La Biblia al alcance de todos
La Constitución dogmática sobre la divina revelación, ampliamente conocida como Dei Verbum, señala que los fieles católicos “han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura” (DV 22). Sin embargo este ideal, propuesto por los Padres conciliares, está lejos de hacerse realidad. En efecto, se ha hecho muy poco para que la Sagrada Escritura esté al alcance de todos los católicos.
¿Cómo lograr que la Biblia pueda ser un libro familiar para cada católico? De una manera muy sencilla. Primero hay que favorecer que cada católico tenga su propia Biblia y que su lectura se haga imprescindible. No se trata nada más que el católico la compre para guardarla en algún rincón de su casa. Se trata de lograr que la Biblia sea el libro de cabecera de todo católico, que nutrirá de savia evangélica su espiritualidad y, por tanto, todos los aspectos de su vida.
Por eso es importante empezar a darle a la Biblia, de una vez por todas, el lugar que le corresponde en la vida de la Iglesia y de cada católico.
Homilía bíblica
Para lograr esto, uno de los recursos más grandes que tenemos a nivel masivo es la homilía, centrada completamente en la Biblia. Que el sacerdote indique qué versículo está comentando, para que todos puedan ir siguiendo la reflexión y las aplicaciones a las situaciones actuales con su Biblia en la mano.
Sería conveniente colocar alguna pizarra para anotar las citas bíblicas de cada lectura y del salmo responsorial. Así todos pueden buscar los pasajes bíblicos con tiempo y seguir su lectura con más provecho.
Para que el católico note de una manera visual e impactante que la Biblia es el libro fundamental de la Iglesia, es recomendable que, en la procesión de entrada que se hace al inicio de la Misa, se lleve en alto el libro de la Biblia, el leccionario o el evangeliario.
Esto servirá para que el católico asimile visualmente la importancia de la Sagrada Escritura. En realidad el católico generalmente no tiene una conciencia clara de que en la Iglesia se lee la Biblia.
En efecto, muchos hermanos que anteriormente eran católicos y que ahora forman parte de algún grupo proselitista, dicen que en la Iglesia católica nunca se utiliza la Biblia, porque nunca lo percibieron visualmente.
Para que esto sea aún más visible, el sacerdote y quienes le ayudan en el altar, también deben llevar su propia Biblia. Cuando el sacerdote haga la homilía, debe tenerla en sus manos, indicando el versículo que comenta, leyendo algunos versículos en voz alta, explicándolos… es decir, utilizando ampliamente la Biblia.
¿Y el misal mensual o la hojita dominical? Ya no son necesarios. Es mejor llevar la Biblia y leer el texto directamente en la Biblia.
Una revolución en la vida de la Iglesia
Los Apóstoles de la Palabra estamos convencidos que este pequeño, pero significativo cambio, puede revolucionar la vida de la Iglesia. En realidad, en las comunidades donde los Apóstoles de la Palabra estamos trabajando, lo estamos implementando con bastante éxito.
Los fieles católicos acuden a la Santa Misa, no sólo con la Biblia en la mano. Acuden también con alguna pequeña libreta y un lapicero para tomar apuntes, que seguramente les ayudarán a asimilar mejor el mensaje de la Escritura.
Hemos notado también que la aplicación de esta iniciativa mejora la predicación del sacerdote y potencia la comprensión del mensaje por parte de los fieles. Se logra también que la predicación sea más dinámica y eficaz, puesto que cada fiel católico va siguiendo atentamente la homilía, atraído por el uso abundante que se hace de la Biblia.
Así, sin necesidad de implementar campañas muy costosas para la difusión de la Biblia, podremos hacer posible que la Sagrada Escritura esté al alcance de todos.
Concilio Ecuménico Vaticano II
Estamos convencidos de que esta iniciativa es la mejor manera de hacer realidad lo que expresaron los Padres Conciliares que intervinieron en el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965): “Los fieles han de tener fácil acceso a la Sagrada Escritura” (DV 22).
En efecto, el uso de la Biblia en la Santa Misa, especialmente en la homilía, hace aparecer “con claridad la íntima conexión entre la Palabra y el rito de la liturgia” (SC 35).
También hace más patente que “las fuentes principales de la predicación [son] la Sagrada Escritura y la liturgia” (SC 35, 2).
Es, también, una oportunidad privilegiada para “fomentar aquel amor suave y vivo hacia la Sagrada Escritura que atestigua la venerable tradición de los ritos tanto orientales como occidentales” (SC 24) y para que los fieles “participen consciente, piadosa y activamente en la acción sagrada, sean instruidos con la Palabra de Dios [y] se fortalezcan en la mesa del Señor…” (SC 48).
Oposiciones
Sin embargo no faltan oposiciones. ¡Ha habido lugares donde expresamente se ha prohibido a los fieles que lleven la Biblia a la Santa Misa, aduciendo que es antilitúrgico!
He aquí algunas objeciones que hemos oído en distintos lugares.
Los fieles se distraen
Algunos sacerdotes se oponen a que los fieles católicos lleven la Biblia a la Santa Misa porque, dicen, los fieles se distraen. Entonces, ¿por qué se permite el uso de hojitas y misales en la Celebración Eucarística? ¿Qué diferencia hay entre llevar hojitas y misales o llevar la Biblia? ¡Muchísima! En realidad las hojitas y los misales son artículos desechables, que en cualquier momento tienen que tirarse a la basura. En cambio, la Biblia será una compañera importantísima del católico, que aprenderá a amarla mediante el uso abundante que hará de ella en la Santa Misa y en otros momentos de su vida.
