Se trata de un análisis de las supersticiones más comunes relacionadas con el culto a los santos y a las imágenes.

Es el capítulo 7 del libro LA SANTA MUERTE, EL MAL DE OJO Y OTRAS SUPERSTICIONES.

POR EL P. JORGE LUIS ZARAZÚA CAMPA, fmap
jorgeluiszarazua@yahoo.com.mx


SAN MARTÍN CABALLERO

¿Quién es?


Todos conocemos la imagen de San Martín Caballero, montado en un hermoso caballo, vestido como soldado romano, mientras corta su capa con la espada para compartirla con un mendigo semidesnudo.
Pues bien, ¿quién fue este santo, tan venerado en nuestro continente, especialmente por los que se dedican al comercio?
Es San Martín, nacido en el año 316 y fallecido el 397, obispo de Tours, fundador del monacato en la Galia y santo patrón de Francia.
Martín era hijo de un tribuno militar romano, nació en Szombathely (en la actual Hungría) y se convirtió al cristianismo a los 10 años de edad. A los quince años ya vestía el uniforme militar y llegó a ser capitán del ejército imperial.

El hecho más famoso de su vida

Cuando todavía se desempeñaba como militar, un día de invierno, Martín se encontró por el camino con un pobre hombre, que estaba temblando de frío a causa de su escasa ropa. En ese momento Martín no llevaba nada más que regalarle, así que sacó su espada y cortó en dos partes su manto, y le dio la mitad al pobre.
Esa misma noche vio en sueños que Nuestro Señor Jesucristo se le presentaba vestido con el medio manto que él había regalado al pobre y oyó que le decía: «Martín, hoy me cubriste con tu manto».
A raíz de esto, Martín se hizo bautizar, pues era catecúmeno, renunció a seguir formando parte del ejército y viajó a Poitiers, donde fue discípulo de san Hilario, obispo de aquella diócesis y uno de los principales oponentes a la doctrina del arrianismo, que negaba que Jesucristo es Dios.

Obispo a la fuerza

Tras pasar un tiempo en la península Itálica, volvió a reunirse con san Hilario y fundó en Ligugé el primer monasterio de la Galia (hoy Francia).
En 371 fue nombrado, contra su voluntad, obispo de Tours, ciudad al oeste de la Francia central. Fundó un nuevo monasterio, en Marmoutier, que se convirtió en un importante centro religioso, y continuó su trabajo misionero en Turena y por toda Galia.

Enemistades por su amor a los pobres

En los 27 años que fue obispo de Tours se ganó el cariño de todo el pueblo, y su caridad era inagotable con los necesitados. Los únicos que no lo querían eran algunas personas que querían vivir en paz con sus vicios y que eran amonestados por San Martín.

Una de estas personas llegó a atreverse a inventar toda clase de calumnias y cuentos contra San Martín. Varias personas le recomendaron a nuestro santo que debía castigarlo, pero San Martín respondió: «Si Cristo soportó a Judas, ¿por qué no he de soportar yo a este que me traiciona?».
También se enemistó con funcionarios imperiales, porque se oponía terminantemente a la tortura de los prisioneros. Y es que los funcionarios torturaban ferozmente a los presos para que confesaran sus delitos. San Martín se oponía y no dejaba que en su diócesis se llegara a estos extremos.
Murió santamente, después de desgastarse en favor de los más pobres de su diócesis.
Se le atribuyen muchos milagros. Su festividad se celebra el 11 de noviembre.

El origen de las «capillas»

El origen de nuestro término «capilla» está muy relacionado con San Martín de Tours, más conocido entre nosotros como San Martín Caballero. He aquí la historia:
Recordemos que San Martín regaló a un pobre la mitad de su manto. Pues bien, la otra mitad fue guardada en una urna y se le construyó un pequeño santuario para venerarla como una reliquia. En latín, para decir medio manto se dice «capilla», por eso la gente decía: «Vamos a orar donde está la capilla». De ahí se extedió para llamar así a los pequeños salones que se hacen para orar.

San Martín en las supersticiones

Pero, ¿a qué viene toda esta historia de San Martín Caballero y su manto cortado por la mitad (capilla)?


