1. El contexto del deseo de un “quinto dogma mariano”

Durante el pontificado de san Juan Pablo II (1978-2005), numerosos teólogos, movimientos marianos y fieles de todo el mundo impulsaron una petición para que se definiera un quinto dogma mariano que proclamara a la Virgen María como Corredentora, Mediadora y Abogada de la humanidad.
Estas peticiones, que recogieron millones de firmas, se apoyaban en la profunda devoción mariana del Papa y en su frecuente uso del término corredentora en discursos y homilías de carácter devocional, por lo menos en unas siete ocasiones.

Sin embargo, aunque san Juan Pablo II reconocía y enseñaba claramente la cooperación singular de María en la obra redentora de Cristo, nunca dio el paso de definir ese título como dogma de fe.
La razón no fue falta de amor o de aprecio hacia la Virgen María, sino fidelidad a un discernimiento teológico y pastoral profundamente cristológico y eclesial.

  1. San Juan Pablo II sí habló de “corredentora”, pero no en sentido dogmático

En efecto, en algunos discursos (por ejemplo, el del 8 de septiembre de 1982 o el del 6 de febrero de 1985), el Papa usó la expresión “corredentora” para subrayar la participación única de María en la Pasión de Cristo y su compasión junto a la cruz.
Pero lo hizo en un sentido analógico y pastoral, no técnico ni definitorio.

Por ejemplo, en el santuario de Guayaquil (Ecuador), el 31 de enero de 1985, dijo:

“Al pie de la cruz, María fue espiritualmente crucificada con su Hijo crucificado y, por su fidelidad, fue la Corredentora de la humanidad.”

Sin embargo, en los documentos magisteriales —encíclicas, exhortaciones o constituciones apostólicas— no aparece ese título.
En cambio, el Papa utilizó expresiones plenamente tradicionales y conciliares, como:

• “Colaboradora generosa del Redentor” (Redemptoris Mater, 38)

• “Asociada íntimamente a la obra de la salvación” (Redemptoris Mater, 39)

• “Cooperadora de la Redención” (Redemptoris Mater, 40)

Estas expresiones mantienen la doctrina de la cooperación mariana, pero con un lenguaje más claro, fiel al Concilio Vaticano II, que evitaba cualquier riesgo de confusión respecto a la única mediación de Cristo.

  1. La orientación del Concilio Vaticano II

San Juan Pablo II fue hijo del Concilio Vaticano II, del cual participó activamente.
En Lumen Gentium 62, la Iglesia enseña:

“La maternidad de María en la economía de la gracia perdura sin cesar… Esta función subordinada de María no oscurece ni disminuye de modo alguno la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia.”

Esta enseñanza fue decisiva para el Papa.
El Concilio, de hecho, rehusó introducir el título “corredentora” precisamente por el riesgo de malinterpretación. La doctrina se mantiene —María coopera en la Redención—, pero se evita un término que podría sugerir dos redentores paralelos o una especie de coparticipación igualitaria.

San Juan Pablo II, fiel al espíritu conciliar, optó por continuar esta línea: reafirmar la verdad, pero purificando el lenguaje.

  1. Discernimiento teológico y prudencia pastoral

El Papa actuó con una prudencia típicamente eclesial, movido por tres motivos principales:

a) Centrar la fe en Cristo Redentor

El Papa insistía en que toda mariología debe ser cristocéntrica.
En Redemptoris Mater (n. 25), escribió:

“La Redención se realizó por el sacrificio del Hijo, y la participación de la Madre no quita nada a la eficacia única de ese sacrificio.”

Definir a María como “Corredentora” podría dar lugar a equívocos doctrinales, especialmente fuera del ámbito católico, donde podría parecer que se le atribuye una función igual o complementaria a la de Cristo.

b) Fidelidad al lenguaje del Magisterio

El Papa sabía que todo dogma debe estar sólidamente fundamentado en la Revelación y expresarse con precisión teológica.
El término corredentora, aunque usado devocionalmente desde siglos anteriores, no tiene un uso constante ni definido en los documentos doctrinales de la Iglesia.
Por eso, no reunía las condiciones necesarias para ser elevado al rango de dogma.

c) Sensibilidad ecuménica

San Juan Pablo II trabajó intensamente por el diálogo ecuménico.
Definir un nuevo dogma mariano —especialmente uno tan delicado y mal comprendido— habría representado un obstáculo en el diálogo con las Iglesias orientales y las comunidades reformadas.
El Papa prefirió, en cambio, fortalecer la doctrina común y resaltar el papel de María como Madre de la Iglesia y modelo de fe, título que sí proclamó solemnemente en 1981.

  1. La teología de la cooperación según san Juan Pablo II

Lejos de minimizar la misión de María, el Papa la presentó con una profundidad renovada. En Redemptoris Mater, expone magistralmente que María coopera con Cristo “de modo totalmente singular y único”, pero como criatura redimida y asociada, no como fuente de redención.

“Su cooperación no se puede entender fuera de la dependencia absoluta de Cristo y del Espíritu Santo.” (Redemptoris Mater, 39)

Por tanto, la Virgen María participa en la Redención como madre, discípula y cooperadora, pero su papel es subordinado, participativo y no paralelo.
Así se evita toda sombra de dualismo o competencia con el único Redentor.

  1. Conclusión: fidelidad al misterio, no al título

San Juan Pablo II amó intensamente a la Virgen María, hasta el punto de consagrarle su pontificado con el lema Totus tuus.
Sin embargo, su fidelidad a la verdad de la fe y al discernimiento eclesial lo llevó a no proclamar el dogma de la corredención.

En síntesis:

María coopera de modo único en la Redención por su fe, obediencia y unión con Cristo.

El término “Corredentora” es teológicamente legítimo en sentido analógico, pero no apto como definición dogmática.

La Iglesia, desde el Concilio Vaticano II, evita términos ambiguos que puedan restar centralidad a Cristo.

Motivación pastoral: Evitar confusión, favorecer la unidad, y mantener el enfoque cristocéntrico y eclesial.

Por eso, san Juan Pablo II prefirió enseñar el contenido del título sin convertirlo en dogma:
que María, plenamente unida a su Hijo, participa maternalmente en la obra redentora, sin dejar de ser la primera redimida y la Madre del Redentor.