Actualmente el lenguaje eclesiástico está excesivamente sobrecargado de elementos filosófico-teológicos, de difícil comprensión para la masa en general y también para la gente, que cuenta con una cierta cultura. Hay mucho que hacer en este aspecto. De otra manera, la gran mayoría del pueblo católico queda excluida de las grandes riquezas, representadas por el enorme patrimonio cultural y religioso, que se encierra en la Iglesia Católica.
Cultura actual
Para empezar, es urgente revisar todos los textos litúrgicos, cuyo contenido es demasiado conciso y conceptual, al estilo latino. Es necesario explicitarlo más, dándole un colorido más acorde a la sensibilidad actual. Por lo que se refiere a la sociedad en general, si queremos influir en el mundo de la cultura, tenemos que buscar nuevos vehículos de expresión, como son el arte, la poesía, la novela, el cine, el teatro, etc. Solamente así será posible transmitir el Evangelio al hombre de hoy, manejando el lenguaje cultural que le es propio. De otra manera, seguiremos marginados de la grande cultura, que están asimilando nuestros mismos feligreses, ensanchando aún más la brecha que existe entre la fe y la razón, lo que se cree en el templo y lo que se piensa y vive fuera del templo.
Es tiempo de que, sin abandonar por completo las categorías filosófico-teológicas, que representan el urdimbre fundamental de la doctrina y el dogma católico, aprendamos a manejar con soltura el lenguaje actual, menos preciso y más sugeriente, para entrar en el mundo cultural actual y cumplir con nuestra misión de ser “sal de la tierra” y “luz del mundo” (Mt 5, 13-14).
Cambios urgentes
1.- Adoración de la cruz.
Es una expresión desafortunada. Evidentemente no se trata de la cruz de madera, sino del “misterio de la cruz”, es decir de Jesús que murió en la cruz. Baste leer lo que encontramos en la tercena antífona de los laudes del viernes santo: “Tu cruz adoramos y tu santa resurrección alabamos”. Se relaciona la cruz con la resurrección, es decir, la muerte de Jesús en la cruz con su resurrección. En otras palabras se está hablando de Jesús, muerto en la cruz y resucitado.
De todos modos, la expresión “adoración de la cruz” se presta a cierta confusión. ¿Por qué non sustituirla con otra más clara, por ejemplo, “Jesús, muerto en la cruz”? Así se evitarán las críticas de parte de los grupos proselitistas y cierta confusión, que puede surgir en los ambientes católicos menos ilustrados.
2.- Ave María.
Se trata de una oración muy popular. Por lo tanto, es oportuno ser muy cautelosos en el lenguaje, para que no se preste a confusión y no se dé pie a los ataques de los grupos proselitistas.
– Dios te salve.
Sencillamente se trata de una manera antigua de saludar. Sin embargo, esta expresión, tomada al pie de la letra, puede inducir al error, como si se pidiera a Dios que salvara a María, lo que echaría abajo todos sus privilegios, haciendo de María una persona menos afortunada que cualquier otro creyente. Y es precisamente lo que hacen notar los miembros de los grupos proselitistas.
¿Qué hacer, entonces? Cambiar esta expresión con otra más clara y más conforme con el dato bíblico: “Alégrate”.
– Llena de gracia.
¿Qué quiere decir la palabra “gracia”. Cada quien la entiende como quiere o no entiende nada. ¿Por qué, entonces, no cambiarla por algo, que todos pueden fácilmente entender? Algunos sugieren la expresión “favor de Dios”. De mi parte, aun la veo bastante complicada a nivel popular, aunque más precisa. Yo cambiaría la palabra “gracia” por “amor de Dios”. Algo muy sencillo y claro, que no se presta a ninguna confusión.
– Madre de Dios.
Para el teólogo el asunto es muy claro: “María dio el cuerpo a Jesús, que es verdadero Dios y verdadero hombre. De todos modos, puesto que la naturaleza humana fue asumida por la persona del Verbo y que el Verbo es Dios, María puede ser llamada “Madre de Dios”.
Algo sencillo para el teólogo, pero no para el hombre de la calle, que no maneja el mismo lenguaje filosófico y por lo tanto difícilmente entiende la diferencia entre persona y naturaleza. ¿Por qué, entonces, no cortar por lo sano, sustituyendo la expresión “Madre de Dios” por otra más sencilla y actual, que puede ser “Madre de Jesús y Madre nuestra”? ¿Por qué meter al pueblo sencillo en asuntos teológicos, que tantas discusiones causaron en la Iglesia de los primeros siglos?