¿Es correcto colocar «calaveras» en estos altares? ¿Se puede poner alimentos y bebidas?
Salgamos al paso a ciertas afirmaciones temerarias que se presentan en las redes sociales sobre el Altar de Muertos, algo tradicional en México en torno al 2 de noviembre.
Por el P. Jorge Luis Zarazúa Campa, fmap
jorgeluiszarazua@hotmail.com
«Altar de Muertos»
En México es común recordar a los seres queridos que han fallecido y a los fieles difuntos con un Altar de Muertos, denominado también Ofrenda de Día de Muertos. Es una tradición de origen católico, traída a México por los misioneros españoles en la época colonial (Siglos XVI-XIX) y que tiene un rico simbolismo. Contra lo que se difunde, no es una tradición de origen prehispánico. Es una tradición que se remonta a Italia, España y Portugal.

El uso de muchos de los elementos del Altar de Muertos, como las así llamadas «calaveras», un delicioso postre que es posible degustar en estos días, el delicioso «pan de muerto», con su diseño peculiar que contiene elementos en forma de huesos, las «calaveras» recortadas en el papel picado que adornan los altares y otros espacios, y los «esqueletos», son una reminiscencia de las reliquias de los santos expuestas para su veneración a los fieles, una costumbre iniciada en el importante monasterio de Cluny en el Siglo XI, una tradicón luego largamente difundida a lo largo y ancho de Europa. En efecto, por lo general, las reliquias de los santos que se exponían por lo general era el cráneo y los distintos huesos del cuerpo, además de diversos objetos personales, usados por los santos mientras vivían en este mundo.
El recurso a las reliquias de los santos, especialmente sus huesos, tiene fundamento bíblico. Entre los textos bíblicos que pueden citarse está 2Re 13, 21, donde se habla de los huesos del profeta Eliseo que obran el prodigio de la resurrección de alguien fallecido recientemente; y Gén 50, 24-26 y Ex 13, 19, donde se habla de los huesos de José, el soñador, trasladados de Egipto a la Tierra prometida.
El uso de «calaveras» en la iconografía católica
Por otra parte, el uso de los cráneos, esqueletos o «calaveras» son comunes en la iconografía católica y no tienen un significado satánico ni de un culto o veneración a la muerte. Es común ver estos elementos en las imágenes de San Jerónimo, de San Francisco de Asís y de otros santos muy conocidos del santoral católico, además de estar en importantes Basílicas de la Cristiandad. Incluso en imágenes de Jesús Niño. En general todos estos elementos recuerdan al cristiano la caducidad de la vida y la inminencia de la muerte, es decir, la certeza de que algún día vamos a morir, aunque no sabemos no el día ni la hora.
Las citas bíblicas que han inspirado esta iconografía son, por ejemplo, Eclo 7, 36, que dice lo siguiente: «En todo lo que hagas acuérdate de tu fin y nunca pecarás.» También Salmo 90, 12, que expresa: «Enséñanos a calcular nuestros días, para que adquiramos un corazón sensato.»
Hay una serie de imágenes realizadas en Roma, y en muchas ciudades europeas, a lo largo de los siglos XVII y XVIII con el tema Memento mori, frase latina que significa “Recuerda que morirás” y que se caracterizó por la representación de la muerte simbolizando así la brevedad de la vida y la seguridad de la muerte.
Estas representaciones de la muerte se colocaron en iglesias y en monumentos funerarios, por lo general ubicados dentro de una iglesia, y fueron realizadas por los grandes artistas y escultores del momento. Conviene destacar que Bernini y sus diseños influyeron en muchos artistas (Antonio Canova, Paolo Posi, Pietro Bracci, Francesco Aprile, Domenico Guidi, Ercole Ferrata, entre otros) y sus ricos clientes, entre los que encontramos Urbano VIII, Alejandro VII, Clemente X, Clemente XIII y diversas personalidades de la época.
Encontramos estas representaciones en la Basílica de San Pedro, en Santa María de la Victoria, en Santa María del Popolo, en la Iglesia de Jesús y María (Chiesa di Gesù e Maria), en Santa Maria in Monterone, en San Pietro in Vincoli, por citar sólo algunas.
De hecho, en la Basílica romana de San Pietro in Vincoli (San Pedro encadenado), además de albergar las cadenas con que ataron al Apóstol san Pedro durante su encarcelamiento en Jerusalén (Hch 12), el Mausoleo de Julio II con la bellísima estatua de Moisés esculpida por Miguel Ángel y el sepulcro del Cardenal Nicolás de Cusa, contiene también el mausoleo del Cardenal Cinzio Aldobrandini, realizado por Carlo Bizzaccheri (1655-1721), que tiene una bellísima imagen de la muerte, con la peculiaridad de que es una muerte alada.
Parece que en todas estas imágenes se trata más bien de representar a los esqueletos de los muertos, más que buscar una representación de la muerte.
Una de las iglesias más representativas es la iglesia de la Arciconfraternità di Santa Maria dell’Orazione e Morte (Archiconfraternidad de Santa María de la Oración y la Muerte), que tiene como función dar sepultura a aquellos cuerpos encontrados en el río Tíber o en el campo que no fueran identificables o cuyos familiares no pudieran pagar las exequias. Hay que recordar que se trata de una de las obras de misericordia recomendadas por la piedad cristiana. Pues bien, tanto en el interior como en el exterior de la iglesia se aprecian innumerables decoraciones alusivas a la muerte y a la vida post-mortem.
