Por el padre Jorge Luis Zarazúa Campa, FMAP
Introducción
La inteligencia artificial (IA) es uno de los desarrollos más significativos del presente siglo, capaz de transformar radicalmente la economía, la cultura y la vida social. Como toda creación humana, posee un carácter ambivalente: puede contribuir al bien común o convertirse en instrumento de dominación y exclusión. Desde la fe cristiana, la IA no puede considerarse solo un fenómeno técnico, sino también un “signo de los tiempos” (cf. Gaudium et Spes, 4), que interpela a la Iglesia a discernir sus riesgos y posibilidades a la luz del Evangelio.
I. La fascinación y el desconcierto ante la IA
El avance de la IA suscita entusiasmo por sus promesas, pero también desconcierto por sus implicaciones éticas y antropológicas. Nos enfrentamos a preguntas decisivas:
• ¿Qué significa ser humano en un mundo donde las máquinas aprenden y predicen comportamientos?
• ¿Dónde situar la frontera entre la creatividad humana y la capacidad de los algoritmos?
• ¿Cómo proteger la libertad frente a la tentación de manipulación tecnológica?
El Papa Francisco ha advertido que “la ciencia y la tecnología son un producto extraordinario de la creatividad humana, pero nunca deben convertirse en un poder autónomo que prescinda de la ética” (Laudato Si’, 102).
II. Riesgos de la inteligencia artificial
1. Reducción de lo humano a datos
El peligro de la deshumanización es real: la persona corre el riesgo de ser considerada como un conjunto de información procesable, olvidando su dignidad como imagen de Dios (cf. Gn 1,27).
2. Nuevas desigualdades
El acceso desigual a la IA puede generar una “brecha digital” que excluya aún más a los pobres. Como recuerda el Magisterio, “la equidad digital es un desafío urgente para la justicia social” (Fratelli Tutti, 18-20).
3. Manipulación de la libertad
La capacidad de la IA para condicionar elecciones en el consumo, la política o incluso en las relaciones personales, amenaza la libertad y la responsabilidad moral de la persona (cf. Gaudium et Spes, 17).
4. Ética desplazada
Ningún algoritmo puede reemplazar la conciencia moral. La delegación de decisiones vitales —como diagnósticos médicos, sentencias judiciales o estrategias bélicas— a máquinas plantea un serio desafío teológico y ético.
5. Idolatría tecnológica
El riesgo espiritual más profundo es absolutizar la técnica, creyendo que la salvación vendrá de ella. El Papa Francisco lo advierte: “No basta un desarrollo tecnológico y económico para traer felicidad. La humanidad necesita un horizonte de sentido” (Laudato Si’, 113).
III. Posibilidades de la inteligencia artificial
1. Servicio a la vida y a la salud
Aplicada en la medicina, la IA puede mejorar diagnósticos, acelerar investigaciones y salvar vidas, convirtiéndose en instrumento del mandato de Jesús: “Tuve hambre y me diste de comer, estuve enfermo y me visitaste” (Mt 25,35-36).
2. Educación y evangelización
La IA puede democratizar el acceso al conocimiento, traducir textos, generar materiales formativos y extender la misión evangelizadora en el mundo digital (cf. Christus Vivit, 86-90).
3. Cuidado de la casa común
La IA puede contribuir a prever catástrofes naturales, optimizar recursos y combatir el cambio climático. Esto la convierte en aliada de la exhortación a “cuidar nuestra casa común” (Laudato Si’, 13).
4. Promoción de la solidaridad
Si se orienta al bien común, puede apoyar la gestión justa de recursos, la atención a migrantes y el desarrollo de comunidades vulnerables.
5. Nuevos espacios pastorales
El “continente digital” requiere presencia eclesial. La IA ofrece herramientas para el acompañamiento, la catequesis y el anuncio kerigmático, siempre bajo discernimiento pastoral.
IV. Principios teológicos para el discernimiento
1. Primacía de la persona sobre la técnica
El ser humano es fin y nunca medio. Como enseña Gaudium et Spes: “El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene” (n. 35).
2. Destino universal de los bienes
El desarrollo tecnológico debe servir al bien común, no a la concentración de poder en unos pocos (cf. Fratelli Tutti, 119).
3. Ética del amor y de la verdad
El discernimiento cristiano se basa en el mandamiento del amor (Jn 13,34) y en la búsqueda de la verdad que libera (Jn 8,32).
4. Discernimiento pastoral
La Iglesia está llamada a acompañar a los fieles en el uso responsable de la IA, iluminando con el Evangelio sus decisiones y proyectos.
Conclusión
La inteligencia artificial es una de las mayores expresiones de la creatividad humana, pero también una de las más delicadas en su impacto social, ético y espiritual. Su futuro dependerá de nuestra capacidad de integrarla en un horizonte de justicia, fraternidad y trascendencia. Para la Iglesia, no se trata de rechazar ni de aceptar acríticamente la IA, sino de discernir cómo puede servir a la vida, al anuncio del Evangelio y al cuidado de la casa común. El desafío es grande, pero la esperanza es mayor: si la técnica se somete a la ética del amor, la inteligencia artificial podrá ser un instrumento al servicio del Reino de Dios.