La formación sacerdotal es un camino de entrega radical a Cristo y de configuración con su corazón. En este proceso, los seminaristas son llamados a vivir la castidad consagrada, como signo de disponibilidad total a Dios y de transparencia en el amor pastoral. Sin embargo, en un mundo fuertemente marcado por el hedonismo y la cultura de la inmediatez, existen peligros que atentan contra esta virtud: la masturbación y la pornografía.
1. Una herida en la castidad y en el corazón sacerdotal:
La masturbación es un acto que encierra la sexualidad en el egoísmo y en la autorreferencia, alejándola de su verdadero sentido: ser don de sí mismo. La pornografía, por su parte, degrada el cuerpo humano y transforma la mirada en objeto de consumo, desfigurando el plan divino de la sexualidad como expresión de amor y comunión.
Para el seminarista, estas prácticas no son simples caídas aisladas: constituyen un obstáculo en la maduración afectiva, en la libertad interior y en la capacidad de entrega. Quien se habitúa a ellas corre el riesgo de transformar el celibato en una carga frustrante y no en una opción gozosa por Cristo.
2. Efectos espirituales y psicológicos:
El recurso a la masturbación y la pornografía genera un círculo de dependencia y esclavitud. La búsqueda compulsiva de gratificación inmediata debilita la voluntad y daña la capacidad de amar con pureza de corazón. En el plano espiritual, la conciencia se enturbia, la oración se vuelve difícil y se experimenta una distancia dolorosa de Dios.
Muchos testimonios señalan también que la pornografía distorsiona la percepción del amor humano, impide la verdadera amistad y predispone a relaciones superficiales y egocéntricas. Para quien se prepara al sacerdocio, esto es especialmente grave, pues lo incapacita para ser imagen de Cristo Esposo de la Iglesia.
3. El combate espiritual del seminarista:
El Magisterio de la Iglesia recuerda que la castidad no es mera represión, sino integración armónica de la sexualidad en la persona. Para ello se requiere un trabajo constante de maduración humana y espiritual. El seminarista debe reconocer que la lucha contra la masturbación y la pornografía es parte de su camino de purificación y de identificación con Cristo.
La clave está en vivir la ascesis con humildad:
A) Oración constante: cultivar la intimidad con Cristo en la Eucaristía y la Palabra
B) Dirección espiritual sincera: abrir con transparencia estas luchas a los formadores, sin máscaras.
C) Disciplina del cuerpo y la mente: cuidado de los sentidos, uso responsable de la tecnología y dominio de la imaginación.
D) Vida fraterna auténtica: no aislarse, sino apoyarse en la comunidad.
4. Redención y esperanza:
No se debe olvidar que la gracia de Dios es más fuerte que cualquier debilidad. La misericordia divina, recibida con humildad en el sacramento de la Reconciliación, sana y fortalece. San Juan Pablo II recordaba que “la castidad es posible” porque Cristo mismo la vivió y la ofrece como don a quienes lo siguen.
El seminarista que lucha contra estas tentaciones no debe desesperar ni caer en la resignación. Cada combate ganado, cada caída levantada con humildad, lo va configurando más con Cristo crucificado, enseñándole a amar desde la verdad de su propia fragilidad.
Conclusión
La masturbación y la pornografía son males que hieren profundamente la vocación del seminarista, porque lo alejan de la libertad interior y de la pureza de corazón necesarias para un futuro ministerio fecundo. Sin embargo, estas luchas, asumidas con fe, pueden convertirse en lugar de encuentro con la gracia y en escuela de santidad.
La Iglesia necesita sacerdotes libres, capaces de amar con un corazón indiviso. Por ello, el combate contra estas esclavitudes no es opcional: es un paso necesario en el camino hacia el sacerdocio. Autor: Peregrino