El día en que todo el pueblo tuvo acceso a ella.
Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap.
Había una vez un pueblo, llamado Pueblo de Dios. Su orgullo más grande consistía en poseer la Sabiduría de Dios, un alimento muy especial, capaz de curar todo tipo de enfermedad y proporcionar fuerza y salud a cualquiera que tuviera acceso a ella.
Los jefes del pueblo no se cansaban de explicar a la gente la excelencia y el origen de un alimento tan milagroso, fruto de una colaboración estrecha entre Dios y algunos ciudadanos eminentes, escogidos por el mismo Dios, a lo largo de muchos siglos. Como resultado de esta hazaña divino-humana, quedó en el pueblo una enorme cantidad de alimento sagrado, depositado en el inmenso Valle de la Salud, rodeado de murallas y baluartes inexpugnables, que llegaban hasta el cielo y cuya belleza y fuerza todos querían contemplar con santo orgullo.
Era tanto el aprecio que la gente le tenía a la Sabiduría de Dios que de todas partes interminables caravanas de creyentes se dirigían hacia el Valle de la Salud, ansiosos de ver la grande maravilla, que Dios había entregado a su pueblo y que representaba su tesoro más preciado. Allá, a las puertas de la enorme fortaleza, las autoridades del pueblo, que al mismo tiempo eran guardianes del sagrado recinto, atendían a los peregrinos, explicando a todos la historia y todos los demás pormenores relacionados con la formación del sagrado alimento y su manera de prepararlo para sacar el máximo provecho.
Sin embargo, eran tantas las recomendaciones que daban acerca de la manera correcta de alimentarse de la Sabiduría de Dios, que muy pocos se sentían dignos y capacitados para tener acceso directo a ella. De hecho, raramente se permitía a alguien saborear el sagrado alimento. Normalmente se repartían entre la gente recetas, que explicaban las distintas maneras de preparar el sagrado alimento, pastillas hechas de pura esencia o pequeñas porciones de la Sabiduría de Dios, mezcladas con otro tipo de alimento. Solamente en alguna circunstancia especial se entregaba, a quienes lo solicitaban, un paquete lleno de Sabiduría de Dios, que por lo general se guardaba en el hogar como recuerdo del acontecimiento.
Con eso se había creado en el pueblo la convicción general de que solamente algunos eran dignos y estaban capacitados para alimentarse directamente de la Sabiduría de Dios. Se hablaba de casos en que alguien quiso alimentarse de ella por su propia cuenta y, en lugar de mejorar, se había enfermado más, hasta provocar en el pueblo verdaderas epidemias. Problema de dosis, incompetencia, indisciplina o quién sabe qué.
Por suma desgracia, parecía que los mismos guardianes del Valle de la Salud se alimentaban muy poco del sagrado alimento. De hecho, padecían de los mismos males que padecían los demás ciudadanos, por lo cual muchos empezaban a dudar acerca de la bondad de dicho alimento, su origen divino y eficacia en orden a remediar los males y conseguir la salud.
Se preguntaban: “Si es cierto todo lo que nos dicen las autoridades del pueblo, ¿por qué entonces nosotros seguimos con las mismas enfermedades? ¿Por qué los pueblos vecinos, que no cuentan con un alimento tan especial, se ven más saludables que nosotros y no se cansan de invitarnos a adoptar su tipo de alimentación y su estilo de vida?”
El desconcierto fue tan grande que mucha gente, movida por la curiosidad y deseosa de una vida mejor, empezó a emigrar hacia los territorios cercanos en busca de alivio para sus males y prosperidad. El éxodo de la población fue tan grande, que las mismas autoridades del Pueblo de Dios empezaron a cuestionarse y a preocuparse seriamente, no entendiendo el secreto de un éxito tan rotundo de parte de los pueblos vecinos.
Hasta que no lograron resolver el enigma: los pueblos vecinos se alimentaban precisamente de la Sabiduría de Dios. “¿Cómo es posible esto? – Se preguntaban intrigados los jefes del pueblo, encargados de distribuir el sagrado alimento-. ¿Acaso el sagrado alimento no está bajo nuestro cuidado? ¿Cómo, pues, a los demás pueblos les llega la Sabiduría de Dios?”. Por fin descubrieron que los pueblos vecinos, conocedores del valioso tesoro presente en el Pueblo de Dios, habían hecho un túnel bajo tierra hasta llegar al Valle de la Salud y alcanzar la Sabiduría de Dios, alimentándose de ella abundantemente.
Esto provocó un revuelo entre todos, ciudadanos y autoridades. Mientras algunos encargados seguían con sus explicaciones acerca del sagrado alimento, otros empezaron a repartirlo a manos llenas, organizando por todo lado “cocinas y comedores populares”, adonde todos, sin distinción alguna, acudían para alimentarse de la Sabiduría de Dios, lo que pronto causó una mejoría general entre toda la gente.
Al constatar este hecho, pronto se reunieron las autoridades del pueblo y emanaron el siguiente decreto: “Sabiduría de Dios para todos y Sabiduría de Dios para todo. Todo con la Sabiduría de Dios y nada sin la Sabiduría de Dios”. Desde entonces una nueva etapa empezó en la historia del Pueblo de Dios.
TAREA
1.- Completa estas frases:
– La Biblia no es solamente para la gente muy preparada, sino para ………………
– Biblia para todos y Biblia para ……………
2.- Contesta estas preguntas:
– ¿Quiénes son los guardianes de la Sabiduría de Dios? …………………………………………..
– Para que nos alimentemos de la Sabiduría de Dios, ¿es suficiente saber cómo surgió la Biblia y cómo se interpreta? Sí No
– ¿Qué se necesita? ………………………………………………………………………………………….