La Iglesia ama profundamente a la Virgen María. Su presencia, su ternura, su oración y su ejemplo han acompañado a los cristianos desde el comienzo. Sin embargo, para hablar de Ella, la Iglesia también cuida cómo se habla: quiere que cada título refleje la verdad de la fe y, sobre todo, que nunca oscurezca el papel único de Jesucristo como Redentor.
La Nota doctrinal Mater Populi Fidelis (2025) nos ayuda justamente a esto: a expresar la grandeza de María sin confundir posiciones ni crear malentendidos.
A continuación presento, de manera sencilla y amigable, qué dice la Nota sobre algunos títulos que requieren cautela, y por qué la Iglesia prefiere otros modos de expresarnos hoy.
1. “Corredentora”: un título hermoso… pero ambiguo
Qué reconoce la Iglesia
La Nota afirma que, aunque el título corredentora ha sido usado ocasionalmente por algunos santos y autores espirituales, no pertenece al lenguaje oficial del Magisterio.
¿Por qué?
Porque la palabra, aunque bien intencionada, puede entenderse mal: parece sugerir que María redime al mismo nivel que Cristo, o que realiza una “segunda redención” paralela.
El problema pastoral
Hoy, la palabra “corredentora” suele interpretarse como si María fuera:
• una “co-salvadora”,
• una “co-autora de la redención”,
• o una figura “paralela” a Cristo.
Eso no es lo que la Iglesia cree.
Y en un mundo donde muchos no conocen bien el cristianismo, la confusión es grande.
La Nota insiste en que Cristo es el único Redentor.
Su sacrificio es único, perfecto, insustituible.
Todo lo que María hace… lo hace en Él, por Él y con Él, no por cuenta propia.
Entonces, ¿qué propone la Iglesia?
Hablar de la cooperación de María usando títulos teológicos más claros y más fieles:
• Madre del Redentor
• Asociada íntimamente a la obra de Cristo
• Cooperadora del plan de Dios
Estos expresan su papel sin riesgo de confusión.
2. “Mediadora de todas las gracias”: una verdad intuida, pero mal expresada
Qué reconoce la Iglesia
Sí, María intercede por nosotros.
Sí, María es Madre espiritual, cercana, presente, eficaz en su oración.
Sí, toda gracia llega a nosotros por Cristo, pero María, como Madre, nos ayuda a acogerla.
¿Por qué hay que tener cuidado con el título?
La expresión “mediadora de todas las gracias”, tomada literalmente, puede llevar a creer que:
• María “distribuye” las gracias de manera independiente,
• o que toda gracia tiene que pasar técnicamente por Ella para existir.
Eso no es enseñanza de la Iglesia.
Cristo es el único origen y único mediador de toda gracia.
María participa como Madre, no como “canal exclusivo”.
La Nota explica que el riesgo no es teológico solamente:
es pastoral.
Mucha gente podría pensar que María es “necesaria” para que Cristo actúe, cuando en realidad Ella es un don que nos lleva a Cristo, no una condición para que Cristo sea Cristo.
La propuesta de la Iglesia
Usar expresiones más verdaderas y accesibles:
• Intercesora solícita
• Madre que acompaña
• Ayuda de los cristianos
• Abogada y consuelo
Títulos bellos, antiguos y profundamente cristianos.
3. ¿Por qué la Iglesia recomienda cautela?
La Nota ofrece tres razones:
1. Para proteger la verdad esencial: Cristo es el único Redentor.
María coopera, pero no sustituye.
Ella participa, pero no origina.
Su grandeza viene de Cristo, no aparte de Cristo.
2. Para evitar confusiones en la catequesis y en la evangelización.
Muchos hermanos alejados o no creyentes podrían interpretar mal ciertos términos.
El lenguaje importa, porque la fe se transmite con palabras claras.
3. Para resaltar que María brilla más cuando la presentamos como discípula.
El título que mejor expresa su grandeza, dice la Nota, no es “corredentora”, sino:
Discípula fiel
Es la manera más bíblica, teológicamente fina y espiritualmente profunda de hablar de Ella.
Una conclusión luminosa
La Nota Mater Populi Fidelis no disminuye a la Santísima Virgen María; al contrario, la muestra más cercana, más verdadera y más hermosa.
Nos ayuda a verla:
• no como una “segunda redentora”,
• sino como la mejor compañera del Redentor;
• no como una “distribuidora mecánica de gracias”,
• sino como la Madre que nos enseña a recibir la gracia de Cristo.
María no eclipsa a Jesús.
Lo señala.
No añade a la redención.
Nos abre a ella.
No compite con Cristo.
Lo engendra, lo acompaña, lo sigue, lo ofrece y lo anuncia.
Y ese es su mayor título:
Madre del Redentor y Madre del pueblo fiel.