Por ejemplo, en esta iglesia hay una alcancía muy especial para recoger las limosnas para la lámpara perpetua del cementerio, que arde en sufragio por los difuntos. Pues bien, la alcancía está acompañada por una representación de la muerte con una inscripción latina que dice “Hodie mihi, cras tibi”, cuyo significado es “Hoy por mí, mañana por ti”. Las ofrendas que se ponen en la alcancía servirán para mandar celebrar la Santa Misa en sufragio por el eterno descanso de los fieles difuntos.
En este sentido, el Arcipreste de Hita, al hablar de la muerte de Trotaconventos, escribe: “daré por ti limosna, también haré oración; / misas haré cantar, ofreceré oblación. ¡Leal Trotaconventos, Dios te dé redención! ¡El que al mundo salvó te dé su salvación” (Arcipreste de Hita, Libro de Buen Amor, Madrid, 1972, pp. 294-301). Pues bien, este era el clima general de la época, tanto en España, como después en el Nuevo Mundo, evangelizado por misioneros españoles.
Además, en la Cappella Chigi, ubicada en la iglesia Santa Maria del Popolo, está otra inscripción latina muy interesante: “Mors ad caelos”, es decir, “Por la muerte al cielo”, que nos da una perspectiva de la muerte más positiva. En realidad, en esta época el cristiano se debatía entre el lamento por la caducidad de la vida y la alegría por la salvación del alma.
Como ya hemos señalado, la expresión “Memento mori” (“Recuerda que morirás”) indica esta preocupación por la salvación del alma. Así, las imágenes que representan a la muerte, o mejor aún, a alguien muerto tenían la finalidad de expresar que la experiencia de la muerte es algo inevitable, por lo que conviene estar preparados.
El uso de «calaveras» y esqueletos en la vida cotidiana
Además, las «calaveras» y «esqueletos» se usaban también como una catequesis visual para recordar a cada cristiano nuestra muerte inminente. Por ello se colocaban en los escritorios de las oficinas parroquiales, para recordar al sacerdote y al cristiano que acudiera a la oficina parroquial que es necesario estar preparados, pues no sabemos el día y la hora en que vamos a morir.
Las «calaveras» en el «Altar de Muertos»
En el caso del «Altar de Muertos», las «calaveras» que se colocan, tratan de representar a los fieles queridos que han fallecido; por ello, con frecuencia, se coloca un pequeño letrero en la frente de la «calavera» con el nombre del ser querido. Igualmente se colocan los retratos o fotografías. No es un culto o veneración a la muerte, sino el recuerdo de aquellos que «se nos han adelantado», una expresion muy común en estas fechas y cuando alguien fallece. Es decir, la convicción y la certeza de que también nosotros moriremos y los que han muerto solamente «se nos han adelantado».
Alimentos y bebidas en el «Altar de Muertos»
Aunque se dice que los alimentos y bebidas se colocan para que «coman» y «beban» nuestros seres queridos que han muerto», en realidad el uso de estos elementos tiene que ver con el surgimiento de los panteones civiles afuera de los pueblos y ciudades a raíz de las Leyes de Reforma del Siglo XIX. Los fieles católicos iban en romería a visitar los panteones donde estaban sepultados sus seres queridos y llevaban los alimentos para comer después de limpiar y adornar las tumbas con flores y velas y recitar las oraciones y responsos por el eterno descanso de los seres queridos.
Al elaborar los Altares en el hogar, la costumbre de compartir los alimentos se adaptó a colocar los alimentos favoritos de los seres queridos difuntos, como una manera de recordarlos.
Es verdad que se dice que los difuntos vienen a alimentarse de esta comida, pero igual se dice que el 6 de enero los Reyes Magos traen regalos a los niños que se portan bien y otras cosas parecidas relacionadas con la piedad popular católica.
Es una forma de decir que estamos en comunión con aquellos que han fallecido. De hecho, en México somos los vivos quienes degustamos esos alimentos y bebidas; incluso llega a decirse con humor que estos alimentos son «para los muertos… de hambre».
También en estos Altares se colocan elementos muy usuales en la piedad popular católica de antaño, como el agua bendita y la sal exorcizada. Hoy en día muchos católicos siguien poniendo estos elementos, es decir, un vaso de agua y un plato con sal, pero sin tener una idea clara del motivo por el cual se colocan sobre el altar y sin llevarlos a un sacerdote para que los bendiga y los exorcice. Es muy común verlo, por ejemplo, en las celebraciones en honor de la Virgen de Guadalupe en torno al 12 de diciembre. Son reminiscencia de una época en que el uso de estos sacramentales era más frecuente.
Conclusión
Si bien es cierto que puede haber alguna idea errónea expresada en torno al «Altar de Muertos», lo mejor es realizar una investigación más seria para aportar elementos de discernimiento, sin satanizar tradiciones que no se comprenden o que se han deformado. La verdad histórica es siempre lo más recomendable y no «satanizar» algo que no se comprende.
Bibliografía: