Nada nuevo bajo el sol (Ecl 3,15). Sectas ayer y sectas hoy. Soberbia y fariseísmo.
¿La solución? Fidelidad a la Iglesia fundada por Cristo.

El plan de Agustín: ser el buen pastor

«Volveré al redil la oveja errante, buscaré a la descarriada; quieran o no quieran, éste es mi plan. Y aunque para ir a donde están me laceren los pinchos del matorral, me calaré por todas las angosturas, derribaré todos los obstáculos; según las fuerzas que me diere el Señor, que me aterra con su Evangelio, apelaré a todos los medios, revocaré a la oveja descaminada, iré en pos de la perdida. Si no quieres aguantarme, no yerres, no perezcas» (Serm. 46, VII, 14. PL, 38, 278).
Aquí está el ejemplo del verdadero pastor, que no deja escapar tan fácilmente a las ovejas. ¿Qué pensaría San Agustín, mirando la apatía de tantos pastores de hoy que se dejan robar las ovejas debajo de sus narices sin levantar ni un dedo?

Dar razón de la propia fe

«Dondequiera que le rogasen, acudía pronta y alegremente, con provecho y crecimiento de la Iglesia de Dios, dispuesto siempre a dar razón a los que le pedían de su fe y esperanza en Dios» (San Posidio, Vida de San Agustín, cap. IX).
¿No es esto lo que estamos haciendo los que trabajamos en el campo de la defensa de la fe? Acudir en ayuda del católico, acosado por las insidias de las sectas, siempre dispuestos a dar razón de nuestra fe y esperanza en Dios.

Hipocresía y calumnias

«(San Agustín) se esforzó para que fuera conocida por todos la falsedad de su causa (de los herejes), y convocándolos a reuniones públicas, no se atrevieron a comparecer» (o.c.)
«Desconfiando de su causa (los herejes) ni siquiera se dignaban contestarle, y se daban a la más furiosa ira, divulgando en privado y en público que Agustín era un seductor y embaucador de almas…» (o.c.).
«Los donatistas no querían reunirse con los católicos. «Es indecoroso que los hijos de los mártires se reúnan con la raza de los traidores», había dicho Primiano» (Capanaga, Victoriano, Algunas notas en la vida de San Agustín, Obras de San Agustín, Tomo 1, p. 416, Madrid 1946).
«Apenas los dos contendientes se separaron, irritado y furioso, el arriano comenzó a defender su error con muchas patrañas, blasonando victoria y dando por vencido a San Agustín, tan alabado por boca de la multitud» (San Posidio, o.c., cap. XVII).
Como se ve, cambian los tiempos, pero las sectas siguen siempre con los mismos cuentos y las mismas trampas.

Frutos abundantes

«En toda esta campaña fue Agustín el miembro principal del cuerpo del Señor, siempre solícito y vigilante para trabajar eenn pro de la Iglesia; y por voluntad de Dios, tuvo,aún en esta vida, la dicha de gozar del fruto de sus sudores, gozando en el Señor, porque se habían reducido tanto los maniqueos, donatistas y paganos, convirtiéndose a la verdadera fe» (San Posidio, o.c., Cap. XVIII).
¿Quién, trabajando en el campo del sectarismo, no ha tenido una experiencia tan consoladora?

Respeto, compromiso y claridad

«Esforcémonos de no dar el calificativo de herejes a esos hermanos nuestros que diseminan tales errores, si bien podemos darles ese nombre, pero lo evitamos. Los soporte con piadosas entrañas la Madre para sanarlos, para sacarlos de su error, para no llorarlos muertos.
Progresan demasiado; apenas se les puede tolerar, se necesita mucha paciencia con ellos. Pero no abusen de esta longanimidad de la Iglesia; mejor que se corrijan.
Como amigos les damos este consejo; no litigamos con ellos como enemigos. Murmuran de nosotros, los sufrimos; pero no contradigan a la regla de la fe, no contradigan a la Iglesia santa, que todos los días se esfuerza por remitir el pecado original en los niños.
Se trata de algo fundamental. Se ha de tolerar al discutidor que yerra sobre cosas todavía no bien determinadas ni confirmadas con la plena autoridad de la Iglesia; hay que curar con paciencia el error, pero es demasiado empeñarse en socavar los fundamentos de la Iglesia.
No conviene aún ir más adelante, y nuestra tolerancia no es digna de reprensión; pero tampoco nos hagamos dignos de censura por nuestra negligencia. Esto baste ahora a su caridad; pórtense con ellos, con los que conocen, con amistad, con espíritu fraterno, con dulzura, con amor, con dolor; despliegue su piedad todos los recursos, porque después habrá de aborrecer la impiedad» (serm 294, XXI, 20. PL, 38, 1 348).
Ecumenismo ante literam, buscando la unidad en la verdad y el amor.

La Iglesia y las sectas

«Como la división y la discordia hacen a los herejes, la paz Y la unidad forman a los cristianos» (Contr. lit Pet., II, 95, 219. PL, 43,333).
No todos los herejes están diseminados por toda la faz de la tierra, y con todo no faltan en ninguna parte. Unos están aquí, otros allí; pero se ven en todas partes. No se conocen a sí mismos. Hay sectas en África, en el Oriente, en Mesopotamia, en Egipto. Una misma madre, la soberbia, las engendró; así como una Madre, nuestra santa Iglesia, engendró a los fieles repartidos por el orbe.
Ella conoce las sectas, porque entre todas anda mezclada. Es como una vid que, desarrollándose, se ha extendido por todas partes, mientras los herejes son como sarmientos inútiles, cortados por la podadera del dueño por causa de su esterilidad para que la vid fuera conocida no amputada. Los sarmientos quedaron allí donde fueron cortados; pero la vid, creciendo por todas partes, conoce los sarmientos, que mantiene unidos, y los que al ser cortados quedaron junto a sí (Serm 46 VIII, 18.PL., 38,680).

La Iglesia, Madre nuestra

Nuestro primer nacimiento fue de un hombre y de una mujer; nuestro segundo nacimiento procede de Dios y de la Iglesia» (Serm. 121,4 PL 38,680).
«Alegren con su progreso al Padre y no contristen con su retroceso a la Madre. Amen lo que serán. Porque serán hijos de Dios, hijos de la adopción. Su padre es Dios, su Madre es la Iglesia» (Serm. 216, VII, 7.PL., 38, 1.080). Fuera del calor del seno de la Madre, morirán de hambre» (En. in Ps. 130, 14. PL., 1.715).

La Iglesia, castillo de la fe

«Múltiples errores, diversas herejías, diversos cismas por doquier; lenguas innumerables contradicen la verdadera doctrina; pero tú, refúgiate en el tabernáculo de Dios, arrímate a la Iglesia Católica, no te desvíes de la verdad, y te verás protegido, en el tabernáculo, de las contradicciones de las lenguas» (En.in ps. 30,serm. 3,8.PL., 36, 253).

Amor a la Iglesia

«Amemos a Dios, nuestro Señor; amemos a su Iglesia; aquel como Padre, a ésta como Madre; aquél como señor, a esta como esclava. Amen, pues, carísimos hermanos, unánimemente a Dios Padre y a la Iglesia Madre» (En. in ps. 88, serm. 2,14.PL, 37,1.140). Sin comentario.