Durante su pontificado, el Papa Francisco reafirmó la doctrina católica sobre el matrimonio y la sexualidad humana, sin dejar de mostrar una pastoral de misericordia y acogida hacia las personas homosexuales. Este equilibrio entre verdad y caridad marcó su estilo único de guiar a la Iglesia.
Por el padre Jorge Luis Zarazúa Campa, FMAP
jorgeluiszarazua@hotmail.com
El Papa Francisco no apoyó el matrimonio entre personas del mismo sexo en el sentido sacramental que enseña la Iglesia Católica. Esta enseñanza fue reafirmada a lo largo de su pontificado: el matrimonio, como lo define el Catecismo de la Iglesia Católica (n. 1601), es la unión entre un hombre y una mujer, abierta a la vida y establecida como sacramento.
De hecho, el mismo Papa Francisco respaldó esta enseñanza en diversos documentos y declaraciones. El más reciente, la declaración Fiducia supplicans (2023) del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que el Papa aprobó, dejó claro que las bendiciones pastorales a personas en situación irregular y parejas homosexuales no equivalen a aprobar sus uniones como si fueran matrimonio.
Una pastoral de acogida y respeto
Lo que sí marcó la diferencia fue su modo de acercarse a las personas homosexuales. El Papa Francisco insistió en que son hijos de Dios, con igual dignidad, y deben ser acogidas con respeto y ternura, sin discriminación. Esto completamente en sintonía con el Catecismo de la Iglesia Católica, particularmente en los números 2357-2359.
En la exhortación Amoris laetitia (2016) el Papa Francisco reafirma la doctrina del matrimonio, pero también invita a la Iglesia a una actitud pastoral compasiva, reconociendo las situaciones complejas de muchas personas. En efecto, por mandato de Nuestro Señor Jesucristo la Iglesia está llamada a acompañar la fragilidad. En este documento el Papa nos trazó un camino de renovación pastoral: acoger, acompañar, discernir e integrar.
Sobre las uniones civiles
Una de sus frases más comentadas fue en el documental Francesco (2020):
“Lo que tenemos que crear es una ley de unión civil. Tienen derecho a estar cubiertos legalmente. Yo defendí eso.”
Aquí no hablaba del matrimonio religioso, sino de un marco legal que garantice derechos civiles. Estos derechos pueden incluir:
• Derecho a la herencia
• Derecho a la atención médica del compañero/a
• Protección legal ante abusos o desamparo.
No se trata de una aprobación moral, sino de una postura jurídica que busca proteger a las personas vulnerables sin cambiar la enseñanza sacramental de la Iglesia.
“¿Quién soy yo para juzgar?”
Desde los primeros años de su pontificado, el Papa sorprendió con su frase:
“¿Quién soy yo para juzgar a una persona gay que busca a Dios con sinceridad?”
Lejos de relativizar la verdad, apuntaba a una acogida evangélica, como la de Cristo con los pecadores: sin aprobar el pecado, pero sin rechazar al pecador. Se trata de personas homosexuales que buscan a Dios con sinceridad y buscan la cercanía y el acompañamiento pastoral y materno de la Iglesia.
Una voz contra la criminalización
El Papa Francisco también alzó la voz contra la criminalización de la homosexualidad, especialmente en países donde se castiga incluso con la muerte. Defendió la dignidad de toda persona, recordando que ninguna orientación justifica violencia o exclusión.
En resumen:
• El Papa Francisco nunca apoyó el matrimonio homosexual sacramental.
• Defendió el derecho civil a vivir sin discriminación, sin equipararlo nunca al matrimonio.
• Promovió una Iglesia abierta al encuentro, sin comprometer la verdad del Evangelio.
• Fue una voz firme por la dignidad humana, incluso en contextos sociales difíciles.
El Papa Francisco vivió y enseñó que doctrina y misericordia no se contraponen, sino que caminan juntas. Su legado es una Iglesia que no cierra las puertas, sino que acompaña con verdad, ternura y el corazón de Cristo.