No es lo mismo ver el problema de las sectas desde el punto de vista de los "expertos" en la fe, que del pobre católico de la calle. Por lo tanto, en lugar de tantas palabras bonitas, ¿no sería mejor hacer, algo para sacar al católico de la duda y a vivir su fe con dignidad?
Por qué a nivel mundial por lo general existe un claro rechazo por todo lo que huele a defensa de la fe de parte del clero, las religiosas y los laicos más preparados y comprometidos?. El motivo es muy sencillo. Ven el problema desde arriba y no desde abajo, es decir desde el pueblo sencillo, confundido y angustiado por los continuos ataques de las sectas.
Diálogo o nada
Claro que, viendo el problema desde arriba, no se ve ninguna necesidad de defender la fe. Ellos están seguros en su fe, ¿Qué van a defender? Nadie les puede arrebatar la fe que tienen bien cimentada. Mas bien, se trata de dialogar, aclarar matices y comprenderse, en espera de una intervención de lo alto que logre el "milagro" de la unidad.
En esta perspectiva, al ver que las sectas no aceptan el diálogo, se lavan las manos como diciendo: "Nosotros hicimos lo que pudimos, allá ustedes si no quieren aceptar nuestra invitación al diálogo".
Y así las sectas avanzan, sin encontrar ningún obstáculo de parte de los "teólogos" y los pastores "ecuménicos". Puerta abierta: hagan lo que quieran del rebaño. Y el rebaño desorientado se dispersa, sin que nadie se sienta responsable por lo que sucede.
Encuentro entre los grandes
Es la perspectiva de los que están arriba: solucionar el problema con un encuentro entre los grandes, como se intentó hacer al tiempo de la Reforma Protestante con un diálogo entre el Papa y el Emperador, los teólogos católicos y Lutero.
No se dan cuenta de que los tiempos cambiaron. Hoy todo se decide en la calle, de persona a persona, y no en las cátedras de las universidades o en los palacios de los grandes. Además, el problema es esencialmente pastoral y no teológico; de participación, más que de filosofía y teología pura. En concreto, uno se va con quien lo ayuda más a dar un sentido a su vida y a sentirse alguien.
Hoy la religión se volvió en un asunto cualquiera, sin la sacralidad de un tiempo. Todos pueden preparar su cocktel religioso para ayudar a la gente a sentirse bien. No existe el culto por la verdad. Una vez preparado el propio cocktel, no queda más que darlo a conocer lo más que se pueda como se hace con cualquier producto comercial, usando cualquier medio lícito o ilícito. La Biblia representa un ingrediente más para hacer aceptable la receta.
En este contexto, es absurdo hablar de diálogo para lograr la unidad. Las sectas están bien conscientes de que sus postulados no pueden resistir ante un mínimo de crítica seria a nivel bíblico o teológico. De hecho, al tropezarse con alguien mínimamente preparado en campo bíblico, de inmediato huyen.
El pueblo sencillo
Veamos ahora el problema desde el punto de vista del pueblo sencillo, que ama su fe, pero no la conoce suficientemente. Por este motivo, frente a los cuestionamientos de las sectas (imágenes, bautismo de los niños, apostasía general, fin del mundo, virginidad de María, bestia del Apocalipsis, 666, etc.), se siente inseguro, tambalea y cae.
¿Qué pasa, al contrario, cuando conoce su identidad y está preparado para dar una respuesta a sus ataques? Se siente seguro en su fe y, en lugar de sentirse confundido al contacto con las sectas, la afirma más y hasta logra meter alguna duda en la mente de los que lo quieren confundir.
De hecho, en aquellos lugares donde se trabaja en esta línea (pueblo, barrio, ciudad o diócesis), las sectas no avanzan. Es que la sorpresa y el engaño, juegan un papel muy importante en el avance de las sectas. Es como cuando se acerca un huracán, sí se está prevenido, se reducen los daños.
