Por el padre Jorge Luis Zarazúa Campa, FMAP 

Introducción

La Iglesia, enviada por Cristo a anunciar el Evangelio a todas las naciones, está llamada también a hacerlo en medio de los nuevos desafíos culturales y existenciales de nuestra época. Uno de estos desafíos es el acompañamiento pastoral de las personas con atracción al mismo sexo (AMS). En medio de un mundo polarizado entre el rechazo y la ideologización, el Papa Francisco propone un camino evangélico y humano: acoger, acompañar, discernir e integrar. No se trata de renunciar a la verdad, sino de encarnarla con la ternura y la sabiduría del Buen Pastor.

1. Acoger: la dignidad primero

El Papa Francisco ha sido claro desde el inicio de su pontificado: “Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla?” (Entrevista en el vuelo de regreso de Brasil, 2013). Con estas palabras, no inaugura una nueva doctrina, pero sí una nueva sensibilidad pastoral. Como puede verse, se trata de personas con AMS, pero con sinceridad de corazón buscan a Dios. Son personas de buena voluntad que buscan también la cercanía pastoral y maternal de la Iglesia.

La Iglesia afirma con firmeza que toda persona, independientemente de su orientación sexual, posee una dignidad inalienable como hijo o hija de Dios (Catecismo de la Iglesia Católica, 2358). Acoger no significa aprobar toda conducta, pero sí reconocer la persona, amarla y ofrecerle un lugar en la comunidad eclesial.

2. Acompañar: no dejar solos en el camino

Muchas personas con AMS han experimentado rechazo, burlas o incomprensión, incluso dentro de la misma Iglesia. El Papa Francisco nos llama a una conversión pastoral: no basta con proclamar la verdad, hay que caminar con el otro, comprender su historia, sus heridas y sus búsquedas.

La pastoral con personas AMS, como toda pastoral auténtica, exige cercanía, escucha y discernimiento. No se trata de ofrecer soluciones rápidas o moralismos abstractos, sino de ayudar a cada persona a descubrir su vocación en Dios, su camino de santidad y su lugar en la Iglesia.

3. Discernir: entre la fragilidad y el deseo de Dios

El Papa insiste en que no se puede hacer una “reducción de las situaciones humanas a categorías rígidas” (Amoris Laetitia, 305). Cada persona es un misterio, y su relación con Dios es única. El discernimiento espiritual, guiado por un acompañante prudente y fiel a la enseñanza de la Iglesia, ayuda a la persona con AMS a vivir con integridad, autenticidad y apertura a la gracia.

La doctrina católica enseña que los actos homosexuales no están en conformidad con el plan de Dios para la sexualidad humana (cf. CIC, 2357), pero invita a las personas con AMS a vivir la castidad, no como represión, sino como camino de libertad y de comunión con Cristo, sostenidos por la gracia, los sacramentos y la vida comunitaria.

4. Integrar: todos somos parte del Cuerpo de Cristo

Integrar no significa dar aprobación moral a todo, sino reconocer que nadie está excluido del amor de Dios ni del camino de conversión cristiana. El Papa Francisco advierte que hay formas de exclusión “que contradicen el Evangelio” (AL, 297).

La Iglesia está llamada a ser un hogar, no un tribunal. Las personas con AMS no deben ser marginadas, sino invitadas a participar de la vida eclesial, en todos aquellos espacios donde puedan crecer en fe, amor y servicio, al igual que cualquier otro miembro del Pueblo de Dios.

Conclusión

La mirada del Papa Francisco hacia las personas con atracción al mismo sexo no es ambigua ni ideológica, sino profundamente evangélica: una mirada de ternura, respeto y verdad. A través de las claves “acoger, acompañar, discernir e integrar”, nos recuerda que la misión de la Iglesia es reflejar el rostro de Cristo, que se acercó a todos, sin excepciones, para sanar, llamar, transformar y amar.

Así, la pastoral con personas AMS se convierte en un espacio privilegiado donde la Iglesia puede mostrar la fuerza humanizadora de la misericordia, y donde todos, en su diversidad de historias, pueden encontrar su lugar en el corazón del Padre.