Desterrar de nuestros ambientes
LA SIMULACIÓN Y EL ENCUBRIMIENTO
Un paso necesario para purificar la Iglesia y mirar con confianza hacia el futuro.
Por el P. Flaviano Amatulli Valente, fmap
Todos buenos católicos
¿En qué consiste la simulación? En suponer que todos sean buenos católicos y por lo tanto merecedores de acercarse a los sacramentos, sin más ni más. Por lo tanto, se administra el bautismo cuando alguien lo pide, sin averiguar las intenciones y la situación concreta de los interesados. Se hacen las preguntas de rito y, al darse las respuestas de rito, se procede con toda tranquilidad. Lo que importa es el rito y no la realidad concreta de cada solicitante. “Para algo va a servir”, se piensa.
Lo mismo por lo que se refiere al matrimonio y todo los demás sacramentos. Se supone que cada uno sepa de qué se trata y esté en grado de recibirlo. Como si se viviera en una sociedad completamente cristiana, en que todos conocieran los contenidos de la fe y éstos se trasmitieran automáticamente de padres a hijos, quedando como propia de los pastores la administración de los sacramentos.
Requisitos mínimos
Claro que a veces se exige algún tipo de preparación. De todos modos, se trata casi siempre de algo puramente formal, como un requisito y nada más, que a veces se reduce a una charla antes de la celebración del sacramento.
Y después viene lo que viene: montón de católicos que fácilmente se cambian de religión, matrimonios que duran poco y pronto se disuelven con serias consecuencias para ulteriores uniones, etc.
La gente dice: “Fíjese: fulano se cambió de religión, siendo bautizado, confirmado y casado por la Iglesia”. Ahora bien, ¿cuál es el problema? Era un católico de nombre y nada más. Su fe estaba hecha de puros ritos, casi siempre entendidos en sentido mágico, y nada más, mientras su mente y su corazón estaban vacíos o llenos de contenidos que no tenían nada que ver con el sacramento en cuestión. Llegó alguien, le habló muy bonito acerca de Dios y su religión y fácilmente se lo llevó.
Un fracaso anunciado
Lo peor del caso es que no se trata de hechos aislados, sino de una costumbre muy arraigada y generalizada entre nosotros. Imagínense ustedes qué pasaría si en una empresa se manejaran las cosas de la misma manera, suponiendo cosas que no existieran en la realidad y procediendo con la misma superficialidad con que procedemos nosotros. Se iría derechito al fracaso. Y es precisamente lo que está pasando con la Iglesia. Se está yendo a pique.
Algunos piensan: “La Iglesia nunca se acabará” y con eso se lavan las manos y siguen adelante, sin mayores preocupaciones, no obstante se den cuenta con toda claridad de que la gran mayoría de sus feligreses desconozca casi por completo las mismas bases de la fe católica y vean con sus propios ojos como aumenta cada día más el número de los que se salen de la Iglesia, precisamente por sentirse vacíos, sumamente inseguros y acomplejados ante los grupos proselitistas, que no dejan de acosarlos día y noche.
Claro que la Iglesia nunca se acabará, pero esto no es el problema. Aquí se trata de ver cuál es nuestro papel específico para que la Iglesia pueda cumplir cabalmente con su misión. En realidad, no es lo mismo llegar al final de la carrera con muchos o pocos elementos, debido precisamente a nuestra manera responsable o irresponsable de llevar las cosas.
Pues bien, ¿queremos poner cada uno de nosotros lo que esté de su parte para empezar a configurar un nuevo rostro de Iglesia, garantizando así el éxito de su misión? No nos queda que empezar a hacer las cosas con sentido de responsabilidad, de acuerdo con la Palabra de Dios y dejando a un lado costumbres o ideas que no tienen nada que ver con el auténtico sentir del Evangelio.
Cambio de lugar
Con la simulación va el encubrimiento. ¿En qué consiste? En querer tapar las cosas en lugar de corregirlas. ¿Un cura es víctima de una adicción incompatible con el ministerio, causando malestar en la comunidad? En lugar de ver cómo resolver el problema de raíz, se le cambia de lugar. Y sigue con lo mismo, expandiendo la mancha.
Lo mismo cuando se trata de algún otro agente de pastoral, que, con su mal testimonio, está perjudicando seriamente a la comunidad cristiana. En lugar de intervenir y hacer todo lo posible por resolver el problema, se prefiere hacerse de la vista gorda, especialmente si se trata de “amigos” o “gente influyente”. No se quieren problemas. Y así las cosas empeoran siempre más.
Demanda y oferta
Alguien podría preguntarse por qué razón no se toma de una vez la decisión de hacer las cosas como se debe. La respuesta podría ser la siguiente: “Somos tan pocos los trabajadores de la viña que no nos conviene ser demasiado quisquillosos. Mejor contar con un mal pastor o un mal agente de pastoral que quedarse sin nada. Ni modo. Así están las cosas. Hay que aguantarse”.
Pues bien, si este es el problema, alguien podría seguir preguntando, ¿por qué entonces no se hace todo lo posible por aumentar el número y la calidad de los trabajadores de la viña, sean clérigos o laicos? ¿Por qué no se impulsan con decisión los ministerios laicales y el diaconado permanente? Haciendo esto, sin duda se podría garantizar un mejor servicio al pueblo de Dios y al mismo tiempo se tendría más posibilidad de intervenir en el momento oportuno, sin el apuro de la escasez de personal. ¿Por qué hay tanta resistencia con relación a preparar y lanzar a más trabajadores de la viña? ¿A qué se debe una actitud tan perjudicial en orden al cuidado de la comunidad?”