Atrapados en el pasado
Hoy se están repitiendo los errores del pasado. Para los "sabios", la historia aún no ha llegado a ser la "maestra de la vida". ¿Qué sucedió en el pasado?. Que mientras se concentró todo el esfuerzo en tratar de sanar la herida del Cisma de Oriente (año 1054), no se prestó la debida atención a las inconformidades (herejías que se iban presentando por aquí y por allá), hasta que llegó Lutero y se fraguó la Reforma Protestante, infligiendo otra herida al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia.
¿Qué hubiera pasado si, en lugar de preocuparse tanto por el pasado, hubieran prestado más atención al presente, tratando de enfrentar la problemática presentada por los inconformes? Tal vez se hubiera evitado un desgarre tan grave para la Iglesia.
Problema emergente
Ahora bien, en el momento actual, ¿cuál es el problema que se está gestando con una increíble rapidez y una enorme fuerza arrolladora? El de las sectas, es decir la manía de fundar cada quien su iglesia independiente. Y nosotros, en lugar de ayudar al pueblo sencillo a tener motivos para quedarse "orgullosamente" católico, insistimos en el diálogo, el aprecio y el respeto, como si todo fuera lo mismo, y esto, para no perjudicar el diálogo ecuménico.
De seguir así de aquí a no muchos años nos encontraremos frente a otra grande división, de proporciones imprevisibles. Mientras soñamos con la unidad, estamos propiciando mayores divisiones. Y así Latinoamérica, el "continente de la esperanza", el más católico de los cinco continentes, se está volviendo en un continente esencialmente protestante, de corte fundamentalista y agresivo.
Euforia y desencanto
Gracias a Dios, ya está pasando el momento de la euforia. Los responsables se están dando cuenta de que la solución al problema de la división aún queda muy lejos de vislumbrarse; no está a la vuelta de la esquina, como se pensaba antes.
El mundo ortodoxo aún encuentra en sí mismo serias resistencias para un acercamiento con Roma; el anglicanismo, al aceptar la ordenación de las mujeres, dejó de tener un lugar especial en el diálogo con los católicos y se acercó más al ámbito protestante; los luteranos, que pensaban haber dado un paso significativo en el entendimiento con el mundo católico mediante la declaración conjunta de teólogos luteranos y teólogos católicos acerca de la justificación, se ven frenados por la falta de aceptación de dicha declaración por parte de los responsables de la Iglesia Católica por no responder plenamente a los postulados de su Fe.
Ojalá que, frente a esta realidad y el fracaso de tantos grupos "ecuménicos" que prácticamente se volvieron en nuevas sectas al margen de sus iglesias de origen, "los de arriba" empiecen a ser más cautelosos y menos soñadores, y empiecen a reflexionar seriamente sobre el problema de las sectas para ver cómo ayudar al católico necesitado de orientación, antes que sea demasiado tarde.
Opción por los pobres
Desgraciadamente, con eso de las sectas, una vez más podemos constatar que de hecho para muchos la opción por los pobres no deja de ser una pose y nada más. Para ellos los pobres les valen un comino. Lo que buscan es codearse con los grandes, aparentar apertura y sentirse superiores al "vulgo" (el pueblo). No quieren ensuciarse las manos con la apologética, ayudando al hermano confundido y angustiado a encontrar una respuesta a las dudas dejadas por los miembros de las sectas.
Según ellos, es mejor hablar de amor, diálogo y comprensión, cuando en la práctica lo que hacen las sectas es sembrar el odio y la división. Frente a esta realidad, lo mejor que se puede hacer es dejar cualquier tipo de demagogia y tratar de amar de veras al prójimo, ayudándolo a fortalecerse en la fe y sentirse seguro frente a los ataques de las sectas.
Amor, sí; pero amor de veras, no de palabra y nada más. Lo mismo con el diálogo. Hay que estar preparado para dialogar con todos. De otra manera, es como lanzar a los soldados a la guerra sin armas.
Esto es precisamente lo que pretendemos hacer los que trabajamos en el campo de la apologética: amor a los hermanos más necesitados y ayudarlos a vivir su fe con dignidad, sin miedo a toparse con alguien que no la comparte y la ataca.