Algunas de las Biblias de las que ha estado hablando son protestantes. ¿Se prohíbe a los católicos la lectura de Biblias protestantes?

PREGUNTAS Y RESPUESTAS SOBRE LA BIBLIA

Por el P. RAYMOND E. BROWN

Se ha de distinguir entre la antigua postura católica y la actual. La Biblia fue objeto de grandes controversias entre los reformadores y los teólogos del Concilio de Trento. Según el criterio católico, las traducciones vernáculas, es decir, las traducciones a las distintas lenguas nacionales realizadas por los reformadores, a menudo estaban enfocadas para favorecer la postura protestante. De ahí que el Concilio de Trento insistiera en que se siguiera empleando la Biblia Vulgata latina para la lectura pública, en los sermones y en las explicaciones, tal como había venido haciendo la Iglesia durante siglos. El resultado práctico de todo ello fue que las traducciones católicas de la Biblia estaban basadas en la Vulgata latina, mientras que las traducciones protestantes de la Biblia se llevaban a cabo sobre las lenguas originales (hebreo, arameo y griego).

Además, la Iglesia católica quería notas a pie de página para salvaguardar tanto sus enseñanzas con respecto a la fe y a la moral como las interpretaciones de los Padres de la Iglesia. De ahí que se aconsejara a los católicos que no leyeran Biblias protestantes por miedo a que se les fuera adoctrinando sutilmente en contra de sus propias creencias. Además, los protestantes ciertamente no leían Biblias católicas, en parte porque suponían que estas Biblias no eran correctas y contenían disimuladamente la enseñanza de la Iglesia católica.

Pero todo esto ha cambiado. Desde 1950, las traducciones católicas, incluso las que se emplean en la lectura pública y en las predicaciones, se vienen llevando a cabo a partir de las lenguas originales. Ese es el caso, por ejemplo, de la Biblia de la Casa de la Biblia, la Biblia de Jerusalén…, prácticamente de todas las mencionadas anteriormente. Normalmente contienen notas a pie de página de carácter informativo y no partidista. Si bien puede prolongarse la polémica entre ambas partes, la Biblia ha dejado ya de ser un arma arrojadiza entre las Iglesias protestantes en general y la católica. Ahora nos ayudamos mutuamente a comprender la Biblia y colaboramos en proyectos ecuménicos comunes. En España se está llevando a cabo actualmente la edición del Antiguo Testamento de la Biblia interconfesional con marcado acento ecuménico.

Pero ¿no es diferente el contenido de la Biblia para católicos y protestantes?

Por lo que hace referencia al Nuevo Testamento, la Biblia católica y la protestante tienen el mismo número de libros (27), que aparecen en idéntico orden. (No ocurría así, por lo que al orden se refiere, en las primeras ediciones de la traducción que hizo Lutero del Nuevo Testamento; pero el cambio de Lutero en el orden de los libros ya no es más que una anécdota histórica). La diferencia se encuentra en el Antiguo Testamento. Resumiendo, los judíos y la mayoría de protestantes tienen un Antiguo Testamento de 39 libros, y el de los católicos cuenta con 46. Digo resumiendo porque la postura de la Iglesia de Inglaterra o Iglesia episcopaliana no es unánime (y también se podría discutir si la Iglesia anglicana entra en el ámbito protestante). Sin embargo, muchas Iglesias protestantes jamás se han pronunciado oficialmente en cuanto al número de libros del Antiguo Testamento. Otra ambigüedad es que la Iglesia ortodoxa y la oriental a veces han coincidido con el más amplio canon católico de los libros e incluso han llegado a proponer otro aún más extenso.

Pero resumiendo y hablando de la postura protestante y católica, los siete libros que figuran en el Antiguo Testamento católico y no en el protestante son aquellos que los católicos denominan deuterocanónicos y, como es sabido, son muy pocos. Los protestantes, a menudo, les llaman apócrifos.