Es que la imagen de San Martín de Tours es muy utilizada por numerosos católicos, especialmente en los locales comerciales (negocios), como amuleto para atraer la buena suerte y la prosperidad económica.
Y la imagen siempre está acompañada de sábila, herraduras y otros objetos, a los que seguramente se les atribuyen los mismos poderes. Se trata, pues de una superstición. Y es que la imagen no tiene ningún poder.
El católico debe conocer que ésta no es la enseñanza católica sobre las imágenes. Los católicos no creemos que las imágenes tengan algún poder o que tengan, por sí solas, alguna propiedad milagrosa.
Echemos, pues, un vistazo a lo que enseña la Iglesia Católica sobre las imágenes.

Culto a las imágenes

Es un culto de veneración y no de adoración. Además es un culto relativo: el honor va a los seres representados en las imágenes, esculturas o pinturas. Por esta razón, están equivocados los que acusan a los católicos de ser idólatras.
En efecto, nosotros no adoramos a los ángeles y los santos, ni sus representaciones. Tenemos las imágenes y las reliquias (algo relacionado con Cristo y los santos: cruz, partes del cuerpo de los santos, objetos que usaron, etc.), como algo sagrado, que merece respeto y cariño. No pensamos que tengan algún poder especial.
He aquí lo que dice uno de los más antiguos documentos de la Iglesia sobre el tema de las imágenes:
“Como si continuáramos el camino regio, y siguiendo el magisterio divinamente inspirado de nuestros santos Padres y la Tradición de la Iglesia Católica, definimos con toda certeza y diligencia que así como la figura de la preciosa y vivificadora cruz, así también las venerables y santas imágenes ya sean de colores y pinceles, como de otro material, decentemente se propongan en las santas Iglesias de Dios, en los vasos y vestidos sagrados, en las paredes y retablos, en las casas y en los caminos: a saber, tanto las imágenes de nuestro Dios, Señor y Salvador Jesucristo, como de la lnmaculada Señora Nuestra, Santa Madre de Dios, de los honorables ángeles y de todos los santos junto con los varones ilustres.
Los que contemplan estas imágenes, más rápidamente se elevan a recordar y desear a quienes representan, y a besar con veneración no de latría [adoración], que solamente a la naturaleza divina se debe dar… el honor a las imágenes pasa a los que se representan.
Así se refuerza la doctrina de nuestros santos Padres, la Tradición de la santa Católica Iglesia…” (II Concilio Ecuménico de Nicea: 24 de septiembre-23 de octubre del año 787).

Como se ve, podemos tener imágenes de Cristo, la Virgen María, los santos (es el caso de la imagen de San Martín Caballero) y los varones ilustres, es decir, personajes que hicieron algo en favor de la humanidad por lo cual merecen el respeto de todos.
Pero conviene aclarar que los católicos las tenemos para recordar a las personas que representan y manifestar hacia ellas nuestro cariño (= veneración), no para adorarlas.
He aquí un documento que presenta claramente la doctrina de la Iglesia Católica al respecto:
“El sagrado Concilio manda… que, además, las imágenes de Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de los santos, se conserven principalmente en los templos y se les tribute el debido honor y veneración, no porque se crea que en ellas resida alguna divinidad o poder, por lo cual deba dárseles culto, o que a ellas haya que pedirles algo, como hacían antiguamente los paganos, que ponían su esperanza en los ídolos, sino porque el honor que a ellas se les rinda se refiere a las personas que ellas representan: de tal modo que a través de las imágenes que besamos, ante las cuales nos descubrimos la cabeza y nos inclinamos, es a Cristo a quien adoramos y a los santos, cuya representación tienen ellas, veneramos” (Concilio Ecuménico de Trento: 3 de diciembre de 1563).