Respuesta: “Al miedo de ver disminuir las propias entradas económicas”. Se piensa: “Éste es el pastel. Más son los invitados y menos me toca. Mejor me quedo solo y me lo como todo”. No se cae en la cuenta de que cuanto más mejora la atención pastoral de la gente, contando con personal más numeroso, calificado y eficiente, tanto más aumentarán las entradas económicas, permitiendo a todos lo necesario para seguir adelante. En realidad, nunca el pueblo católico dejará de apoyar a un ministro entregado a su servicio. Lo que el pueblo nunca podrá aceptar es la ambición y la voracidad de parte de algunos pastores, que han hecho del ministerio un pretexto para fines totalmente ajenos a su vocación original, que es el servicio.
Al mismo tiempo esto podría consentir a las autoridades competentes una mayor amplitud de movimiento, sin dejarse presionar por la ley de la demanda y la oferta, que muchas veces impide ver las cosas con claridad en orden a tomar las decisiones más pertinentes.
Todos somos Iglesia
Ante este planteamiento, sin duda no faltará alguien que, sintiéndose aludido, protestará: “Aunque todo esto sea cierto, ¿por qué el p. Amatulli no lo dice directamente a nosotros los pastores de almas, sin que se entere todo el pueblo?” Respuesta: “Aparte del hecho que en la práctica los que menos están dispuestos a escuchar este tipo de cuestionamientos son precisamente los clérigos, de todos modos no hay que olvidar que todos somos Iglesia. Por lo tanto, todos tenemos derecho a estar enterados y reflexionar acerca de la situación real en que se encuentra la Iglesia. Solamente así será posible un mayor compromiso de parte de todos”.
¿O acaso el papel de los laicos tiene que limitarse exclusivamente a proporcionar a los pastores los recursos económicos necesarios para el culto, quedándose al margen de todo lo demás? Como si se tratara de simples burros para la carga, dejando a los amos que hagan lo que quieran.
Como dice un refrán popular: “Todos hijos o todos entenados”. Si todos somos Iglesia, todos tenemos que estar enterados de lo que realmente está pasando dentro de ella, bueno y malo, y velar para que se hagan bien las cosas, aportando cada quien lo que le corresponde.
Purificar la Iglesia
Por lo que entiendo, representa la preocupación principal del actual pontificado, con la cual me siento plenamente identificado. Mientras su predecesor de santa memoria, el Papa Juan Pablo II, se preocupó esencialmente por purificar la memoria histórica de la Iglesia, Benedicto XVI se fue más a fondo, preocupándose por purificar a la Iglesia en carne y hueso, así como es actualmente, sin miramiento alguno, inspirado únicamente en los dictados del Evangelio y superando la tentación del discurso “políticamente correcto”.
Estoy convencido de que el asunto de los curas pederastas es solamente el inicio. Pronto vendrá el problema de la homosexualidad y el concubinato dentro del clero. Aunque se trate de casos muy aislados, de todos modos no dejan de sembrar la confusión y la desconfianza entre todos y de una manera especial entre los más “débiles en la fe”.
Primero la cabeza y después todo el cuerpo eclesial. Poco a poco se llegará a poner un alto a la administración indiscriminada de los sacramentos, cuidando de no dar las perlas a los cochinos y dando a cada sacramento el valor que le corresponde. Será la base para pensar en un nuevo tipo de catolicismo, interiormente fortalecido, decidido y en grado de llevar adelante la misión que Cristo le encomendó de ir y anunciar el Evangelio a toda creatura (Mt 28, 18-20; Mc 16, 15).
Además, solamente haciendo esto, es decir poniendo primero en orden las cosas en la propia casa, será posible dirigir la mirada hacia la casa del vecino y atreverse a sugerirle los ajustes necesarios para una mejor vivencia de la fe y una vida más digna, a la luz de la Palabra de Dios.
O todo se vuelve en un discurso estéril, puramente académico, como ha sucedido y aún sigue sucediendo en muchos casos. Como dice el refrán: “Las palabras convencen, pero el testimonio arrastra”.
Ahora bien, me pregunto, ¿es necesario esperar que todo venga desde arriba? ¿Acaso nosotros mismos no nos damos cuenta de que, en nuestros ambientes, hay muchas cosas que andan mal y necesitan urgentemente ser enderezadas? ¿Qué estamos esperando, entonces, para decidirnos a poner mano al arado, empezando por nosotros mismos y todo lo que nos rodea?
Como es fácil notar, una enorme tarea nos espera a todos. Como dice el refrán: “El que tenga más saliva, que trague más pinole”.
desde hace 20 años he simpatizado con este movimiento llevado a campeche por el sacerdote salvador velez
Exelente tema. Hace 19 anos he estado mirando las deficiencias de nuestra Iglesia pero casi siempre estuve con las manos cruzadas> Final mente decidi hacer algo al respecto y comence a tomar cursos de formacion por nuestra diocesis y servire en el area de catequesis para adultos para poner mi granito de arena.
Jose Aguilera.
Estados Unidos.
Excelente, estoy convencido de que el problema de que nosotros estemos mal instruidos en la Iglesia es que los clérigos no hacen bien su trabajo y solo quieren estafar al pueblo y eso viene desde altos puestos.
20 años estuve en iglesias evangelicas.desde que Jesus me sano de cancer,por 3 meses de vida que me dio el doctor.era tanto mi deseo y agradecimiento a Jesus,hablaba de el y queria hacer tantas cosas.pero no las escuche en la catolica ,por eso nos apartamos,si antes hubieran enseñado a leer la biblia y a evangelizar,no se irian a las protestantes.regrese a la catolica por testimonios de ex pastores,mi apostolado es predicar a los evangelicos a que regresen a casa la iglesia catolica,a amar a la virgen Maria,confesarse y tomar el cuerpo y la sangre de JESUS.
EX PASTORA MARYSOL MARES.FELIZ DE REGRESAR A CASA