Por Ariane Sroubek · 4 de noviembre de 2025
Esta mañana, el 4 de noviembre de 2025, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó el documento Mater populi fidelis, con la aprobación del Papa León XIV. El texto responde a años de consultas sobre los títulos y devociones marianas que ha recibido dicho dicasterio. Su propósito es iluminar las diversas maneras en que nos referimos a la Virgen María y promover una devoción auténtica, fundada en una comprensión correcta de su papel dentro del plan salvífico de Cristo.
De modo importante, el documento no pretende restringir la devoción, sino purificarla y fortalecerla, pues la verdadera devoción mariana ilumina el mensaje del Evangelio y conduce al corazón de Cristo. Sin embargo, advierte que atribuirle a María actos o poderes que pertenecen únicamente a Cristo no solo es erróneo, sino que la ofende a ella misma; una devoción así deja de ser auténtica.
Los tres criterios fundamentales
Mater populi fidelis ofrece tres criterios —tomados de Lumen Gentium— para comprender el papel de María:
- La relación con Cristo tiene siempre primacía sobre nuestra relación con María. “Toda mirada dirigida hacia ella que nos distraiga de Cristo o la coloque al mismo nivel del Hijo de Dios, queda fuera de la dinámica propia de la auténtica fe mariana.”
- El papel de María nace de la voluntad de Dios, no de su necesidad. Él pudo realizar la redención sin ella. Su colaboración es un don gratuito de la bondad divina, no una carencia del poder de Dios.
- La mediación de María no añade ni resta nada a la salvación de Cristo. Ella no lo sustituye ni lo complementa. Cristo es plenamente suficiente.
La cooperación de María en la obra redentora
El documento explora cómo María coopera con la obra salvífica de Jesús. Su participación en la redención objetiva —que brota de la vida, muerte y resurrección del Señor— fue prefigurada en Génesis 3,15, donde se anuncia a la mujer que compartirá la victoria sobre la serpiente. Cuando Jesús la llama “mujer” desde la cruz, remite a esa misma profecía.
Sin embargo, la victoria del Calvario pertenece solo a Cristo. María participa en ella gracias a la gracia que Dios le concedió para decir “sí” en la Anunciación y sostener ese “sí” al pie de la cruz. Los momentos decisivos de su vida —desde la Encarnación hasta Pentecostés— son fruto de la voluntad divina y de su libre cooperación. Antes incluso de pronunciar su fiat, Dios la había redimido en previsión de los méritos de Cristo: la Inmaculada Concepción la preparó para acogerlo.
María es bienaventurada por su “sí”, y por medio de su bendición, nosotros también somos bendecidos. Por eso Juan Bautista saltó de gozo en el vientre de Isabel: porque María llevaba en sí la Bendición que trae alegría. En un sentido profundo, María es el “prototipo” de la obra redentora de Dios en su pueblo: preparada, disponible y fecunda, bendiciendo con la bendición que ella misma ha recibido.
María, Madre de los creyentes
El documento subraya el papel maternal de María. En ella encontramos a la Madre del Señor y, al mismo tiempo, a la Madre de todos los creyentes. Al morir en la cruz, Jesús la confió a su discípulo amado, y al discípulo se la confió como madre. Así nos la entregó a todos. Su maternidad espiritual continúa viva y activa en la Iglesia.
Títulos marianos bajo nueva luz
Mater populi fidelis revisa algunos títulos atribuidos a María que han generado confusión:
- Corredentora
Este título es rechazado, pues la redención proviene únicamente de Cristo. Además, su formulación ambigua puede oscurecer esta verdad esencial. El documento cita a quien fuera entonces el cardenal Joseph Ratzinger: “La fórmula corredentora se aparta demasiado del lenguaje de la Escritura y de los Padres, y por ello da pie a malentendidos… todo proviene de Él [Cristo].”
- Mediadora
También es un término delicado, ya que sugiere que María intermedia la redención, cuando en realidad participa de manera subordinada y maternal. Por eso el Concilio Vaticano II prefirió expresiones como intercesión materna, auxilio maternal o intercesión múltiple.
