En muchos lugares se escucha una frase que se repite con seguridad, pero sin fundamento: “No se puede poner un altar por un difunto hasta que cumpla un año de muerto.” Algunos incluso aseguran que la Iglesia católica lo enseña. Pero… ¿es eso verdad?

Falso: la Iglesia jamás ha enseñado eso

En ninguna parte del Catecismo, ni en ningún documento del Magisterio, existe una norma que prohíba recordar o rezar por un difunto antes de que se cumpla un año de su fallecimiento.

Por el contrario, la Iglesia invita a orar desde el mismo momento de la muerte. Desde los primeros siglos, los cristianos han ofrecido la Eucaristía, oraciones y obras de misericordia por sus difuntos, como expresión de amor y esperanza en la vida eterna.

“Desde los primeros tiempos, la Iglesia ha honrado la memoria de los difuntos y ha ofrecido sufragios en su favor, sobre todo el sacrificio eucarístico, para que, purificados, puedan alcanzar la visión beatífica de Dios.”
(Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1032)

Por tanto, no hay que esperar un año. La oración por los difuntos es buena, necesaria y eficaz en cualquier momento.

Los altares: para Dios, con memoria de amor

Es verdad que los altares son sólo para Dios. No se hacen “a” los difuntos, sino para orar por ellos delante de Dios. En ellos se colocan signos —una vela, una foto, una cruz, flores— que expresan el amor, la fe y la esperanza en Cristo resucitado.

El altar cristiano no es un “culto a los muertos”, sino una oración de intercesión y comunión. Por eso, colocar un altar u ofrecer una misa por alguien que partió hace unos días o hace muchos años es un acto profundamente católico.

“Nuestra oración por ellos puede no solamente ayudarles, sino también hacer eficaz su intercesión en nuestro favor.”
(Catecismo, n. 958)

En Dios no hay tiempo: todo es un presente de amor

Muchas creencias populares confunden la visión cristiana del más allá con ideas antiguas sobre “esperar un año” o “cumplir ciclos”.
Sin embargo, para Dios no existe el tiempo como lo entendemos los humanos.

En la eternidad, todo es presente: el alma que murió hace mil años y la que acaba de partir están igualmente ante Dios. No caminan por un calendario, sino que viven en el misterio del amor eterno.

Por eso, cuando oramos por un difunto, Dios aplica esa oración en su eternidad, donde no hay pasado ni futuro, sólo el ahora del amor divino.

Orar por los difuntos: un acto de misericordia

Orar por nuestros difuntos es una de las obras espirituales de misericordia. Lo hacemos porque creemos en la comunión de los santos, esa unión viva entre los que peregrinamos en la tierra, los que se purifican y los que ya gozan del cielo.

Cada oración, cada misa ofrecida, cada vela encendida con fe, es una muestra de amor que trasciende la muerte. Al hacerlo, también nosotros somos transformados: recordamos que la vida no termina en la tumba, sino que se abre al misterio luminoso de la eternidad.

En resumen

• La Iglesia no prohíbe colocar altares ni rezar por los difuntos antes del año.

• Los altares son para Dios, con memoria de amor por quienes partieron.

• Orar por los difuntos es un acto de misericordia, esperanza y fe.

• En Dios, no hay tiempo ni espera: todo es presente en su amor eterno.

• El mejor altar por nuestros difuntos es el altar de la Eucaristía, donde Cristo vivo se ofrece por ellos y por nosotros.

“Si vivimos, para el Señor vivimos; si morimos, para el Señor morimos; en la vida y en la muerte, somos del Señor.”
(Romanos 14,8)