Dichoso el que lee y dichosos los que escuchan las palabras de este mensaje profético y hacen caso de lo que aquí está escrito, porque el tiempo de su cumplimiento está cerca. Apocalipsis 1:3
Martes 30 de Agosto de 2005
México
Así reza el versículo bíblico de una escultura mandada a hacer especialmente de granito, mármol y bronce en una calle del corazón histórico de la Ciudad de México.
El reverendo Abner López, secretario general de la Sociedad Bíblica de México, dijo que aunque para los políticos de la capital, es decir, el gobierno federal, un monumento a la Biblia podría parecer de poca importancia, «no lo es para los quince millones de evangélicos de nuestro país».
«No debe verse simplemente como un acto religioso, sino como símbolo del creciente pluralismo en la política y la religión que México está experimentando».
En algunas partes de México, marcadamente en el Estado de Chiapas, en los últimos años se ha visto la división a veces violenta, social y religiosa, y la opresión de los evangélicos, en particular. Fue esta situación la que llevó a la Sociedad Bíblica a producir el folleto titulado La Biblia y los derechos humanos, que en la actualidad se está traduciendo a las lenguas indígenas del país.
Pero el monumento a la Biblia, dijo el reverendo López, confirmó que México vivía ahora una nueva era, una época de pluralismo y democracia que sin lugar a dudas abriría paso a una sociedad más justa y sin censuras, y a una época de mayor armonía entre sus gentes.
Alejandro Encinas, Gobernador del Distrito Federal de México (en los alrededores de la Ciudad de México) compartió esa opinión. La Ciudad de México, dijo, era un crisol, un mestizaje en la que las expresiones culturales más diversas, incluso las distintas religiones, se mezclaban. Y allí en las plazas, jardines, calles y alamedas se respiraba un clima de tolerancia y pluralismo.
Algo histórico
Cuando describía la calle en la que se encuentra el monumento, la Calle de Gante, como una de las avenidas más hermosas del centro histórico de la ciudad, recordó que esa calle llevaba el nombre de Fray Pedro de Gante, un misionero franciscano del siglo XVI, oriundo de Flandes, que fue gran defensor de los indios y fundó la primera escuela para los indios en la Ciudad de México.
«[Esta calle] es un legado», dijo, «de hombres y mujeres que hicieron que nuestra identidad fuera posible; es un espacio abierto a las ideas».
Quince denominaciones eclesiásticas colaboraron con la Sociedad Bíblica en el proyecto de erigir el monumento.
«Alguien me conducía la mano», dijo Tosia Malamud, la escultora que recibió el encargo de esculpir el monumento. «Mi trabajo en este monumento fue diferente a otros trabajos: más emotivo», dijo. « Me encantó el trabajo que hice y espero haber interpretado la idea que tenían en mente los que me encomendaron la obra».
El monumento a la Biblia, que mide cuatro por tres metros, tiene más de dos metros de alto y está esculpido en granito italiano y mármol mexicano. En la parte superior, adonde se llega por tres escalones de mármol, hay un fundido de bronce que muestra, a la izquierda, un rollo con el texto de Apocalipsis 1:3 en hebreo, arameo y griego. Al lado derecho de los textos, el papel del rollo se convierte en la página derecha de un libro abierto, en el que se repite el texto en español y en náhuatl.