La oportunidad de proclamar la cooperación singular de María en la redención de Cristo
- Un tiempo de discernimiento eclesial
La historia de la teología mariana enseña que los dogmas sobre la Virgen María no han surgido por entusiasmo devocional, sino como fruto maduro de la reflexión de la Iglesia sobre la obra redentora de Cristo. Así ocurrió con el dogma de la Inmaculada Concepción (1854) y con el de la Asunción (1950): ambos fueron proclamados no tanto para “ensalzar” a la Santísima Virgen María, sino para profundizar en el misterio de Cristo y en la vocación de la humanidad redimida.
En nuestros días, algunos teólogos y fieles se preguntan si ha llegado la hora de reconocer, en el nivel más alto del Magisterio, la cooperación singular de María en la obra redentora de su Hijo, como “Madre asociada al Redentor” (cf. Lumen gentium 61).
Más que un título ambiguo o polémico (“Corredentora”), el posible dogma pondría en relieve una verdad ya presente en el depósito de la fe: la participación única, subordinada y maternal de María en el sacrificio de Cristo.
- Fundamento bíblico y teológico
Desde las primeras páginas de la Sagrada Escritura, la mujer aparece misteriosamente asociada al destino redentor del hombre (cf. Gn 3,15).
En el Evangelio de san Juan, María se muestra íntimamente unida a la “hora” de Jesús (cf. Jn 2,4; 19,25-27). A los pies de la cruz, su compasión obediente y activa la hace participar de modo singular en la entrega redentora de su Hijo.
San Pablo habla de la colaboración de los miembros del Cuerpo de Cristo en su obra redentora (cf. Col 1,24). Si los fieles pueden “completar en su carne lo que falta a la pasión de Cristo”, cuánto más la Madre que lo engendró y ofreció por nosotros.
Teológicamente, esta cooperación no añade nada a la eficacia del único Redentor, sino que manifiesta su sobreabundancia: Cristo quiso asociar a su Madre al misterio de la salvación, como primicia y modelo de la Iglesia, esposa y colaboradora del Redentor.
- El Magisterio: de la afirmación implícita a la prudencia pastoral
El Magisterio de la Iglesia ha reconocido con claridad esta cooperación:
• Pío X (Ad diem illum, 1904): María fue “asociada a Jesucristo en la obra de la salvación humana de una manera semejante a como Eva había sido asociada a Adán en la ruina del género humano”.
• Pío XII (Munificentissimus Deus, 1950): habla de la “lucha común de la Virgen y su Hijo contra el enemigo infernal”.
• Concilio Vaticano II (Lumen gentium 61-62): enseña que la Virgen fue “asociada generosamente a la obra de su Hijo, con obediencia, fe, esperanza y ardiente caridad, para restaurar la vida sobrenatural en las almas”.
• San Juan Pablo II (Redemptoris Mater, 1987): profundiza en la cooperatio materna, evitando el término “corredentora”, pero destacando el valor teológico de esta colaboración singular.
La reciente nota “Mater Populi Fidelis” (DDF, 2025) no niega esta verdad; simplemente desaconseja el uso del título “Corredentora” por razones de claridad pastoral y cristológica, reiterando que María tiene una cooperación “singular, subordinada y ejemplar” en la obra de Cristo.
- ¿Oportunidad o riesgo de una definición dogmática?
Hoy, la proclamación de un dogma sobre la cooperación singular de María podría ofrecer una triple oportunidad eclesial:
- Cristológica: ayudaría a redescubrir que la redención no es un acto aislado de Cristo, sino un misterio de comunión que incluye a la Iglesia y, en su culmen, a la Madre del Señor.
- Eclesiológica: presentaría a María como tipo y modelo de la Iglesia en su misión de colaborar con Cristo en la salvación del mundo.
- Antropológica y pastoral: en una cultura individualista, recordaría que la salvación no se recibe pasivamente, sino que implica cooperar con la gracia.
Sin embargo, la prudencia pastoral aconseja que una eventual definición dogmática evite ambigüedades terminológicas. Más que hablar de “Corredentora”, podría expresarse como:
“La Santísima Virgen María fue asociada de modo singular y subordinado a la obra redentora de Cristo, participando con Él en el misterio de la salvación como Madre y Sierva del Señor.”
- Conclusión: la cooperación que nace del amor
La historia muestra que cada dogma mariano ha nacido del sensus fidei del pueblo de Dios, purificado y confirmado por el Magisterio. Si en el futuro la Iglesia discerniera proclamar solemnemente la cooperación maternal de María, no sería un “triunfo mariano” frente a Cristo, sino una confesión más plena del amor redentor de Dios, que quiso necesitar de una Madre para llegar al corazón del hombre.
“María, la Mujer del Fiat, permanece unida al sacrificio de su Hijo: no como causa de redención, sino como la que consiente plenamente en la obra del Redentor. En esa cooperación, el amor humano se une al amor divino para la salvación del mundo.”
(cf. Redemptoris Mater 39)
Referencias bibliográficas
• Concilio Vaticano II, Lumen gentium 56-62.
• Pío X, Ad diem illum (1904).
• Pío XII, Munificentissimus Deus (1950).
• San Juan Pablo II, Redemptoris Mater (1987).
• Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Mater Populi Fidelis (2025).
• Joseph Ratzinger, La hija de Sión (Madrid: BAC, 1992).
• René Laurentin, Breve tratado de teología mariana (Madrid: BAC, 1998).





