Por el P. Jorge Luis Zarazúa Campa, fmap
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Nuestro Señor Jesucristo instituyó el Sacramento de la Reconciliación el mismo día que resucitó glorioso de entre los muertos, precisamente en la primera aparición a los Apóstoles, tal como se describe en el Evangelio de San Juan (Jn 20, 19-23).
Es un sacramento admirable en el que el Crucificado-Resucitado perdona nuestros pecados, devolviéndonos la gracia santificante, perdida por los pecados mortales.
Es un sacramento al que, personalmente, dedico tiempo cuando voy a alguna parroquia o cuando dirijo algún retiro espiritual. La práctica constante de este sacramento me motiva a comentar lo siguiente.
- Necesidad de confesores. Hace falta que los sacerdotes nos sentemos en el Confesonario. La gente requiere de este sacramento admirable para una vida auténticamente cristiana. Por eso se necesita disponibilidad de parte de nosotros los sacerdotes.
- Necesidad de catequesis sobre la confesión. Muchas personas no saben confesarse. Algunos platican sus problemas o se explayan en detalles que no son necesarios. Otros buscan justificarse y llegan a culpar a otros de los pecados cometidos. Es necesario invertir tiempo en una catequesis adecuada para una buena confesión, proporcionando los subsidios que permitan al penitente examinar la propia conciencia.
- Necesidad de la dirección espiritual. Además del sacramento de la Confesión los fieles católicos requieren dirección espiritual y debe haber disponibilidad de parte nuestra. Pero es importante separar los dos aspectos. Recuerdo que en 2009, durante una visita a Portugal, vi que en algunas parroquias había días y horarios para la Confesión y días y horarios para la Dirección espiritual. Me pareció algo muy interesante, digno de replicarse en América Latina.
- Necesidad de salas de escucha. A veces los fieles se acercan a la Confesión, no tanto para confesarse sino para comentar algo que los angustia, algún problema personal o familiar. Se requiere, por lo tanto, una sala de escucha para que las personas tengan la oportunidad de comentar lo que les angustia. De parte nuestra, se les puede ayudar con algún consejo y, especialmente, con una oración que les devuelva la paz interior y la confianza en Dios. Es un tiempo bien invertido y necesario, tanto para nosotros como para los feligreses.
¿Qué te parece todo esto? ¿Cuáles son tus impresiones al respecto? No olvides escribirme al respecto.