Un método popular para hacer frente al problema de las sectas. Sencillez y eficacia al mismo tiempo, mediante la dedicación y el entrenamiento práctico.

Las sectas: apantallar
Bien vestidos, extremadamente educados, amables y siempre dispuestos a prestar alguna ayuda. Parecen ángeles caídos del cielo. Hablan siempre de Dios y todo lo hacen por amor a Dios. La Biblia es su ley suprema. La llevan siempre consigo.
Todos sus modales son estudiados en los mínimos detalles Y miran siempre a impactar, Para ellos, toda la vida es un teatro. Parecen unos artistas profesionales, que se equivocaron de escenario.
Por lo mismo, cuando alguien tiene con ellos un trato más personal y duradero, fácilmente queda decepcionado. Se da cuenta de que todo fue un sueño, o mejor dicho un teatro. La realidad es bien diferente.
Ni modo. Es el estilo de las sectas: apantallar, impactar, Subyugar, atraer y después… decepcionar.

Promotores y Defensores de la Fe: preparación y sencillez
Nada excepcional. Son hombres y mujeres normales, luchan por seguir a Cristo como cualquier católico comprometido, sin presunción ni afectación. Su especialidad: la defensa de la fe. Cuando alguien tiene algún problema relacionado con la fe, están siempre dispuestos a prestar su ayuda desinteresada: en la casa, en la calle, en el camión o donde sea.
Al principio la gente queda un poco dudosa acerca de su preparación y la efectividad de su labor. Muchos piensan: «¿Podrán hacer frente a los ataques de las sectas? Los de las sectas están muy bien preparados. Conocen la Biblia al derecho y al revés". Sin embargo, mano a mano que el "diálogo" avanza, se dan cuenta de que los artistas de profesión van perdiendo el control hasta huir enojados, mientras los Promotores y Defensores de la Fe se revelan como unos verdaderos "expertos" en la materia: saben lo que dicen y no le tienen miedo a profundizar los temas todo el tiempo que sea necesario.

Ingredientes
Para que tengan éxito en su show (para ellos toda la vida es un teatro), los sectarios utilizan los siguientes ingredientes: temor al próximo fin del mundo, en que los que no pertenecen a sus grupos serán destruidos; exaltación emocional por la salvación ya alcanzada, a diferencia de los demás que quedan todos condenados; promesa de felicidad para sus seguidores, que consiste en la salud, la prosperidad y el éxito económico en este mundo y después la gloria eterna.
Para los Promotores y Defensores de la Fe, lo que da sentido y mueve toda su actividad, es un amor incondicional hacia la verdad, Cristo y su Iglesia.
Solamente en esta perspectiva se puede entender su testarudez en seguir adelante, no obstante los malentendidos y los rechazos que muchas veces surgen desde el interior de la misma Iglesia. Su única ambición consiste en aportar su granito de arena para hacer realidad el deseo de Cristo en vísperas de su pasión: "Que todos sean uno" (Jn 17,21), ayudando a los hermanos más débiles en la fe y los que ya se alejaron por falta de conocimiento y vivencia de la misma.

Estados de conciencia
Para los miembros de las sectas en general, todo tiende a crear estados de conciencia alterados, pasando por el temor y llegando la euforia, al convencerse de que son los únicos "salvados", "expertos en la Biblia" y "proclamadores del Evangelio".
No pueden soportar un análisis frío de la Palabra de Dios, por el temor a ver derrumbarse todo su mundo. Lo único que sirve para ellos, es repetir slogans y textos bíblicos sueltos, acusando a todo mundo de paganismo, idolatría y perdición. su única defensa efectiva consiste en encerrarse en sí mismos y no permitir el acceso a ninguna otra idea que pueda causar "confusión", "duda" y "desencanto". Como es fácil darse cuenta, se trata de una seguridad ficticia, cargada de temores y ansiedades.
Para los Promotores y Defensores de la Fe la cosa es muy diferente. Al estar convencidos de pertenecer a la única Iglesia que fundó Cristo, no le tienen miedo a la verdad. Por lo tanto, lo único que buscan es la verdad, para poderla comunicar a los demás. Para ellos, la plena lucidez y serenidad representan su estado de conciencia ideal, sin apasionamiento de ningún tipo, el diálogo su método de trabajo y el humorismo su estilo.

