Parecen verdades y son mentiras. FALACIAS que han hecho historia y nos han hundido.

Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap.

¿Qué es una falacia? Algo que parece verdad y es mentira. Desgraciadamente también en el mundo católico existen falacias, es decir, opiniones que se aceptan sin reflexionar, como si fueran verdades. Lo peor del caso es que no se trata de algo que afecta solamente a las masas ignorantes y alejadas. Gran parte de los agentes de pastoral y del mismo clero piensan lo mismo y actúan en consecuencia.

Esto representa sin duda una prueba evidente del estado de decadencia en que actualmente se encuentra

nuestro catolicismo en general, más allá de toda retórica y buenas intenciones. En este contexto, la situación en que se encuentra algún pueblo, en el cual casi desapareció la presencia católica, se vuelve en

un signo emblemático de lo que nos puede pasar en gran escala, si no nos decidimos a enfrentar con seriedad el problema pastoral, luchando por abrir nuevos caminos para superar el actual estado de indolencia e inercia, que por lo general está dominando nuestros ambientes.

– Piedad popular.

Falacia:

¡Pobre gente! Es difícil que comprenda y viva plenamente el Evangelio. Le falta tiempo y capacidad. ¿Por qué quitarle lo poco que tiene, con el riesgo de dejarla sin nada? ¿Por qué condenarla al infierno? En el fondo, está haciendo lo que puede.

Por otro lado, posee un sentido muy profundo de Dios, todo lo sagrado y el más allá. Que siga adelante por el camino que ya conoce. Es su manera de entender y vivir la fe. Es su caminito para acercarse a Dios y alcanzar la salvación. ¿Qué derecho tenemos a meternos en su vida y perturbar su fe?

Aclaración:

Una cosa es constatar la situación, en que se encuentran las masas católicas, por ignorancia y hasta cierto punto sin culpa propia, y otra cosa es ver todo esto como un hecho normal, como si se tratara de un plan de Dios para la salvación de las masas, sin reconocer, como pastores, nuestra responsabilidad con relación a este fenómeno.

En realidad, no se trata de quitar nada, sino de ayudar a las masas católicas a dar pasos concretos hacia la plenitud en Cristo y su Iglesia. Sin embargo, ¿qué está pasando en la práctica? Que se empieza con reconocer la «Piedad Popular» como un caminito de salvación, a la insignia del octavo sacramento representado por la ignorancia, y se termina por afianzarla más en beneficio propio, manejando actitudes y prácticas muy discutibles en el plan pastoral, que no tienen nada que ver con el auténtico espíritu cristiano, y dedicando a dichas prácticas tiempo y energías, que se podrían emplear muy bien para ayudarlas a madurar en el sentido correcto. En lugar de «purificar» la Piedad Popular, con su actitud irresponsable la enredan y confunden más.

¿Y por qué todo eso? Por el amor al maldito dinero. Por ese amor los filósofos se vuelven sofistas y los teólogos charlatanes. Como dijo San Pablo: «El amor al dinero es la raíz de todos los males» (1Tim 6,10).

– Imágenes.

Falacia:

Es muy difícil y peligroso tratar de aclarar a las masas católicas en general el sentido auténtico de las imágenes. Puesto que se trata de creencias muy arraigadas, transmitidas de generación en generación, cualquier intervención de nuestra parte puede provocar en ellas una reacción violenta, como de hecho ha sucedido en distintas ocasiones.

Por lo tanto, para evitar problemas, es mejor dejar las cosas como están. Por otro lado, para algo sirven, por lo menos para ayudar a las masas católicas a expresar y afianzar su fe y pertenencia a la Iglesia. Más aún: ¿Por qué no aprovecharnos de las imágenes para evangelizar, haciendo procesiones y peregrinaciones, que sin duda tienen el poder de convocar a mucha gente?

Aclaración:

¿En qué consiste el papel profético dentro de la Iglesia? ¿En transmitir la fe de manera tal que nadie se moleste? ¿Y el ejemplo de Cristo, los apóstoles y tantos profetas de la antigüedad, que llegaron hasta dar la vida con tal de proclamar siempre y toda la verdad, no obstante todos los peligros que esto representaba?

Aquí se repite lo de antes: se empieza con una apariencia de amor y comprensión hacia los más pobres e ignorantes y se termina por explotar su credulidad, organizando un montón de cosas alrededor de las imágenes, en lugar de ayudar a nuestra gente a madurar en la fe.

