Cada año, el mes de septiembre es una invitación especial para los católicos de todo el mundo a acercarse a la Palabra de Dios a través de la celebración del «Mes de la Biblia». Este tiempo es propicio para reflexionar sobre la importancia de la Sagrada Escritura en la vida cristiana, fomentando su lectura, estudio y meditación. ¿Por qué la Iglesia Católica dedica un mes entero a la Biblia, y cómo podemos aprovechar este tiempo para profundizar en nuestra fe?

Origen del Mes de la Biblia

La elección de septiembre como el «Mes de la Biblia» no es arbitraria. Se basa en la conmemoración del 30 de septiembre, fecha en que la Iglesia celebra la memoria de San Jerónimo, el gran doctor de la Iglesia que tradujo la Biblia al latín en una versión conocida como la *Vulgata*. San Jerónimo, quien dijo que «desconocer las Escrituras es desconocer a Cristo», dedicó su vida a la comprensión profunda de la Palabra de Dios, y su trabajo de traducción hizo que la Biblia fuera accesible a muchos más fieles. En homenaje a su labor, la Iglesia invita a todos los cristianos a seguir su ejemplo, estudiando y meditando la Escritura con fervor.

La importancia de la Biblia en la vida del  cristiano

La Biblia no es solo un libro más; es la Palabra viva de Dios. Para los católicos, representa el fundamento de la fe y una guía infalible para la vida cotidiana. Como nos recuerda el Concilio Vaticano II en la Constitución Dogmática *Dei Verbum*, «La Iglesia siempre ha venerado las Sagradas Escrituras como lo ha hecho con el mismo Cuerpo del Señor» (*Dei Verbum*, 21). Por lo tanto, el Mes de la Biblia es un llamado a reencontrarnos con esta Palabra viva y eficaz (cf. Hebreos 4, 12), que ilumina nuestros pasos y da sentido a nuestra existencia.

La dimensión ecuménica del Mes de la Biblia

El Mes de la Biblia también ofrece una valiosa oportunidad para el diálogo y el acercamiento ecuménico. La Sagrada Escritura es un terreno común entre las distintas confesiones cristianas, uniendo a católicos, ortodoxos y protestantes en su amor y respeto por la Palabra de Dios. Es un momento propicio para recordar que la Biblia es el libro de todos los cristianos, y que su estudio y meditación nos invita a descubrir lo que nos une más allá de las diferencias doctrinales.

En este sentido, es relevante reconocer la importancia de la Biblia Reina-Valera, una traducción fundamental para muchas comunidades cristianas, especialmente en el ámbito protestante de habla hispana. Esta versión tiene su origen en la llamada Biblia del Oso, publicada por primera vez en 1569 por Casiodoro de Reina, un monje español convertido al protestantismo. Su nombre se debe a la ilustración de un oso en la portada del libro, que simbolizaba la búsqueda de la miel de la Palabra de Dios. Esta fue la primera traducción completa de la Biblia al castellano, realizada desde los textos originales en hebreo y griego, y fue revisada por Cipriano de Valera en 1602, dando lugar a la conocida Reina-Valera.

Aunque la Biblia del Oso y la Reina-Valera no forman parte de la tradición católica, representan un esfuerzo monumental por llevar la Palabra de Dios al pueblo en su idioma vernáculo, similar al trabajo de San Jerónimo con la Vulgata. Estas traducciones han sido puentes que han facilitado el acceso a las Escrituras a millones de personas, fomentando un acercamiento sincero a la revelación divina. Durante este mes, se nos invita a redescubrir la Sagrada Escritura como un instrumento de unidad, promoviendo encuentros fraternos y diálogos que acerquen a los creyentes de diversas denominaciones.

Actividades para vivir el Mes de la Biblia

Existen diversas formas de celebrar y aprovechar este mes para acercarnos más a las Escrituras:

1. Lectio Divina: Esta antigua práctica de oración en cuatro etapas (lectura, meditación, oración y contemplación) permite un diálogo profundo y personal con la Palabra de Dios. Se recomienda organizar sesiones de *Lectio Divina* en comunidad, parroquias o en familia.

2. Estudios bíblicos y talleres: Muchas parroquias y movimientos ofrecen durante este mes cursos y talleres sobre diversos libros de la Biblia. Participar en estos espacios fomenta el conocimiento de las Escrituras y nos ayuda a interpretar su mensaje de manera correcta, guiados por la Tradición y el Magisterio de la Iglesia.

3. En casa, en familia: Septiembre es una oportunidad para que las familias se reúnan en torno a la Palabra de Dios. Crear un pequeño altar con la Biblia en el centro del hogar y dedicar un momento diario para leer juntos un pasaje puede ser una experiencia enriquecedora. Además, se puede motivar a los niños a realizar dibujos o representaciones sobre las historias bíblicas que más les llamen la atención.

4. Oración y reflexión: Aprovechar este mes para incluir la Sagrada Escritura en la oración personal o comunitaria. El rezo del Santo Rosario, acompañado de lecturas bíblicas, puede ser una excelente forma de meditar la vida de Cristo desde la perspectiva de la Palabra de Dios.

5. Difusión en redes sociales: Hoy en día, las redes sociales son una herramienta poderosa para compartir la fe. Durante septiembre, podemos aprovechar para publicar citas bíblicas, reflexiones y recursos que animen a otros a acercarse a la Biblia.

Un llamado a la conversión personal y comunitaria

El Mes de la Biblia no es solo una celebración más en el calendario litúrgico; es una oportunidad para que cada católico se acerque más a la Palabra de Dios, permitiendo que esta transforme su corazón y su vida. En un mundo que necesita con urgencia del mensaje del Evangelio, nosotros somos llamados a ser testigos y misioneros de la Palabra. 

Que, inspirados por el ejemplo de San Jerónimo, y fortalecidos por la lectura y meditación de la Biblia, seamos cada día más conscientes de que «no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios» (Mateo 4, 4).

Conclusión

Así, en este septiembre, Mes de la Biblia, renovemos nuestro compromiso de conocer, amar y vivir la Palabra de Dios. Que este tiempo sea una verdadera fiesta espiritual, en la que descubramos nuevamente el tesoro que es la Sagrada Escritura y nos dejemos guiar por su luz en nuestro caminar diario hacia la santidad, con una apertura al diálogo y al entendimiento fraternal con nuestros hermanos de otras confesiones cristianas.