¿Por qué veneramos imágenes los católicos?
¿Alguna vez te ha pasado que, al mirar una fotografía de un ser querido, tu corazón se llena de nostalgia, ternura o gratitud?
¿O que una imagen, una mirada o un símbolo, ha despertado en ti un recuerdo profundo, una oración o una lágrima? Eso… es lo que también ocurre con las imágenes en la fe católica.
Las imágenes no son ídolos… son ventanas
Los católicos no adoramos imágenes. Eso sería idolatría, y lo rechazamos con claridad.
Pero sí las veneramos como signos visibles de una presencia invisible, como ventanas que nos conectan con lo eterno.
Una cruz no es solo un trozo de madera.
Un icono de la Virgen no es solo pintura.
Una imagen sagrada es un recordatorio vivo de que Dios se ha hecho cercano, tocable, mirable. ¿Acaso no se hizo hombre? ¿No nació de María? ¿No tuvo un rostro, unas manos, unos pies crucificados por ti?
Disparadores del alma
• “Dios me habla también con gestos, rostros y colores.”
• “No amo un pedazo de yeso, amo lo que representa: el amor que me salvó.”
• “No necesito cerrar los ojos para rezar. Puedo mirar a Cristo en la cruz… y sentirme mirado por Él.”
¿No es verdad que los recuerdos más fuertes vienen con una imagen?
¿No es cierto que un retrato o fotografía puede consolar más que mil palabras? Así son nuestras imágenes sagradas: no sustituyen a Dios, nos lo hacen presente con ternura.
¿Y la Biblia?
¡Claro que la Biblia habla de no hacerse ídolos! (Éxodo 20).
Pero también narra cómo Dios mismo mandó hacer imágenes:
• Querubines sobre el arca de la alianza (Éx 25,18-20).
• La serpiente de bronce para que los heridos sanaran al mirarla (Nm 21,8-9).
• El templo de Jerusalén estaba lleno de imágenes, figuras, símbolos… y era casa de oración.
Lo importante es el corazón:
¿Para qué la tienes? ¿A quién adoras en ella? Nosotros adoramos solo a Dios. Pero al mirar a la Virgen, recordamos que Jesús fue niño, que tuvo madre, que nos ama con entrañas humanas.
Las imágenes nos evangelizan
Un niño puede aprender a amar a Jesús simplemente al verlo en un crucifijo.
Un enfermo puede sentirse acompañado al tener una imagen de la Virgen María junto a su cama.
Un joven puede detenerse a pensar cuando ve la imagen de San Francisco de Asís abrazando la cruz. El arte sagrado evangeliza donde las palabras no alcanzan.
No somos solo razón… ¡somos corazón!
Dios nos creó con ojos, memoria, emociones, piel…
¿Por qué no iba a hablarnos también a través de lo visible? La fe no es una idea fría. Es una historia de amor que también se ve.
Conclusión
No tengas miedo ni vergüenza de tus imágenes. No adores el objeto, ama a quien representa.
Déjate mirar por el Crucificado, sonríele a la Virgen, deja que tu corazón rece con los ojos. La belleza de nuestra fe no es superstición… es encarnación. Dios se hizo rostro para que lo reconozcas.