Esto no niega su cooperación: María participa en el plan salvífico de Cristo, pero de modo derivado y subordinado. Lumen Gentium explica: “La mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una cooperación diversa que participa de una única fuente.” Cristo nos invita a colaborar, no por necesidad suya, sino por amor y designio divino.
- Madre de los creyentes
Este título es el más apropiado. El papa Francisco ha dicho: “Ella es Madre. Ese es el título que recibió de Jesús, precisamente en la cruz… Recibió el don de ser Madre y la misión de acompañarnos como Madre.” Su intercesión es tierna e intensa, como la de una madre que vela por sus hijos. Y su misión es siempre conducirnos a Cristo. San Juan Pablo II lo expresó así: “Que la Madre sea honrada de modo que, al honrarla, el Hijo sea debidamente conocido, amado y glorificado.”
- Madre de la gracia
Este título puede prestarse a confusión. Si bien María trajo al mundo al Autor de la gracia y su vida está colmada de ella, no posee gracia propia aparte de Cristo. El problema surge cuando se la presenta como “depositaria de todas las gracias”, algo incompatible con la fe católica.
Santo Tomás de Aquino afirmó: “Ninguna criatura puede conferir la gracia.” Y san Buenaventura añadió: “La gracia creada es efecto directo de la amistad divina que toca el corazón humano.” La gracia es un encuentro directo e íntimo con Dios, sin intermediarios. Lumen Gentium enseña: “La influencia salutífera de la Virgen no impide en modo alguno la unión inmediata de los fieles con Cristo, sino que la favorece.”
Por eso, en vez de “Madre de la gracia”, el documento propone la expresión “Madre en el orden de la gracia”: una madre que intercede para que la gracia divina fluya libremente, sin obstáculo alguno.
María, imagen materna del Evangelio
En el corazón de Mater populi fidelis se encuentra una idea luminosa:
“El pueblo fiel de Dios no se aleja de Cristo ni del Evangelio cuando se acerca a María; por el contrario, en esta imagen materna contempla todos los misterios del Evangelio.”
En el rostro materno de María, los creyentes descubren el reflejo del Señor que nos busca, que se acerca con ternura, que se inclina hacia nosotros y nos levanta, que nos mira con amor y no nos condena. En ella encontramos a una madre que comparte nuestra humanidad y, con su acogida, nos conduce a Cristo.
Esta cercanía explica la fuerza de la piedad mariana en el corazón del pueblo de Dios: un vínculo de ternura y fe que el mismo Jesús quiso desde la cruz. A través de María percibimos el rostro de Cristo lleno de afecto y cercanía, y somos llevados hacia Él.
Nota personal de la autora
Leer Mater populi fidelis ha sido para mí un verdadero regalo. Nací y crecí en el protestantismo, y durante un tiempo fue precisamente María quien se interpuso entre mi fe y la plenitud de la fe católica. Desde niña tuve amigos católicos, y su comprensión limitada de la Virgen me llenó de sospecha: algunos decían que era mejor rezarle a María que a Dios, porque —según su lógica infantil— ella era más bella. Para mí, que tenía una vida de oración viva, aquello resultaba tan desconcertante entonces como ahora.
Hoy descubro en este documento una luz liberadora. Mater populi fidelis busca “profundizar en los fundamentos auténticos de la devoción mariana, precisando el lugar de María en su relación con los creyentes a la luz del Misterio de Cristo, único Mediador y Redentor.”
Como antigua protestante, estas aclaraciones disipan las tensiones que siempre sentí: el miedo a no ser suficientemente devota de María y, al mismo tiempo, el temor de atribuirle un papel que solo pertenece a Cristo. Al leerlo, me sentí como quien baja de una cuerda floja y pisa un campo abierto, rodeado por una cerca bien trazada que le permite correr libremente. Para mí, al menos, el documento ha cumplido su propósito.
La Virgen María (CC BY 2.0) por Tobyotter







