No todo es lo mismo. Hay mucha diferencia entre un grupo y otro. Pero, ¿qué pasa, cuando nadie está capacitado para ofrecer una orientación oportuna en el momento de la duda?
Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap
Ciertamente en el cambio religioso de mucha gente juega un papel muy importante el desconocimiento de la identidad del grupo al que uno pertenece y de los demás grupos que solicitan su nueva adhesión. Es un hecho que todos se presentan “disfrazados” bajo un manto de santidad y pureza de intenciones, haciendo alarde de un saber superior y un poder sobrenatural excepcional.
Curiosidad e ingenuidad
El católico normal, sin una preparación específica al respecto y animado por un espíritu de sinceridad (ingenuidad), no sospecha que hasta en el campo religioso pueda haber algún peligro de engaño o segundas intenciones. Por eso, fácilmente acepta escuchar a tal o cual predicador o creyente de un culto diferente o participar en algún encuentro o acto religioso.
“Puesto que todos hablan de Dios -piensa- ¿qué peligro puede haber? Cuando se trata de conocer a Dios, nunca es demasiado”.
Según él, allá tendrá una oportunidad más para profundizar su fe, conociendo algún aspecto nuevo o no manejado suficientemente en la propia Iglesia.
Piensa que en el fondo, todas las Iglesias buscan lo mismo, es decir la salvación del hombre, llevándolo hacía Dios: Iglesia Católica, Iglesia pentecostal, Iglesia Anglicana, Iglesia Gnóstica, Iglesia de la Cienciología.. Iglesia satánica. Bueno, cuando se trata de la Iglesia satánica, el juego se hace demasiado evidente y no es tan fácil que uno caiga en la trampa.
Pero, ¿qué pasa cuando se trata, por ejemplo, de la Iglesia Gnóstica? ¿Qué le impide a uno acercársele para conocer y experimentar algo nuevo? Parece una curiosidad sana y legítima, una actitud altamente positiva para avanzar en cualquier campo. ¿Por qué no aventarse?
Y se avienta y la curiosidad aumenta. Un mundo desconocido y fascinante se abre delante de sus ojos: nuevos conocimientos, poderes mágicos, valores diferentes… Hasta que surge una cierta turbación. Tiene la impresión de que todo su viejo mundo se está derrumbando, poniéndolo al borde de un precipicio, frente a un vacío enorme.
Duda
Entonces, surge la duda: “¿Ando bien o ando mal? ¿Qué hago? ¿Sigo adelante o retrocedo?” Es el momento en que se hace urgente una adecuada “información” acerca del origen del nuevo grupo religioso, sus contenidos básicos (una mezcla entre cristianismo, magia, esoterismo y ocultismo), su historia llena de luchar internas y divisiones, el testimonio casi siempre ambiguo de sus fundadores y dirigentes.
Pues bien, comparando todo esto con el origen, los contenidos y la historia de la Iglesia Católica, rápidamente se descubre la verdad.
Pero, ¿qué pasa, cuando en la parroquia o en el grupo apostólico, al que uno pertenece, nadie sabe algo al respecto? Ahí está el problema.
Conclusión
¿No les gusta la palabra “apologética”, por tener un sabor a rancio? Entonces, que usen otra más moderna y llamativa: “información religiosa”. Pero, hagan algo, por favor, para ayudar al católico “ingenuo”, que se encuentra acorralado por un montón de sirenas, sin saber a cuál hacerle caso o al católico que ya se encuentra al borde del precipicio en espera de una mano amiga que lo salve.
Sin duda, si el auxilio llega a tiempo, el drama tendrá un buen fin. De otra manera, se volverá en tragedia. Y es lo que está pasando a menudo, bajo las narices de tantos católicos “comprometidos” que no mueven ni un dedo para ayudar al hermano en peligro de perder la fe.
Hola a todos, especialmente al Padre Flaviano y a las hermanas que me iniciaron en éste bello carisma.
Hace más o menos 15 años hice el curso como PRODEFE, aunque realmente solo estuve activo con La Comunidad 3 años, he seguido de corazón como simpatizante y misionero en todo lugar, como dijo San Pablo a tiempo y a destiempo. Quisiera saber si es posible seguir formandome on line o algo parecido ?
Mil gracias.
Edgar Montaño
Bendiciones:
Yo creo que eso del «sabor rancio» no tiene validez para los verdaderos católicos. Las cosas deben llamarse por su nombre y, haciendo prevalecer su etimología, la defensa de la fe (apologética) no puede rebajarse a ser llamada simplemente «información religiosa»; eso es como decir que, como la palabra «Biblia» causa «ronchas» entre los cristianos aburridos de tanto oír sobre ella, entonces cambiémosle el nombre… Llamémosla, «libro espiritual antiguo», o qué se yo. ¡No! Y con todo respeto, no creo que el autor de esta artículo desafortunado sea al padre Amatulli, pues cambiar las cosas así no es de un apologista verdadero. Recordemos que la Iglesia no tiene que acomodarse a los caprichos de la humanidad. Al pecado no se le cambia el nombre para que suene «menos condenatorio», ni a las verdades de la fe se las adapta cambiando su esencia para que se acomoden a las corrientes de pensamiento del mundo y «agraden a todos». ¿Acaso no son los cristianos los que marchan contra la corriente? Dios les guarde.