Con esto queda aclarada la doctrina católica con relación al culto que se debe a las imágenes, que no es de adoración, sino de simple veneración o respeto, como se hace con la fotografía de la abuelita difunta, el monumento a un héroe, etc.
En efecto, si rendimos homenaje a ciertos objetos que nos recuerdan a la Patria (la bandera), a un héroe (monumento a Emiliano Zapata) y a un ser querido (retrato o carta de la mamá difunta), ¿por qué no podemos hacerlo con todo lo que nos recuerda a Dios, a la Virgen, a los ángeles y los santos? Viendo estos objetos, nos acordamos de las personas que representan y tratamos de conformar nuestra conducta a sus enseñanzas y ejemplos.
Además, es muy importante subrayar que cualquier acto de homenaje que se rinda a estos objetos, va a las personas representadas o simbolizadas en ellos. (Amatulli Valente, Flaviano, Diálogo con los Protestantes, México 2002, pp. 86-87).
Conviene distinguir entre los «santos» y las «imágenes» o «estatuas» de los santos. Cuando hablamos de los «santos», nos referimos a todos los personajes que se encuentran con Dios en la gloria (es el caso de San Martín y San Judas Tadeo) o que se están purificando. No nos referimos a las estatuas o imágenes de los santos. Éstas, como ya apuntamos arriba, no tienen ningún poder mágico, aunque estén benditas.

Cómo venerar a San Martín

Una vez que sabemos esto, no vamos a tirar las imágenes de los santos, como hacen los que ya no son católicos. Vamos a venerar las imágenes de los santos, sabiendo a quiénes representan. Ya no vamos a pensar que tienen el poder de darnos la prosperidad económica y el éxito en los negocios.
Otro aspecto: la mejor manera de venerar a San Martín de Tours (y a los demás santos) consiste en seguir su ejemplo y pedir su ayuda (intercesión). En efecto, ellos pueden pedir en favor nuestro a nuestro buen Padre Dios.
Aparte de esto, los católicos debemos esforzarnos por conocer y vivir la fe católica. Y que el simpático San Martín nos obtenga de Dios la gracia de recordar siempre que todo favor que hacemos al prójimo lo recibe y lo paga Jesucristo, como si lo hubiéramos hecho a Él en persona (cf. Mt 25, 31ss).

San Judas Tadeo

¿Quién es?

Poco sabemos de San Judas Tadeo. Los Evangelios son relatos de la vida de Jesucristo, por eso los demás personajes, incluida la Santísima Virgen María, son secundarios, por lo que se da pocos datos sobre cada uno de ellos.

Apóstol y amigo de Jesucristo

Ciertamente el Apóstol más mencionado es San Pedro por su papel protagónico en muchos pasajes. Lo mismo ocurre con Santiago y Juan. Pero el otro Simón, Tadeo o Bartolomé, apenas son mencionados.
El nombre de San Judas Tadeo aparece varias veces en los relatos evangélicos, por ejemplo, cuando se enumeran los nombres de los Doce Apóstoles (Cfr. Mt 10, 1-4; Mc 3, 13-19; Lc 6, 12-16; Hch 1, 13) y también en el evangelio de San Mateo, cuando se nos dice que era pariente de Jesucristo: «¿No se llama su madre María y

no son sus hermanos Santiago, José, Simón y Judas?» (Mt 13, 55).

San Judas Tadeo es, por tanto, uno de los Doce Apóstoles de nuestro Señor Jesucristo. Además de ser apóstol de Jesús, era pariente y buen amigo suyo.

Eficaz intercesor

Por eso es un eficaz intercesor ante nuestro Señor, por lo que podemos pedirle con mucha confianza, para que él presente nuestras necesidades a Áquel que es capaz de obrar milagros.
En realidad sólo Dios puede hacer milagros. Los Santos tienen la misión de interceder en favor de nosotros. Pues bien ¿qué significa interceder? Quiere decir hablar en favor de alguien para conseguirle un bien o librarlo de un mal.
Esto es lo que hacen la Virgen María y los Santos en favor nuestro: le hablan a Jesús de nuestras necesidades y le piden que nos conceda lo que necesitamos, como vemos en el libro del Apocalipsis:
Los cuatro vivientes y los veinticuatro ancianos se postraron delante del Cordero. Tenían cada uno una cítara y copas de oro llenas de perfume, que son las oraciones de los santos (Ap 5, 8).

