Querido joven cristiano, no fuiste creado para seguir las modas pasajeras ni para agradar a una sociedad que cambia como el viento. No te dejes arrastrar por los valores de este mundo que muchas veces llama luz a la oscuridad y libertad a la esclavitud del pecado.

Tú fuiste creado para algo más grande, para un destino eterno. Dios mismo te ha elegido, no para encajar en la tierra, sino para resplandecer en el Cielo.

“No se amolden al mundo presente, sino transfórmense por la renovación de su mente, para que sepan discernir la voluntad de Dios: lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto.”
(Romanos 12,2)

No intentes encajar en el mundo. Sus aplausos son fugaces, sus recompensas vacías, y su criterio cambiante. En cambio, Dios es eterno, su amor no falla, y su verdad permanece para siempre. El mundo te exige que te transformes para agradar a todos; Cristo te invita a ser tú mismo en la verdad del Evangelio.

“Si el mundo los odia, sepan que me odió a mí antes que a ustedes. Si ustedes fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya. Pero no son del mundo, sino que yo los he escogido del mundo, por eso el mundo los odia.”
(Juan 15,18-19)

Estás en el mundo, pero no perteneces al mundo. Le perteneces a Cristo.
Y Cristo no te llama a sobrevivir simplemente, sino a brillar con la luz de los hijos de Dios, a caminar contracorriente, a no tener miedo de ser diferente cuando el Evangelio lo exige.

“No ruego que los saques del mundo, sino que los protejas del Maligno. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo.”
(Juan 17,15-16)

“Ustedes son la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña.”
(Mateo 5,14)

El Cielo es tu verdadero hogar, y la santidad es tu verdadera vocación. No vendas tu herencia eterna por un momento de aceptación temporal.

“Nuestra ciudadanía está en el Cielo, de donde esperamos también al Salvador, el Señor Jesucristo.”
(Filipenses 3,20)

Palabras finales para tu corazón joven

Sé valiente. Sé luz. Sé libre.
El mundo necesita jóvenes como tú: con identidad, fe y esperanza.
No vivas para agradar al mundo, vive para agradar a Dios… y Él te dará una alegría que el mundo no puede dar ni quitar.