En nuestros días abundan ofertas “espirituales” que prometen salud, protección o amor. Se presentan como inocentes: limpias, rituales de energía, amarres de amor, bendiciones con velas o “retiros de sanación con ángeles y cuarzos”.
Muchos creen que son compatibles con la fe católica porque “no hacen daño” y hasta usan imágenes de Cristo o de la Virgen.
Pero, ¿qué dice realmente la Palabra de Dios y la Iglesia sobre estas prácticas?
1. Magia blanca: el engaño del bien aparente
La llamada “magia blanca” afirma usar fuerzas buenas para curar o proteger. Sin embargo, su esencia es la misma que la de toda magia: buscar poder espiritual sin depender de Dios.
El libro del Deuteronomio es tajante:
“No sea hallado entre ustedes quien practique adivinación o hechicería, porque es abominable para el Señor.” (Dt 18,10-12).
No existen “magias buenas” o “neutras”.
Toda magia, aunque invoque a Jesús o a los santos, pretende manipular lo sagrado y sustituir la confianza en Dios por técnicas, objetos o rituales.
San Pablo lo explica con claridad:
“Satanás se disfraza de ángel de luz” (2 Cor 11,14).
El mal no siempre se presenta como oscuro y aterrador.
A veces se reviste de bondad, rezos y velas, pero conduce a la esclavitud espiritual.
2. Amarres: manipular el amor, negar la libertad
Los llamados “amarres” o “rituales de unión” prometen recuperar o dominar a la persona amada. En realidad, son una forma espiritual de manipulación que busca forzar la voluntad del otro.
El amor verdadero, en cambio, es libre y gratuito.
“El amor es paciente, es benigno… no busca su propio interés” (1 Cor 13,4-5).
Quien recurre a un amarre, aunque diga “rezar”, está cayendo en idolatría: pone su esperanza en un rito, no en el Dios vivo.
El resultado suele ser devastador: inquietud, dependencia afectiva y una cadena espiritual difícil de romper.
3. Retiros “energéticos” y rituales “de luz”
Proliferan hoy los llamados “retiros de energía”, “ceremonias del cacao”, “sanaciones con ángeles”, “rituales lunares” o “terapias holísticas” que mezclan oraciones cristianas con prácticas de reiki, astrología o chamanismo.
Aunque hablen de “energía divina” o incluso de “Jesús”, no se trata del Espíritu Santo, sino de un sincretismo espiritual ajeno a la fe cristiana.
El Catecismo de la Iglesia Católica advierte:
“Todas las prácticas de magia o hechicería son gravemente contrarias a la virtud de la religión.” (CIC 2117).
No todo lo que parece espiritual es cristiano.
El Espíritu Santo no se invoca con cuarzos, mantras ni energías, sino con corazón humilde, oración y fe en la Palabra.
“Dios es Espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad.” (Jn 4,24).
4. Luz y tinieblas no se mezclan
“¿Qué comunión puede haber entre la luz y las tinieblas? ¿Qué acuerdo entre Cristo y Belial?” (2 Cor 6,14-15).
El cristiano no necesita rituales ni “poderes especiales”.
La fuerza de Dios actúa en los sacramentos, la oración, el perdón y la obediencia a su Palabra.
Las limpias, amarres y rituales “de energía” no son ayuda, sino puertas abiertas al enemigo.
Jesús no comparte su poder con las tinieblas.
Su gracia no necesita velas de colores, conjuros ni fórmulas secretas.
Solo requiere fe, conversión y confianza.
5. Los verdaderos caminos de sanación cristiana
Frente a los falsos caminos, la Iglesia ofrece los medios auténticos de liberación y paz interior:
• La Confesión, que rompe las cadenas del pecado.
• La Eucaristía, presencia real del que sana y da vida.
• La oración perseverante, que abre el corazón al Espíritu Santo.
• El acompañamiento espiritual, que orienta con sabiduría.
“Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.” (Jn 8,32).
En resumen
No existe “magia blanca”, solo engaños blancos que ocultan la oscuridad.
El cristiano no busca dominar fuerzas ocultas, sino vivir en la verdad y en el amor de Cristo.
El único poder que sana y libera es el del Espíritu Santo, y ese poder no se compra ni se manipula: se recibe con fe y obediencia.







