Por el padre Jorge Luis Zarazúa Campa, FMAP
jorgeluiszarazua@hotmail.com
Introducción
En diversas intervenciones, el Papa Francisco ha expresado con claridad su preocupación por el uso y abuso de los aranceles en la vida pastoral de la Iglesia. Para él, esta práctica, si no es bien discernida, puede convertirse en un obstáculo que impide el anuncio gratuito del Evangelio. La gratuidad del amor de Dios no puede quedar supeditada a tarifas, pagos o listas de precios, especialmente en los sacramentos, que son signos visibles de la gracia invisible y gratuita de Dios. En este breve escrito reflexionamos teológicamente sobre este tema a partir del pensamiento del Papa Francisco, en continuidad con el Evangelio y el Magisterio de la Iglesia.
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1. ¿Qué son los aranceles eclesiásticos?
Los aranceles eclesiásticos son ofrendas u honorarios sugeridos para la celebración de sacramentos y servicios religiosos, como misas, bautismos, matrimonios o exequias. Aunque su propósito es contribuir al sostenimiento del culto y de los ministros, nunca deben considerarse una “venta” de sacramentos, ya que eso caería en el pecado grave de simonía (cf. CIC 2121).
El Código de Derecho Canónico establece que “los ministros no deben exigir nada por la administración de los sacramentos” (can. 848), aunque pueden aceptarse ofrendas “voluntarias” y “moderadas”. La Iglesia ha insistido siempre en que nadie debe ser privado de los sacramentos por motivos económicos.
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2. La crítica del Papa Francisco: una Iglesia pobre para los pobres
Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco ha hecho un llamado a “una Iglesia pobre para los pobres”, denunciando los escándalos que alejan a los fieles cuando encuentran una “burocracia de precios” para recibir la gracia. En múltiples ocasiones ha dicho:
“¡Cuántas veces vemos que el pueblo se aleja porque siente que en la Iglesia hay negocios, hay tarifas para los sacramentos! ¡Esto no está bien!” (Homilía en Santa Marta, 9 enero 2015).
Para el Papa Francisco, la gratuidad es un signo esencial del Reino. Como enseña Jesús: “Gratis lo recibisteis, dadlo gratis” (Mt 10,8). La lógica del Evangelio no es comercial ni contractual, sino oblativa. La gracia no se paga, y nadie debe sentir que la Iglesia está “vendiendo” bendiciones o sacramentos.
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3. Pastoral de la gratuidad: signo profético de la misericordia
El Papa ha propuesto un cambio de mentalidad pastoral. No se trata de eliminar todo apoyo económico a la Iglesia, sino de cuidar la forma y el fondo con que se presentan los aranceles. Cuando estos se imponen como condiciones obligatorias, se contradice el signo sacramental. El Papa Francisco denuncia esa práctica como un escándalo para los pobres, quienes se sienten excluidos del acceso a la gracia.
Por eso ha pedido en varias diócesis y parroquias revisar los aranceles, suprimir tarifas fijas y sustituirlas por ofrendas voluntarias, según la posibilidad de cada familia. Este gesto pastoral rompe con la lógica del mercado y pone en el centro la gratuidad de Dios, como principio teológico de la evangelización.
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4. En continuidad con la tradición de la Iglesia
La postura del Papa no es novedosa, sino que se inscribe en una tradición antigua. Ya en el siglo IV, san Basilio decía que “el don de Dios no se compra ni se vende”. El Concilio de Trento y el Catecismo de la Iglesia Católica condenan la simonía (CIC 2121–2122). San Juan Pablo II, en Pastores dabo vobis, recordaba que el ministerio sacerdotal no es una fuente de lucro, sino un servicio gratuito.
La enseñanza del Papa Francisco es coherente con esta tradición, pero le da un nuevo énfasis pastoral, especialmente en contextos de pobreza y exclusión. Él invita a los ministros ordenados a vivir el desprendimiento evangélico, recordando que el verdadero tesoro del sacerdote no es el dinero, sino la gracia que administra.
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5. Desafíos y propuestas pastorales
La Iglesia tiene el derecho y la necesidad de sostener sus templos, sus ministros y su misión. Pero esto no puede hacerse a costa del principio evangélico de gratuidad. Por eso, el Papa propone:
• Eliminar toda tarifa obligatoria por sacramentos.
• Educar a los fieles en una economía de comunión, donde cada uno aporta según sus posibilidades.
• Fomentar la corresponsabilidad económica con la comunidad eclesial, sin caer en prácticas mercantilistas.
• Ser creativos en las formas de sostenimiento eclesial, sin condicionar el acceso a la gracia.
La gratuidad no elimina la generosidad, al contrario: despierta la verdadera caridad cristiana.
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Conclusión: El rostro evangélico de una Iglesia servidora
El Papa Francisco ha querido que la Iglesia recupere el rostro evangélico de una madre generosa y no de una oficina de trámites. Los aranceles eclesiásticos, cuando no son bien manejados, pueden desfigurar ese rostro. Por eso, el Papa invita a una conversión pastoral profunda, que ponga en el centro el anuncio gratuito del Evangelio, la cercanía con los pobres y la transparencia en la administración de los bienes.
Siguiendo su ejemplo, las comunidades cristianas están llamadas a testimoniar que la Iglesia no es una empresa, sino una casa donde todo se comparte por amor. Solo así, el pueblo de Dios podrá decir con alegría: “¡La gracia de Dios es verdaderamente gratuita y para todos!”