“Conviértanse y crean en el Evangelio”

Queridos hermanos y hermanas en Cristo,

Hoy iniciamos la Cuaresma, un tiempo de gracia, un tiempo de conversión. Nos reunimos para recibir la ceniza, ese signo humilde y poderoso que nos recuerda dos verdades fundamentales: somos polvo y al polvo volveremos, pero también somos hijos amados de Dios, llamados a la conversión y a la vida eterna.

1. “Rasguen su corazón, no sus vestiduras” (Joel 2,12-18)

La primera lectura de hoy nos trae la voz del profeta Joel: “Todavía es tiempo, vuélvanse a mí de todo corazón, con ayunos, con lágrimas y con llanto. Rasguen su corazón, no sus vestiduras.”

Dios no quiere apariencias. No basta con hacer sacrificios externos, no basta con recibir la ceniza si nuestro corazón sigue endurecido. Él nos pide una conversión sincera, que nazca del alma. Nos llama a regresar a Él, a dejar atrás todo lo que nos aparta de su amor.

2. “Conviértanse y crean en el Evangelio” (Marcos 1,15)

Cuando en un momento más el sacerdote nos imponga la ceniza, nos dirá una de estas frases:

 • “Recuerda que eres polvo y al polvo volverás.”

 • “Conviértete y cree en el Evangelio.”

Ambas nos recuerdan lo esencial: nuestra fragilidad y nuestra esperanza. Sin Dios, nuestra vida es como el polvo que el viento se lleva. Pero con Dios, ese polvo se convierte en vida, en gracia, en eternidad.

3. “Tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará” (Mateo 6,1-6.16-18)

En el Evangelio de hoy, Jesús nos da tres claves para vivir la Cuaresma:

 • La oración: Para que nuestro corazón se llene de Dios.

 • El ayuno: Para aprender a dominar nuestros deseos y dejar que el Espíritu Santo nos guíe.

 • La limosna: Para compartir con los demás el amor de Dios.

Pero Jesús nos advierte: “No hagan esto para que los vean los demás.” Dios no mira nuestras apariencias, sino lo que hay en nuestro interior. No se trata de hacer sacrificios para sentirnos mejores que otros, sino de acercarnos más a Dios con humildad.

Conclusión: La ceniza es un nuevo comienzo

Queridos hermanos, la ceniza que hoy recibimos no es un adorno ni una costumbre vacía. Es una llamada a mirar nuestra vida con sinceridad y preguntarnos: ¿En qué debo cambiar? ¿Qué tengo que dejar atrás para vivir más cerca de Dios?

Hoy es el día para decidirnos:

 • Si hay rencor en tu corazón, perdona.

 • Si hay pecado en tu vida, arrepiéntete y vuelve a Dios.

 • Si te has alejado de la oración, regresa.

 • Si has olvidado al prójimo, acércate y ama.

Dios nos da esta Cuaresma como una nueva oportunidad. No la desperdiciemos. Acerquémonos a Él con un corazón sincero, y Él nos dará la alegría de la conversión.

Que María, Madre de la Misericordia, nos acompañe en este camino. Amén.