1.⁠ ⁠Una cooperación singular en el designio salvífico de Dios

Catecismo de la Iglesia Católica, 494:

“Así María, hija de Adán, dando su consentimiento a la palabra de Dios, se convirtió en la madre de Jesús. Aceptando con todo su corazón la voluntad divina de salvación, sin que el pecado la detuviera, se entregó totalmente a la persona y a la obra de su Hijo para servir, en dependencia de Él y con Él, por la gracia de Dios, al misterio de la redención.”

El texto es fundamental: María coopera “en dependencia de Él y con Él”, no de modo paralelo ni autónomo. Su “sí” libre y creyente la hace partícipe del plan redentor como criatura redimida y como madre del Redentor.

Clave teológica:

María no añade una nueva causa a la salvación; su cooperación es instrumental y maternal, fundada en la gracia de Dios y subordinada a la única mediación de Cristo (cf. 1 Tm 2,5).

2.⁠ ⁠Una participación subordinada en el sacrificio de Cristo

Catecismo de la Iglesia Católica, 964:

“Así la Santísima Virgen avanzó en la peregrinación de la fe y mantuvo fielmente su unión con el Hijo hasta la cruz. Allí se mantuvo, no sin designio divino, sufriendo profundamente con su Unigénito y uniéndose con ánimo materno a su sacrificio, consintiendo amorosamente en la inmolación de la víctima que ella misma había engendrado; y, finalmente, fue dada por el mismo Cristo Jesús moribundo como madre al discípulo, con estas palabras: ‘Mujer, he ahí a tu hijo’ (Jn 19,26-27).”

Clave teológica:

El Catecismo, citando Lumen Gentium 58, muestra que María participa por la fe, el sufrimiento y el amor, en el sacrificio redentor.
Su cooperación no es igual a la del Hijo, sino subordinada y dependiente de la única redención realizada por Cristo.

3.⁠ ⁠Una cooperación maternal que continúa en la economía de la gracia

Catecismo de la Iglesia Católica, 968-970:

“La Santísima Virgen […] fue asociada por Dios a Jesucristo de manera totalmente singular mediante su obediencia, su fe, su esperanza y su ardiente caridad, para restaurar la vida sobrenatural de las almas.
[…] Por eso, la Santísima Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora.
Pero esto debe entenderse de manera que nada reste ni añada a la dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador.”

Clave teológica:

El Catecismo evita fórmulas ambiguas, pero reconoce el dinamismo maternal y espiritual de María, unida a Cristo en la obra de la gracia, continuando su misión desde el cielo en favor de los redimidos.

Síntesis doctrinal

Aspecto, descripción según el CCE y el fundamento teológico

Singular

María tiene un papel único, irrepetible, querido por Dios desde la Encarnación.

Elección divina y plenitud de gracia.

Subordinada

Toda su cooperación depende de Cristo, único Redentor.

Mediación participada y derivada.

Maternal

Su cooperación tiene forma de amor de madre, en el orden de la gracia.

Nueva Eva y Madre de los creyentes.

Reflexión pastoral: un lenguaje maduro y fiel

La enseñanza del Catecismo —siguiendo Lumen Gentium y Redemptoris Mater— ofrece el camino para expresar hoy la verdad mariana sin ambigüedad:

• Hablar de la “cooperación maternal y subordinada” de María es teológicamente seguro y pastoralmente fecundo.
• Resalta su cercanía compasiva con Cristo y con nosotros, sin oscurecer el papel único del Redentor.
• Permite una unidad ecuménica más amplia, ya que no introduce un título que pueda malinterpretarse como una “segunda redención”.

En palabras de san Juan Pablo II (Redemptoris Mater, 38):

“La cooperación de María pertenece al misterio de Cristo, no sólo por su maternidad, sino por su unión a Él en la obra de la salvación.”

Bibliografía básica

  1. Catecismo de la Iglesia Católica, nn. 494, 964, 968–970.
  2. Concilio Vaticano II, Lumen Gentium 56–62.
  3. Juan Pablo II, Redemptoris Mater (1987), nn. 38–40.
  4. Congregación para la Doctrina de la Fe, Mater Populi Fidelis (2025).
  5. Joseph Ratzinger, La hija de Sión (Madrid: BAC, 1984).