La afirmación de que Nuestro Señor Jesucristo es el único Mediador está en el centro de la fe cristiana. No es una idea teológica aislada, sino el corazón mismo del Evangelio.
Por el padre Jorge Luis Zarazúa Campa, FMAP
padrejorgeluisfmap@hotmail.com
1. Fundamento bíblico
San Pablo lo expresa con una claridad luminosa:
“Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo Jesús, hombre también, que se entregó como rescate por todos” (1 Timoteo 2,5-6).
Estas palabras resumen toda la fe cristiana: Cristo es el único puente entre el cielo y la tierra, el único que une al hombre con Dios porque es verdadero Dios y verdadero hombre. Nadie más posee esta doble condición.
• Como Dios, Él puede comunicarnos la vida divina.
• Como hombre, puede ofrecernos esa vida desde nuestra misma condición.
Él no solo intercede entre Dios y los hombres: Él mismo es la mediación. No apunta el camino: Él es el Camino (cf. Jn 14,6).
2. Mediador, porque reconcilia
El pecado había abierto un abismo entre Dios y la humanidad. Solo Cristo, al ofrecer su vida en la cruz, pudo tender el puente definitivo.
“Dios nos reconcilió consigo por medio de Cristo” (2 Cor 5,18).
Su sacrificio no fue simplemente un acto de amor humano, sino un acto divino que nos devolvió la comunión perdida. En la cruz, Cristo asume nuestra muerte para darnos su vida; toma nuestra lejanía para acercarnos al Padre.
Por eso, su mediación no es paralela ni compartida: es única, perfecta, total, definitiva.
3. Mediador, porque comunica la gracia
Toda gracia que recibimos procede del Corazón de Cristo resucitado.
Él es la fuente, el manantial de donde brota la vida del Espíritu. Ningún santo, ningún ángel, ni siquiera María Santísima, posee gracia fuera de Él.
“De su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia” (Jn 1,16).
María y los santos interceden por nosotros, pero lo hacen en Cristo, por Cristo y con Cristo. No son fuentes, sino canales; no son mediadores en sentido propio, sino colaboradores o cooperadores dentro de la única mediación de Cristo. Así lo enseña el Concilio Vaticano II:
“La mediación única del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas una cooperación diversa que participa de una única fuente” (Lumen Gentium, 62).
4. Mediador, porque revela al Padre
Jesús no solo realiza la salvación: la revela. En Él vemos el rostro del Padre.
“Quien me ha visto a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9).
Ningún otro puede hacer esto, porque solo el Hijo conoce plenamente al Padre y puede dárnoslo a conocer (cf. Mt 11,27).
Cristo es, por tanto, el Mediador de la Revelación: la Palabra eterna hecha carne que nos comunica la verdad de Dios.
5. Mediador eterno
La mediación de Cristo no terminó con su Ascensión.
Desde el cielo continúa intercediendo por nosotros ante el Padre:
“Cristo Jesús, que murió, más aún, resucitó y está a la derecha de Dios, intercede por nosotros” (Rom 8,34).
Su sacerdocio es eterno (cf. Heb 7,24-25). Él sigue ofreciendo su sacrificio de amor de modo incruento en cada Eucaristía, donde une nuestras oraciones, sufrimientos y trabajos al suyo.
6. Mediación participada
La Iglesia, María y los santos participan de esta única mediación, pero de modo derivado y subordinado.
Por eso decimos que María es Madre en el orden de la gracia: su intercesión no sustituye ni compite con la de Cristo, sino que conduce a Él.
Toda verdadera devoción mariana termina en Cristo, porque en ella la Madre nos dice, como en Caná:
“Hagan lo que Él les diga” (Jn 2,5).
Conclusión
Jesucristo es el único Mediador porque solo Él nos reconcilia, nos comunica la gracia, nos revela al Padre y nos intercede eternamente.
Su mediación no es una función que se reparte, sino una persona viva: el Hijo de Dios hecho hombre.
Él es el puente, el camino, la puerta, el sacerdote, el sacrificio y el altar.
Todo lo que nos acerca a Dios pasa por Él, y todo lo que de Dios llega a nosotros tiene su origen en Él.
“Por Él, con Él y en Él, a ti, Dios Padre omnipotente, todo honor y toda gloria.”