La dramatización
Puesto que la defensa de la fe implica siempre un ataque Y una aclaración, el teatro representa la mejor manera para evidenciar las dos posiciones. Para evitar la monotonía, desde un principio se establecen los términos del problema y sus Consecuencias. Ejemplo: "Según la Biblia, no se puede decir 11 Padre" a nadie aquí en la tierra (Mt 23,9). Si usted me demuestra lo contrario, regreso a la Iglesia católica". Esto hace del diálogo algo serio, con consecuencias dramáticas, no una simple presentación de citas bíblicas, sin mayor trascendencia.
Después, en todo el desarrollo del "drama", el católico va desarticulando parte por parte todos los argumentos de las sectas, dejando al adversario sin saber de dónde agarrarse.
El todo está pervadido por una sutil vena de humorismo, despertando un sentido de comprensión hacia el hermano, que al principio se muestra muy seguro de sí por desconocer la amplitud del problema; y después, poco a poco, va abriendo los ojos y se va rindiendo o cerrando siempre más frente a la verdad, cambiando de tema o buscando cualquier pretexto para huir. Un chiste cierra cada diálogo dramatizado, que representa un recurso pedagógico para aclarar las ideas, tomando las cosas por el lado amable y humorístico y creando siempre un clima de simpatía y optimismo.

Un reto
Claro, todo esto es fácil de decirse, pero bastante difícil para realizarse en la forma correcta, teniendo presente el aspecto "artístico" de la representación y su contenido ideológico. A veces se cae en la completa monotonía, resultando el "diálogo" una mera sucesión de citas bíblicas; otras veces se vuelve agresivo, creando un clima de nerviosismo… Como siempre, existe el peligro de abaratarlo todo, enfrentando al público sin la debida preparación.
Para que estas representaciones logren su objetivo, es necesario tener presentes algunas advertencias muy importantes:
Hay que ser realistas a lo máximo, teniendo en cuenta si el diálogo se desarrolla en la calle, en un templo católico o evangélico, en una escuela…; si asisten niños, adultos, solamente católicos o hay también miembros de otros grupos, pueblo en general o agentes de pastoral, etc. Pues bien, el lenguaje, el tono y la argumentación tienen que ser adecuados al lugar, al medio de transmisiones y al público que se dirige.
Hay que involucrar al público, pidiendo alguna opinión o testimonio, solicitando algún aplauso, etc. De otra manera, se corre el riesgo de actuar por propia cuenta, como si no existiera el público, que pierde interés por el asunto, se distrae, duerme o se retira.
Tener siempre despierta la atención del público, salpicando la conversación con constantes sorpresas, como chistes, retos de una y otra parte e intentos de desviarse del tema de parte del representante de las sectas.
Identificarse bien con el papel: muy presentado, educado, teatral y farisaico el hermano separado; muy sencillo el católico, que se sale siempre con la suya, con Biblia o sin Biblia, acudiendo muchas veces al sentido común y en un tono esencialmente humorista, tratando de controlar el nivel de la conversación, que tiende continuamente a hacerse trágico (armagedón, condenación, paganismo, etc.) o eufórico (aleluya, soy salvo, etc.).
Cuidar mucho el contenido, aclarando bien el tema y presentando claramente los dos puntos de vista, católico y sectario. En un segundo tiempo, se pasa a los detalles secundarios, dando respuesta a cada objeción.
Ejercer un continuo control sobre sí mismo, teniendo siempre la plena conciencia del papel, que cada uno está desempeñando, y evitando el peligro de tomar el asunto como algo personal, llegando hasta la agresividad o el sarcasmo.
No cambiar de personaje. En un determinado lugar, uno tiene que hacer siempre el mismo papel, católico o hermano separado con su Biblia negra, su corbata, su revista, etc. De otra manera el público se puede confundir, sin saber en definitiva quién es quién.
Cuando puede haber algún malentendido por tratarse de gente que no conoce el método, es oportuno hacer el diálogo entre un católico preparado y un católico confundido por los ataques de las sectas, como se puede ver en los cassettes "La Biblia Hoy" y el folleto "Cuidado con las sectas".

Conclusión
Como se ve, enseñar con el teatro no es tan fácil como Pudiera parecer a simple vista. Requiere entrega, esfuerzo y entrenamiento continuo. Ojalá que cada día más se ahonde en esta línea, hasta crear un estilo propio de evangelización, muy sencillo, popular, sano y efectivo. Un aspecto más de la Nueva Evangelización.