Siguiendo a Cristo…
“Antes de formarte en el seno de tu madre, ya te conocía;
antes de que tu nacieras, yo te consagré, y te destiné a ser profeta de las naciones” (Jer. 1, 5)
Contando un poco de mí historia personal.
Hace poco, en una misión; me encontré con una persona que, sin conocerme, me felicitaba por ésta decisión que tomé de seguir al Señor; y mas aun felicitaba a mis padres, porque decía que ellos fueron aquellos que sembraron en mi vida lo que hoy se puede ver…Y, ciertamente es así.
Dios se vale de diversos “instrumentos” para sembrar aquella semilla de fe y de vocación en cada uno de nosotros. A veces utiliza a la familia, otras a los amigos, y otras a los sucesos.
En mi caso fue así…
Mi nacimiento.
Nací en Concepción del Uruguay en el año 1993. Gracias a Dios tuve el regalo de nacer y crecer en una familia católica bastante practicante y bastante numerosa. Tanto era así que mis padres compraban revistas católicas para preparar los temas que luego darían en la catequesis, pero también las escondían con el temor de que nosotros (sus hijos) las rompamos o las perdamos.
En aquel tiempo aun éramos cuatro hijos; solo el mayor sabía leer, el resto éramos de seis años para abajo.
Primera llamada a la vida misionera.
Un día, estábamos jugando a los espías y detectives, que consistía en revolver todos los muebles de nuestros padres buscando cosas secretas que nunca habíamos visto… y fue así que dimos con cajas de libros y revistas de la Iglesia. Pero de todo eso, lo que más me llamo la atención fueron unas revistas donde aparecían fotos de unos sacerdotes y unas monjitas en medio de la selva, rodeados de niños morochos.
Mi hermano lo leyó y dijo que eran misioneros; pero ninguno de nosotros sabíamos que era eso. Entonces iniciamos una “investigación” consultando a la gente de la Iglesia, en especial a los catequistas, a escondidas de nuestros padres.
Al final, llegamos a la conclusión de que son personas que dedican toda su vida a hablar de Dios a la gente que no lo conoce, y en todas partes del mundo. Muchas veces exponiendo su vida al peligro, ya que no todos quieren oír hablar de Dios. En fin, una gran aventura.
A partir de ese momento decidí ser misionera, y mis hermanos se transformaron en mis cómplices para guardar el secreto lejos de mis padres.
Aumenta mi deseo de ser misionera.
Al pasar los años mis deseos de ser misionera se iban acentuando, hasta llegar al punto de ir una o dos veces por semana al ciber, solo con el propósito de tener noticias acerca de los misioneros en el mundo.
Teniendo ya mis 13 años empecé a averiguar por Internet en que comunidad misionera me podía meter; pero todas quedaban muy lejos, las mas cercanas estaban en Buenos Aires, y yo no quería ir ahí.
Entonces me desilusioné y dejé de insistir con mi búsqueda. Solamente me preocupe por estudiar y por participar en los grupos de adolescentes de mi parroquia. Aun así, Dios tenía preparada una sorpresa para mí al año siguiente.
A mediados del 2007 se anuncia un nuevo grupo en la parroquia, el grupo IAM: infancia y adolescencia misionera, al cual ingreso sin pensarlo dos veces.
Ciertamente cada uno de los grupos parroquiales en los que estuve presente me fueron ayudando a encontrarme con un Cristo vivo, y a verlo no como un personaje histórico, si no como un amigo cercano y confidente. Pero éste último grupo me enseño a poner en práctica todo lo que aprendí en los años anteriores. Porque ¿De qué me sirve amar a Dios si no lo anuncio?
Pasado un año tengo que abandonar casi por la fuerza al grupo, ya que mi familia pasa a estar en el primer lugar de mis preocupaciones.
Una prueba difícil.
Para aquel entonces ya somos seis hermanos y uno en camino; pero mi mamá se enferma de leucemia, entonces tenemos que dividirnos: mi papá se va con mi mamá embarazada a Paraná; mi hermano y yo quedamos como dueños de casa; dos de mis hermanas se van a diferentes familias; y mis hermanos más chicos van juntos a otra. De ser una familia unida pasamos a estar todos divididos.
-Estas pruebas de la vida, generalmente nos lleva a dos extremos: a alejarnos completamente del Señor; o a unirnos mas que nunca a El, pero seguir igual que siempre eso es casi imposible.
Siguiendo con la historia, yo me alejo de toda actividad de la Iglesia a un en contra de mis familiares cercanos, que siempre me pedían que regrese.
