… Como en un juego. En efecto, para los seguidores de este tipo de religiosidad, toda la vida se vuelve en un juego, sueño o teatro, en que se da rienda suelta a la imaginación, con el fin de liberarse de los miedos y conseguir la seguridad.
Alienación con disfraz de religión
Hasta no toparse con la cruda realidad, que impone su presencia y descubre su rostro implacable: la enfermedad sigue su curso, la crisis económica empeora, el matrimonio se disuelve y los hijos piden pan.
¿Qué hacer, entonces? ¿Seguir soñando o abrir los ojos frente a la realidad? ¿Seguir con el juego o empezar a tomar las cosas en serio?
Es cuando surge la idea de la desintoxicación, regresando a la fe de antes. Es que no se puede pasar toda la vida soñando.
Fabricantes de ídolos y vendedores de ilusiones
En el fondo, los promotores de estas nuevas formas de religiosidad no son nada más que «fabricantes de ídolos y vendedores de ilusiones». Sus inventos no sirven nada más que para crear una ilusión, prometiendo una felicidad ficticia y efímera. A la hora de los hechos, no resuelven ningún problema, porque no atacan las causas profundas de los males.
Piensan que es suficiente creer en algo, para que todo se resuelva como por encanto, sin preocuparse por saber si ese algo tiene alguna validez o es pura sugestión. Cómo hacían precisamente los antiguos paganos con sus ídolos: les atribuían poderes arbitrarios y confiaban en ellos, sin conocer su verdadera identidad y confundiendo la creatura con el creador (Rom 1,23 25). «Jactándose de sabios, se volvieron estúpidos» (Rom 1,22), dice la Biblia.
Aprovechándose del poder de sugestión, creado por los medios de comunicación masiva, muchos se la dan de «Maestros», «Gente tocada por Dios», «Bienhechores del género humano», cuando en realidad no son más que comunes estafadores, que se aprovechan de la ingenuidad de la gente para explotar y pasarla bien.
Los paganos vuelven a profanar el santuario
En la eterna lucha entre el bien y el mal, Dios y Satanás, una vez más el paganismo invade hasta el corazón del santuario, para profanarlo. Mediante estas nuevas formas de religiosidad aparentemente inocuas, el espíritu del mal penetra hasta lo más íntimo de las conciencias, perturbando la fe del creyente y engendrando duda y confusión. El corazón del creyente se vuelve en un verdadero basurero, en que todo tiene cabida, sin discernimiento ni nada.
Sincretismo religioso
Nos encontramos frente a nuevas formas de sincretismo religioso, que es necesario denunciar en la homilías, la catequesis y toda acción pastoral de la Iglesia.
De otra manera, muchos creyentes de buena fe y sin una oportuna orientación, se van dejando fácilmente seducir por estas nuevas formas de religiosidad, que, como verdadera sirenas, tienen más de magia y sugestión que de auténticos valores. Con el tiempo pueden representar una radical vacunación contra todo deseo sincero de acercamiento a Dios.
Una cosa es el espíritu de tolerancia y respeto para con todos y otra cosa es pensar que todo es lo mismo dejando al creyente sin una orientación oportuna y a la merced de todo viento de novedades (2 Tim 4, 3-4).
Espíritu profético
Frente a los falsos profetas que pululan por todos lados y prometen felicidad y éxito al por mayor, a cambio de unas cuantas monedas (Ez 13,19), es oportuno que surjan verdaderos profetas de Dios, que con valentía y amor denuncien el pecado y anuncien la salvación, aún a costa de ser considerados como unos inoportunos aguafiestas.
Desde el púlpito, la radio, la televisión y el periódico es necesario aclarar al creyente el sentido auténtico de la Fe, aunque esto a ciertas personas interesadas les pueda parecer un signo de fanatismo o estrechez mental.
Ni modo. El precio que hay que pagar, si se quiere ser un verdadero profeta en plena fidelidad a Dios y a su pueblo. El mismo Jesús nos puso en guardia: «¡Ay de ustedes, cuando todos los hombres hablen bien de ustedes! Pues bien de ese mismo modo sus padres trataron a los falsos profetas» (Lc 6,26).