¿Qué sentido tienen, para los que actúan de esa manera, las palabras de Jesús: «La verdad los hará libres» (Jn 8,32)? A veces me pregunto: ¿Será mala fe? ¿O es que los mismos agentes de pastoral, al manejar la religiosidad popular sin espíritu de discernimiento, han caído en la trampa de las masas ignorantes y por lo tanto piensan y actúan como ellas, perdiendo el sentido auténtico de la fe?

Veamos el ejemplo de la devoción a la Virgen de Fátima. Un mensaje estupendo: conversión, oración y penitencia. ¿Y qué pasa? Que, para querer adaptarlo a las masas populares, lo abaratan, haciendo estatuas e imágenes y organizando peregrinaciones, poniendo en segundo término u olvidando con eso el motivo más profundo de tal devoción. Y todo esto viene desde arriba; no se trata de algo realmente popular, que surge del pueblo y sirve para el pueblo, que, como sabemos, reinterpreta todo a su manera.

– Fiestas religiosas.

Falacia:

Así es nuestro pueblo. Le gusta la pachanga. Es fiestero de por sí. ¿Qué le podemos hacer? Tenemos que  aprovecharnos de las fiestas religiosas para evangelizarlo.

Aclaración:

Evangelizarlo ¿cómo? ¿Organizando bailes con borracheras, en contubernio con las autoridades civiles? Claro que podemos aprovecharnos de las fiestas religiosas populares para evangelizar a las masas católicas. Pero, en

este caso, tendríamos que cambiar muchas cosas en la manera de celebrarlas, haciendo un amplio uso del teatro, la música, la poesía, el canto y tantas cosas más, que atraen al pueblo, pero al mismo tiempo lo educan en la fe.

Pues bien, ¿se está haciendo algo en esta línea? Poco o nada. Con el pretexto de que se trata de algo propio del pueblo, en lugar de intervenir para aclarar las cosas y volverlas realmente cristianas, se interviene para afianzar creencias y actitudes totalmente contrarias al espíritu cristiano.

– Proselitismo religioso.

Falacia:

¿Por qué estar peleando contra los que tienen otras creencias? Que cada quien crea en lo que quiera. Por otro lado, todos estamos buscando al mismo Dios. Si alguien prefiere irse con otro grupo religioso, que lo haga con toda libertad. También allá encontrará algo bueno, que lo va a ayudar para acercarse más a Dios.

De todos modos, nosotros no nos damos abasto para atender a tanta gente. Qué bueno que haya alguna otra opción para la gente, que de otra manera se quedaría sin nada. Algo es algo. Peor es nada. Mejor un buen protestante que un mal católico.

Y si alguien te acusa de adorar las imágenes, ¿qué le contestas? Que tengo todo el derecho de hacerlo. ¿Qué les importa a los demás, si yo quiero adorar una piedra o un árbol?

Aclaración:

Se trata de la interpretación «popular» de los principios del ecumenismo, basados en el respeto y la tolerancia hacia los que tienen otras creencias. Lo preocupante del caso es que son ideas presentes en muchos agentes de pastoral, que, basándose en estas ideas, lo único que saben hacer, es burlarse y reprimir a los que se preocupan por cuidar y defender su fe y quieren ayudar a los demás a hacer lo mismo, tachándolos de fanáticos e intolerantes.

En lugar de capacitarse para aclarar las dudas de los hermanos «débiles en la fe», los hunden más, con el pretexto de un malentendido ecumenismo. Parecen abiertos y comprensivos hacia los que tienen otras creencias, cuando en realidad son egoístas y flojos, al no preocuparse por conocer seriamente la doctrina católica y así estar en grado de ayudar a los que solicitan alguna orientación para despejar las dudas, que les ponen los grupos proselitistas.

Al mismo tiempo, en lugar de ver qué hacer para que todos los católicos sean debidamente atendidos, lo que implica grandes cambios al interior de la Iglesia, buscan cualquier pretexto con tal de seguir trabajando a su gusto y sin meterse en problemas, aunque esto tenga como consecuencia el abandono pastoral de gran parte del pueblo católico, que por lo mismo se vuelve en fácil presa de los grupos proselitistas.

Y así, desde adentro de la misma Iglesia, se está promoviendo el indiferentismo religioso. Algo realmente increíble, pero cierto. A veces me pregunto: «¿Dónde estará la raíz de todo esto? ¿No estará en el hecho que, dentro de la Iglesia, son demasiados los que han perdido el sentido de la verdad en el amor? (Ef 4, 15)».