Para honrar el misterio de su relación única con Dios Uno y Trino

Dios te saluda, María,
Hija amadísima del Padre eternamente fiel,
primicia de la creación y obra perfecta de sus manos.
Él te miró desde la eternidad y te eligió llena de gracia,
para ser espejo purísimo de su amor y de su santidad.

Dios te saluda, María,
Madre bendita del Hijo, Palabra hecha carne,
puerta luminosa por la cual Dios entró en nuestra historia.
En tu seno virginal floreció la Vida,
y tu “hágase” abrió al mundo la aurora de la salvación.

Dios te saluda, María,
Esposa fiel del Espíritu Santo,
Sagrario vivo donde habitó la gracia en plenitud.
De Ti brotó la Nueva Alianza,
y por tu docilidad el Espíritu engendró al Redentor.

Santa María, Virgen purísima y humilde Servidora del Señor,
recibe este saludo que evoca el anuncio del Ángel
y el misterio insondable de la Encarnación.
Tú que guardaste la Palabra en tu corazón,
enséñame a escucharla, amarla y cumplirla con fidelidad.

Intercede por mí, Madre,
para que mi vida sea morada de la Trinidad,
para que Cristo nazca en mi alma,
y para que el Espíritu Santo me conduzca siempre
a la voluntad del Padre.

Hazme discípulo ardiente de tu Hijo,
manso en la prueba, constante en la oración
y atento a las necesidades de los hermanos.

Amén.

(Se rezan tres Avemarías)