Mientras las sectas y las nuevas formas de religiosidad perturban profundamente el mundo católico, muchos teólogos y pastores de almas sueñan con un diálogo que solamente es posible en otras latitudes. ¿Por qué no hacen el esfuerzo por ser más realistas, dando una respuesta a la problemática que los afecta directamente?
Estimado Padre Amatulli:
En el mes de octubre p.p. se realizó un congreso misionero en la diócesis de San Miguel, en las afueras de Buenos Aires, Argentina, donde tenemos la sede principal los Apóstoles de la Palabra. Tuvimos la oportunidad de difundir nuestra literatura, presentar nuestro carisma, dar un testimonio acerca de nuestra actividad y llevar a cabo un taller sobre sectas, La respuesta fue muy positiva.
A raíz de esto me invitaron a participar en el COMLA VI y CAM I en Paraná. Un sacerdote me pagó el boleto de viaje y la inscripción. No me permitieron llevar nuestra literatura. Solo llevé algo en mi mochila, tratando de regalar algún folleto por aquí y por allá y tomando contacto con algunos sacerdotes y obispos.
Fue muy hermoso, pero ¡cuánta confusión en tantos «misioneros»! Ellos no tienen la culpa, sino los que los forman. Yo me anoté en el taller sobre el Ecumenismo. Bastó un poco para darme cuenta de la realidad. Se habló muy bien del diálogo ecuménico y de las religiones, pero nada sobre las sectas.
En los momentos de descanso aprovechaba para hablar con alguien sobre el asunto de las sectas.
Entre otros, me topé con un sacerdote, que me preguntó porqué utilizamos la palabra «sectas», que le parecía muy fuerte. Era encargado del Ecumenismo en Perú. Luego encontré a una religiosa de Brasil. Peor aún. Me dijo que era cerrada, que fuera a estudiar más, que no sabía lo que había dicho el Papa, que hay que hacer ecumenismo con todos, hasta con los testigos de Jehová.
Para ella todo era Ecumenismo, no había otra cosa que hacer que el Ecumenismo. El Ecumenismo era la gran panacea para resolver cualquier problema. Pero en la práctica no aceptaba ningún diálogo. Afirmaba y ya. Ella lo sabía todo. Todos los que estamos trabajando en el asunto de las sectas para ayudar a los católicos a no dejarse confundir y sacar de la Iglesia, según ella andamos mal.
No se imagina Usted las ganas que yo tenía de subirme al escenario, tomar el micrófono y… Ya llegará el momento. Mientras tanto seguía hablando, aclarando y haciendo tomar conciencia a todos los que aceptaban dialogar conmigo acerca del problema de las sectas. Ahora entiendo mejor lo que Usted dice en sus discursos y en sus libros acerca de esta enorme confusión que existe con relación a un mal entendido Ecumenismo, que está causando tantos estragos en las filas católicas, al dejar a la gente desamparada frente a los ataques de las sectas.
Cuando llegué a la casa, tomé un lapicero y una hoja, y escribí una carta a todos los obispos de Argentina, la pasé a la computadora, la firmé, le puse el sello y envié una copia a todos. Una semana después me llegó la respuesta del obispo de Añatuya, encargado de las Misiones a nivel nacional. Quería entrevistarse conmigo, estando interesado en el problema de las sectas. Ni tarde ni perezosa fui a la capital donde me citó y acordamos para su diócesis una charla para los sacerdotes y las religiosas. Le hablé acerca de la experiencia que hemos tenido en las diócesis de San Miguel, San Luis y tantas otras más. Quedó muy sorprendido.
Como ve, el Señor nos está abriendo camino poco a poco. Es que no puede dejar a su Iglesia sin el alimento que realmente necesita en este preciso momento. Por mientras, no dejemos de orar pidiendo al Señor que mire con bondad a su Iglesia amenazada por un sinfín de herejías y le permita contar con aquellos pastores que realmente necesita, llenos de celo apostólico y amor por la verdad.
El próximo Congreso Misionero será en Guatemala. Tenemos que hacer algo para que se trate un problema que realmente interese al pueblo latinoamericano. En realidad, en Argentina se trató el tema del Ecumenismo y el Diálogo Interreligioso con las grandes religiones, como sí las sectas no existieran, a sabiendas de que representan un verdadero problema para la fe del pueblo católico. Es que, como dice Usted, quieren aplicar la misma medicina a enfermedades diferentes, lo que representa un absurdo.
Disculpe, Padre, por este largo desahogo. Lo necesitaba, Ahora me siento mejor y con más ganas para seguir luchando a favor de mis hermanos católicos, tan necesitados de una palabra clarificadora frente a los múltiples ataques de las sectas.
Siempre unidos en la oración.
Su afma. en Cristo
Hna. Regina Méndez
Apóstol de la Palabra
Tolerancia religiosa y diálogo ecuménico e interreligioso Sin duda, el diálogo ecuménico e interreligioso representa una de las grandes conquistas, que se están realizando a partir del Concilio Ecuménico Vaticano II (1962 1965). La reciente Declaración Conjunta sobre la Doctrina de la Justificación, de parte de la Federación Luterana Mundial y la Iglesia Católica, son una muestra de cuánto se puede avanzar por el camino del entendimiento y la unidad, cuando hay buena voluntad de parte de todos.
Sin embargo, aquí el problema es otro. Entre nosotros la presencia de las iglesias históricas es muy reducida. Nuestro verdadero problema son las sectas y las innumerables formas de nueva religiosidad, que están perturbando profundamente el tejido católico de nuestros pueblos latinoamericanos.
¿Dónde está el error de muchos teólogos y pastores de almas que trabajan en el contexto latinoamericano? El error está en el hecho que se están fijando más en lo que está sucediendo en otras latitudes que en lo que acontece a su alrededor. Parece que, frente al fenómeno de las sectas y la nueva religiosidad, se sienten incapaces de lograr una exacta percepción del problema y mucho menos darle una respuesta adecuada. Entonces se refugian en el pasado, abocándose a una problemática que fácilmente pueden manejar, aunque no tenga nada que ver directamente con la situación concreta de sus feligreses.
Error histórico
Está pasando ahora lo que pasó en la Edad Media: mientras los Concilios se preocupaban por sanar la herida del Cisma de Oriente (año 1054), se estaba gestando el Cisma de Occidente (año 1517) con la Reforma Protestante. Se miró demasiado hacia el pasado, descuidando el presente.
Lo mismo está sucediendo ahora: mientras estamos mirando al pasado, para sanearlo, estamos descuidando el presente, dejándolo sin una respuesta oportuna y permitiendo que la situación empeore cada día más. Corremos el riesgo de volvernos en un club, el club de los que añoran el pasado, el club de los viejitos, dejando a la juventud sin orientación, en manos de gente sin escrúpulo, que hace de la religión una manera como otra para hacer negocio y pasarla bien,
Actitud creadora
Sin duda, no hay que dejar el pasado en el olvido, especialmente cuando las heridas quedan aún abiertas. Pero lo que más importa es enfrentar el presente con actitud creadora, no como simples espectadores, a ver qué pasa. Solamente así se construye la historia, en lugar de padecerla.
Iglesia y Sectas, Enero de 2000, No. 29.