Aunque ambas iniciativas permiten que los fieles católicos lean el texto sagrado, las hojitas y misales tienen algunas desventajas; por ejemplo, no especifican el versículo que se está comentando, mientras con la Biblia es fácil localizarlo. También implican un gasto innecesario para el católico. En efecto, en vez de gastar cada año determinada cantidad en adquirir misales mensuales y anuales, el católico puede, de una vez por todas, adquirir su propio ejemplar de la Biblia.
Por lo demás, la experiencia nos enseña ampliamente que, usando la Biblia durante la homilía, se favorece una participación más activa de los fieles católicos y una mayor responsabilidad de parte del celebrante al preparar la homilía.
La sombra del fundamentalismo
Aunque reconocen la importancia de esta iniciativa, no faltan algunos que piensan en la posibilidad de que se caiga en el fundamentalismo. ¿Acaso el temor a que aparezca la cizaña debe llevarnos a dejar de sembrar trigo (Cfr. Mt 13,24-30)? Nada de eso. Al contrario. Esta es la mejor manera de favorecer una lectura y una correcta interpretación de la Escritura, “con el mismo Espíritu con el que fue escrita”, según la feliz expresión de San Jerónimo (Cfr. DV 12). En este caso, el católico la recibe de la mano de los pastores de la Iglesia, que domingo a domingo, siguiendo las huellas de Jesús, nos explican las Escrituras y parten para nosotros el Pan.
La homilía no es una clase de Biblia
Totalmente de acuerdo. Pero tampoco es el momento de desahogos personales, de regañar al pueblo, hablar de quermeses o rifas y pedir ayuda para la construcción del templo y de tantos otros temas que no vienen al caso. Sin embargo, afirma el Concilio, “aunque la sagrada liturgia sea principalmente culto de la Divina Majestad, contiene también una gran instrucción para el pueblo fiel” (SC 33).
En realidad, ¿en que otro momento de su ministerio podrá el sacerdote utilizar la Biblia para la predicación? Por el momento, fuera de la homilía, existen pocos espacios para que el pueblo creyente escuche y conozca la Palabra de Dios de labios de sus pastores.
La Santa Misa es, pues, un momento sumamente privilegiado puesto que se entrelazan de una manera armónica y eficaz la Sagrada Tradición, la Biblia y el Magisterio de la Iglesia, un trinomio inseparable en la fe católica en orden a la correcta interpretación del dato revelado, pues estos tres elementos “están unidos y ligados, de modo que ninguno puede subsistir sin los otros” y “los tres contribuyen eficazmente a la salvación de las almas” (DV 10).
Estamos convencidos que, poniendo en práctica esta y otras iniciativas, se harán realidad estas palabras del Concilio:
“Que de este modo, por la lectura y estudio de los Libros sagrados, se difunda y brille la palabra de Dios (2 Tes 3,1); que el tesoro de la revelación encomendado a la Iglesia vaya llenando los corazones de los hombres. Y como la vida de la Iglesia se desarrolla por la participación asidua del misterio eucarístico, así es de esperar que recibirá nuevo impulso de vida espiritual con la redoblada devoción a la palabra de Dios, que dura para siempre (Is 40,8; 1 Pe 1,23-25) [DV 26].
Es que “es tan grande el poder y la fuerza de la palabra de Dios, que constituye sustento y vigor de la Iglesia, firmeza de fe para sus hijos, alimento del alma, fuente límpida y perenne de vida espiritual. Por eso se aplican a la Escritura de modo especial aquellas palabras: La palabra de Dios es viva y eficaz (Heb 4,12), puede edificar y dar la herencia a todos los consagrados (Hech 20,32; Cf. 1 Tes 2,13) [DV 21].
Cursos bíblicos
antes o después de la Misa
Si queremos ir más lejos en esta iniciativa, podría impartirse un breve curso bíblico unos 10 o 15 minutos antes o después de la Santa Misa. Puede utilizarse nuestro folleto “Curso Bíblico para Niños”, un práctico folleto a todo color, que consta de catorce lecciones y sumamente accesible por el estilo y el precio (cuesta apenas unos $10.00 [pesos mexicanos]).
Algo que se debe tener en cuenta es que aún no es el momento de hablar a la gente de inerrancia, canonicidad y tantos otros temas que es conveniente tratar después para los que se interesen en profundizar más el dato bíblico. Se trata, más bien, de que el católico se aproxime a la Biblia para tener una idea general de la Historia de la Salvación. Después, hay que aplicar este principio: “el que tenga más saliva, que coma más pinole”.
Para los que deseen profundizar más otros aspectos relacionados con la Biblia, se pueden organizar cursos en el horario y los días más convenientes. En este sentido, los Apóstoles de la Palabra tenemos material didáctico apropiado.
A sus órdenes
Amigo sacerdote: ¿le gustaría echar a andar esta iniciativa en su parroquia? Los Apóstoles de la Palabra podemos asesorarlo en esta noble tarea. Comunícate con nosotros. Estamos a tu disposición.
Amigo celebrador de la Palabra, catequista o agente de pastoral, ¿te gustaría que esta idea se implementara en su parroquia o diócesis? Anímese a hablar con las personas indicadas.
Acuérdense: ustedes pueden contribuir a que todo católico tenga “fácil acceso a la Sagrada Escritura” (DV 22). Ayúdennos a hacer realidad este sueño. Únanse a nuestra revolución.