Así que los discípulos de Cristo (=santos que viven en este mundo: Col 1, 2) oran y los santos que están en la gloria (cuatro vivientes y veinticuatro ancianos) toman estas oraciones (perfumes) y las presentan delante del Cordero (Jesús glorificado).
Pero los Santos son también nuestros modelos, pues nos enseñan como se debe vivir la fe cristiana.
En el caso de San Judas Tadeo, él fue un apóstol que anunció valientemente el Evangelio, desgastando su vida para que muchos tuvieran la oportunidad de conocer las enseñanzas de Cristo. Ayudó también con generosidad a los que tenían dudas (Judas 22) e invitó a los primeros cristianos a hacer lo mismo y los exhortó también a «luchar por la fe» (Judas 3).

El bondadoso

El sobrenombre de Tadeo, que en sirio quiere decir bondadoso, se aplica al San Judas para diferen

ciarlo del otro Judas, el Iscariote, que traicionó al Señor Jesús.
San Judas Tadeo es reconocido como el autor de una pequeña carta (apenas 24 versículos) que ya desde el año 200 es aceptada como canónica (=inspirada por Dios) y por lo tanto incluida en la Biblia, casi al final del Nuevo Testamento.

Una devoción creciente

La devoción a San Judas Tadeo ha tenido mucho auge últimamente, y se le invoca con mucha confianza, sobre todo en situaciones difíciles y desesperadas. De hecho, uno de los títulos que recibe es el de santo patrono de los casos difíciles y desesperados.
Su fiesta se celebra el 28 de octubre (la misma fecha en que se celebra el de Simón Cananeo). No es raro ver que el día 28 de cada mes, los templos dedicados a San Judas Tadeo, sean muy visitados por los feligreses.

Supersticiones

Pero como suele suceder, se han dado desviaciones y exageraciones muy cercanas a la superstición o a la idolatría, como son las famosas «cadenas» carentes de toda lógica y veracidad y por tanto absolutamente reprobabas.

Cadenas

Se trata de la superstición más extendida alrededor de la figura de San Judas Tadeo.
Pues bien, ¿en que consiste? En el caso de la llamada cadena de San Judas Tadeo, se tienen que hacer 81 copias de una carta que «está dando la vuelta al mundo».
La superstición está en que se asegura éxito y bienestar para los que hacen caso del mensaje y hacen las copias solicitadas para colocarlas en 9 templos. Los que no lo hacen y «rompen la cadena», sufrirán terribles desgracias.
La carta no trae remitente, por lo que no sabemos quién la inició. Los datos que da son poco claros.
Por ejemplo, dice que el «presidente de Brasil», encargó a su secretaria que hiciera las copias señaladas, aunque sin darle mucho crédito al contenido y, al poco tiempo, «se sacó la lotería». También señala que fulano de tal no hizo las copias y al poco tiempo perdió el empleo.
Como puede verse, se trata de situaciones poco claras. Nunca explica cómo se enteró el autor de estos datos, pues la carta no trae en sí ningún mensaje. Sólo se dedica a hacer promesas y amenazas, apoyándose en supuestos bienes o males recibidos.

¿Qué hacer?

No hay que hacer caso de este tipo de mensajes (ahora también se envían por correo electrónico). Lo mejor que puedes hacer es romper estas «cadenas» y tirarlas a la basura. No gastes tu dinero y tu tiempo inútilmente.
¿Y las desgracias que pueden ocurrirte? Ninguna. Yo, por ejemplo, cada vez que encuentro estas cartas en algún templo parroquial o en alguna capilla, simplemente las rompo y las pongo en el cesto de la basura. Y nunca he recibido alguna desgracia, como las descritas en la famosa cadena.

SAN ANTONIO DE PADUA

Se le llama el «Milagroso San Antonio» por ser interminable la lista de favores y beneficios que ha obtenido del cielo para sus devotos, desde el momento de su muerte.
Uno de los milagros mas famosos de su vida es el de la mula:
Quiso uno retarle a San Antonio a que probase con un milagro que Jesús está en la Santa Hostia. El hombre dejó a su mula tres días sin comer, y luego cuando la trajo a la puerta del templo le presentó un bulto de pasto fresco y al otro lado a San Antonio con una Santa Hostia. La mula dejó el pasto y se fue ante la Santa Hostia y se arrodilló.

¿Quién es?


