¿Por qué muchos, en nombre del ecumenismo, no hacen nada para ayudar a los católicos que se encuentran acosados por las sectas y corren el riesgo de perder la fe? ¿Qué entienden por ecumenismo?
Querido Padre:
Desde hace muchos años le estoy siguiendo la pista con mucho interés. En realidad simpatizo mucho con su postura frente al problema de las sectas, postura que me parece muy acertada.
No entiendo porqué muchas veces hasta gente muy comprometida con la Iglesia y miembros del mismo clero se oponen a su labor en nombre del ecumenismo. En el fondo, ¿qué pretende está gente? ¿Acaso prefieren que todos los católicos se vayan con las sectas?
¿De dónde les viene este afán destructor con relación a la Iglesia Católica? ¿Por qué no mueven ni un dedo para ayudar al católico que se encuentra en alguna dificultad con relación a la fe?
Según ellos, todas las religiones son igualmente buenas; si un católico prefiere pasarse a una secta, no hay que molestarlo, que haga lo que considere más conveniente.
Así que las sectas pueden hacer todo lo que se les dé la gana para confundir a los católicos y llevárselos a sus grupos, mientras nosotros no tenemos que hacer nada para aclarar las cosas. ¿ Es eso ecumenismo?
No falta alguien que llegue hasta a empujar a los católicos a participar en sus cultos y leer su literatura.
¿Cómo ve Usted todo eso? Me gustaría una respuesta.
Elena Gómez
México, D.F.
A mi me parece que esto está muy mal. Es que esos señores no han entendido lo que es el verdadero ecumenismo, que busca al diálogo con miras a la plena unidad en la única Iglesia de Cristo, bajo la guía del sucesor de Pedro.
Al ver la meta tan lejana y casi imposible de alcanzar, teniendo presente la situación actual, prefieren pensar que con el simple hecho de estar juntos y hablar, ya se realizó el sueño de Cristo, que quiere la unidad entre sus discípulos (In 17,21). Sería como afirmar que con el simple hecho de mirar hacia la cumbre, ya se escaló la montaña.
Por eso, hablan de «unidad en la diversidad», como si las diferencias en el campo doctrinal y moral fueran simples puntos de vista secundarios que no afectan el núcleo central de la fe cristiana, sino que lo enriquecieran al proporcionarnos una visión más amplia y complementaria del dato revelado.
Así que creer o no en la presencia real de Jesús en la Eucaristía, aceptar o no el matrimonio entre homosexuales, estar en favor o en contra del aborto, no tendría mayores consecuencias para la fe; al contraria representaría un valioso aporte para conseguir un conocimiento más profundo y completo del mensaje de la salvación.
Evidentemente se trata de un absurdo, aunque no faltan pastores de almas y teólogos, que andan por este camino tan equivocado. Es lo que yo defino como «ecumenismo salvaje», irrespetuoso por la verdad y el pueblo católico, al que tendría que servir. Un ecumenismo de salón, una pose y nada más para decir que se está haciendo algo y seguir gozando del presupuesto; un ecumenismo que acarrea solamente confusión y a la postre, en lugar de favorecer, más bien daña la causa de la unidad.