A los Misioneros Apóstoles de la Palabra: luz del Evangelio en un mundo sediento de verdad
“¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que pregona la salvación!”
(Isaías 52,7)
Hoy, en esta jornada especial del Día del Apóstol, elevamos nuestra voz y nuestro corazón para dar gracias a Dios por el carisma, la entrega y el testimonio valiente de cada uno de ustedes, Misioneros y Misioneras Apóstoles de la Palabra.
Ustedes son herederos del fuego apostólico
Como los Doce que caminaron junto al Maestro, como san Pablo que no se detuvo ante cárceles ni naufragios, ustedes han recibido el llamado a anunciar la Verdad con la Biblia en mano y con el corazón encendido. Su vida entera se ha hecho eco de aquel mandato eterno:
“Vayan por todo el mundo y proclamen el Evangelio a toda criatura” (Marcos 16,15).
En cada catequesis, en cada casa del Apóstol, en cada formación a los católicos comprometidos y agentes de pastoral, en cada retiro o jornada bíblica, ustedes siembran la Palabra que no vuelve vacía. Son testigos de esperanza, educadores de la fe, servidores de la verdad, en un tiempo en que muchos dudan, olvidan o ignoran el Evangelio.
Hijos espirituales del Padre Flaviano Amatulli
Recordamos con gratitud la figura profética de nuestro padre fundador, el Padre Flaviano Amatulli Valente, quien soñó con un ejército de Apóstoles bíblicos que renovaran la Iglesia desde las bases, con amor a la Escritura, claridad doctrinal y pasión misionera. Hoy, ese sueño sigue vivo en ustedes, en su testimonio humilde y ardiente.
Ustedes no son simplemente predicadores: son centinelas, constructores, lámparas en medio de las sombras del relativismo, la ignorancia religiosa y la indiferencia espiritual.
¡Gracias por su sí!
Gracias por sus desvelos, por sus rodillas dobladas en oración, por sus jornadas incansables, por sus voces que siguen resonando como trompetas de Dios.
Gracias por cada joven que se compromete, por cada familia fortalecida en la fe, por cada Biblia abierta en el corazón del pueblo sencillo.
Gracias porque no han claudicado, porque siguen luchando, porque confían en el poder transformador de la Palabra.
Un llamado a renovar la llama
Hoy, Día del Apóstol, no es solo momento de celebración, sino también de renovación.
Renovar el amor primero.
Renovar el deseo de santidad.
Renovar el compromiso con la formación, con la unidad y con la fidelidad a Cristo y a su Iglesia.
Como diría san Pablo:
“Reaviva el don de Dios que hay en ti” (2 Timoteo 1,6).
Que el Espíritu Santo les conceda perseverancia, sabiduría, alegría y pureza en su vocación.
Y que María, Reina de los Apóstoles, los cubra con su manto en cada paso misionero.
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¡Feliz Día del Apóstol 2025!
La Iglesia los necesita. El mundo los espera. Cristo los envía.