Se trata de un fraile franciscano de origen portugués. Su nombre es Fernando de Bulloes y Taveira de Azevedo, nombre que cambió por el de Antonio al ingresar en la orden de Frailes Menores. Nacido en Lisboa en el año 1195, a los 15 años de edad profesó como monje de la orden de los agustinos pero, en 1220, ingresó en la recién fundada de los franciscanos.
Conoció personalmente a san Francisco de Asís(1182-1226), y, a instancias suyas, estudió teología, disciplina de la que posteriormente ejercería como docente en las universidades de Bolonia (Italia) y Montpellier (Francia).
En 1227 fue nombrado ministro provincial de los franciscanos en la Romaña, pero tres años después renunció a su cargo para poder dedicarse al apostolado.
En efecto, sus superiores notaron, cada vez con mayor claridad que, la verdadera misión del hermano Antonio estaba en el púlpito. Por cierto que poseía todas las cualidades del predicador: ciencia, elocuencia, un gran poder de persuasión, un ardiente celo por el bien de las almas y una voz sonora y bien timbrada que llegaba muy lejos. Por otra parte, se afirmaba que estaba dotado con el poder de obrar milagros y, a pesar de que era de corta estatura y con cierta inclinación a la corpulencia, poseía una personalidad extraordinariamente atractiva, casi magnética.
A veces, bastaba su presencia para que los pecadores cayesen de rodillas a sus pies; parecía que de su persona irradiaba la santidad. A donde quiera que iba, las gentes le seguían en tropel para escucharle, y con eso había para que los criminales empedernidos, los indiferentes y los herejes, pidiesen confesión.
Las gentes cerraban sus tiendas, oficinas y talleres para asistir a sus sermones; muchas veces sucedió que algunas mujeres salieron antes del alba o permanecieron toda la noche en la iglesia, para conseguir un lugar cerca del púlpito.
Con frecuencia, las iglesias eran insuficiente para contener a los enormes auditorios y, para que nadie dejara de oírle, a menudo predicaba en las plazas públicas y en los mercados.

Predicador incansable, sus profundos conocimientos de las Sagradas Escrituras le valieron para combatir distintas herejías de su tiempo, principalmente las protagonizadas por cátaros y valdenses.

El final de sus días

San Antonio de Padua falleció a la temprana edad de 36 años el 13 de junio de 1231 en Arcella (en las cercanías de Padua) y, ese mismo año, fue canonizado por el papa Gregorio IX. En 1946 fue proclamado Doctor de la Iglesia por Pío XII. Es santo patrón de Padua y de Portugal. Su festividad se celebra el 13 de junio.

Intercesión

Su nombre se invoca para encontrar objetos perdidos. Pues bien, ¿de dónde viene esta costumbre?
No hay ninguna explicación satisfactoria sobre el motivo por el que se le invoca para encontrar los objetos perdidos, pero es muy posible que esa devoción esté relacionada con un suceso que se relata entre los milagros, en la «Chronica XXIV Generalium» (No. 21): un novicio huyó del convento y se llevó un valioso salterio que utilizaba San Antonio; el santo oró para que fuese recuperado su libro y, al instante, el novicio fugitivo se vio ante una aparición terrible y amenazante que lo obligó a regresar al convento y devolver el libro.

Sus imágenes

Por regla general, a partir del siglo XVII, se ha representado a San Antonio con el Niño Jesús en los brazos; ello se debe a un suceso que tuvo mucha difusión y que ocurrió cuando San Antonio estaba de visita en la casa de un amigo.
En un momento dado, éste se asomó por la ventana y vio al santo que contemplaba, arrobado, a un niño hermosísimo y resplandeciente que sostenía en sus brazos.
En las representaciones anteriores al siglo XVII aparece San Antonio sin otro distintivo que un libro, símbolo de su sabiduría respecto a las Sagradas Escrituras. En ocasiones se le representó con un lirio en las manos y también junto a una mula que, según la leyenda, se arrodilló ante el Santísimo Sacramento que mostraba el santo, como hemos visto anteriormente.

Supersticiones

En torno a San Antonio de Padua y a sus imágenes hay una serie de supersticiones. No falta quienes llegan a poner «de cabeza» la imagen como una manera de obligar al santo a conseguir novio.
Como se ve, esto entra en la línea de la superstición, pues se le atribuye a la imagen un poder que no tiene.