Son el libro de Tobías, el de Judit, el 1.° y 2.° de los Macabeos, la Sabiduría (de Salomón), el Sirácida (Eclesiástico) y Baruc (que incluye la Carta de Jeremías); y podrían añadirse, en buena parte, algunos fragmentos de Ester y Daniel. La problemática es bastante compleja, pero, en general, se puede decir que se trata de libros que han llegado hasta nosotros en griego, no en hebreo o arameo. (Algunos de ellos fueron escritos originalmente en hebreo o arameo —se han encontrado recientemente extensos fragmentos del Sirácida en hebreo— pero no han llegado hasta nosotros en esas lenguas). Los cristianos los conocieron a través de la traducción de los Setenta, que es una traducción griega llevada a cabo por judíos anteriores a Cristo, y que fue la Biblia aceptada generalmente por la Iglesia primitiva.

En su deseo por traducir de la lengua original, los reformadores fueron muy recelosos con estos libros, de los que no existía versión hebrea o aramea, y en su mayor parte los rechazaron. La problemática se complicó mucho más debido a que los teólogos católicos recurrían precisamente a esos libros para defender algunas doctrinas rechazadas por los reformadores. Por ejemplo, la plegaria de Judas Macabeo y sus hombres en 2 Mac 12, 42-46 pidiendo que los pecados de los soldados muertos fueran perdonados a la luz de la resurrección de los muertos se interpretaba como una defensa del purgatorio. Una respuesta de la Reforma fue no considerar ese libro como Sagrada Escritura.

¿Se llegará alguna vez a un acuerdo sobre los libros del Antiguo Testamento no aceptados por los protestantes?

No creo que en un futuro cercano algún organismo protestante vaya a hacer una declaración oficial aceptando los siete libros discutidos como Escritura canónica. A la mayoría de Iglesias protestantes les resultaría difícil ponerse de acuerdo sobre qué autoridad podría emitir tal declaración. Dado que la Iglesia católica viene considerando estos libros como Sagrada Escritura desde el Concilio de Trento, no cabe posibilidad alguna de que se vaya a producir un cambio en la postura católica.

Pero tras dar esa mala noticia, permítanme dar la buena. Al igual que con muchas de las enconadas controversias del siglo XVI, a menudo vamos encontrando la manera de evitar la confrontación directa para salvar el obstáculo. Muchas de las Biblias editadas por protestantes contienen ya esos siete libros (además de los capítulos de Ester y Daniel) con el título de apócrifos. Generalmente no aparecen mezclados con el resto de libros que todos consideran canónicos —como se hace en las Biblias católicas— sino que se publican como una sección entre los dos Testamentos (que es lo mejor) o bien al final, tras el Nuevo Testamento.

Esta inclusión no equivale a su aceptación como Escritura canónica, aunque sí viene a ser el reconocimiento de dos hechos de carácter ecuménico. El primero es que los católicos leen ahora Biblias protestantes y desean lo que ellos consideran una Biblia completa. El segundo es que católicos y protestantes estudian juntos la Biblia, y que estos libros resultan sumamente importantes para la comprensión del judaísmo primitivo (el judaísmo que comenzó tras el exilio en Babilonia en el 587-539 a.C.) y del Nuevo Testamento. Se escribieron más cerca de la época de Jesús que muchos libros del Antiguo Testamento aceptados por todos y contienen ejemplos conceptuales y puntos de vista que él aceptó. (Por ejemplo, tanto los libros de los Macabeos como el libro de la Sabiduría testimonian la creencia en la vida después de la muerte). Así pues, estos libros son necesarios para el estudio de la Sagrada Escritura. A medida que los lectores y estudiantes protestantes se familiarizan con los escritos deuterocanónicos, algunos de sus viejos recelos empiezan a desaparecer y dejan de ser contemplados como armas arrojadizas en manos del enemigo.

Y a propósito, resulta interesante comprobar que junto a los Salmos, el Sirácida (el Eclesiástico) fue el libro del que más se sirvieron los Padres de la Iglesia ya que en él hallaron una mina de enseñanza ética que les resultó útil para la formación cristiana.