Poco a poco siento que mi vida va perdiendo un sentido, y ando como un fantasma sin rumbo… Me alejo de la Iglesia, de mis amigos, y hasta de la escuela; aprovechando que no tengo ninguna autoridad fija. Pero mantengo vivo el consejo que me dio una joven de la parroquia: “nosotros tenemos que aprovechar cada día que Dios nos regala para acercarnos a El, para alimentarnos de El.
Si nos alimentamos solamente los fines de semana, es como si viviéramos desnutridos”
Por eso en los momentos que tenía libre y no quería volver a mi casa, participaba de la misa y a veces de la confesión; pero siempre lejos de los lugares donde me conocían.
Luego con el tiempo mi mamá empieza a mejorar, así que todos mis hermanos comienzan a regresar. Y, por un tiempo vuelve a ser una familia estable.
Lástima que eso no duró mucho, y Dios nos tenía preparada una última prueba.
En julio del 2009 mi madre va hacerse un control médico, pero debido a un derrame cerebral, ella ya no regresa.
Regreso a la vida activa en la Iglesia.
Como lo mencioné al principio, Dios se vale de muchos “instrumentos” para enseñarnos, corregirnos, guiarnos o simplemente para demostrar su presencia.
Agradezco al Señor que, durante todo ese período de prueba, el demostró que estaba con nosotros a través de todas las personas de los diferentes movimientos y grupos parroquiales, o escuelas que nos ayudaron.
Creo que también eso fue algo cuestionante para mí, e influyó a que yo regrese a la actividad parroquial a fines de ese año, en otro ámbito y en otro grupo. Fue el golpe que necesitaba para regresar.
Con el tiempo comienzo a reorganizar mi vida: me trazo metas, planes, propósitos de viajes a Uruguay con una amiga; me inscribo en una carrera; vuelvo a participar de retiros y encuentros juveniles, etc.
En fin, estoy totalmente tranquila. Pero hay que tener cuidado con el Señor, porque llega cuando uno menos lo espera… Y, a mí, me agarró desprevenida.
Cambio de rumbo.
En el año 2011 llegan por primera vez a Concepción del Uruguay dos hermanas misioneras “Apóstoles de la Palabra” en busca de vocaciones, y se encuentran con una de mis hermanas; y ella que aún recordaba esa decisión que tomé siendo niña, me dio la invitación a mi.
En conclusión, decido pasar mis dos meses y medio de vacaciones con las hermanas, antes de comenzar mi carrera. Pero al final esos dos meses y medio se convirtieron en siete años de plena misión.
Hoy por hoy me encuentro en Mexico, realizando mi postulando. Y, puedo afirmar lo que decía siendo chica: “Ser misionera es una gran aventura”, es la noble aventura a la que Dios nos llama desde nuestro bautismo.
Uno nunca se imagina a donde él nos llevará, con quien nos iremos a encontrar…
Hay gente que te recibe bien, como viendo en vos a un enviado del Señor; y otros no te reciben tan bien. Pero uno tiene que tener bien en claro que no es a uno a quien rechazan, sino a Cristo (Jn 15, 18); y no es a uno a quien escuchan, sino que es el mismo Cristo quien habla a través de uno (Mt 10, 20)
Cada país, cada cultura, cada familia que uno se encuentra, es un nuevo mundo que se abre en frente de nosotros demostrando lo más hondo que hay en ellos; esa necesidad de encontrarse con un Cristo que no castiga, sino que escucha, perdona y ama a todo aquel que lo busca.
Ojalá también ayá, donde están ustedes, surjan jóvenes valientes que decidan darle a Dios un tiempo de sus vacaciones, o quien sabe: toda la vida.
Que el Señor los bendiga.
¡Cuenten con mis oraciones!
Hna. Cecilia Inés Bourlot
Misionera “Apóstol de la palabra”
En cada testimonio hay una aventura, y en cada aventura queda un lindo testimonio.
Sin lugar a dudas este es uno de esos testimonios, los cuales uno no puede dejar de leer. adentrándose en una historia noble y conmovedora, que envuelve al lector, en esta prueba de amor hacia Cristo.
La felicito hermana por perseverar, recordando la frase del Querido Padre Jorge Loring. (Dios pone casi todo y tu pones casi nada pero si tu no pones tu casi nada, Dios no pone su casi todo.
Saludos en Cristo y Maria Santísima desde Manzanillo, Colima México.
Muchas gracias por su comentario hno. Dios le bendiga.
Me di tiempo a leer su testimonio y me gusto, el saver que Dios nos esta llamando siempre y usted después de las pruebas lo acepto y siguió el camino que El le preparo la felicito y que Dios la siga llevando por su camino y usted, este siempre dispuesta a escuchar, ahora le pido oración por mi y nuestra labor aquí en chicago Il usa.gracias y bendiciones.
Muchas gracias por su comentario hno. Juan Dios le bendiga.
Muchas gracias por su comentario.