¿Cuánto tiempo tenemos que esperar aún para escuchar a los responsables
pedir perdón a Dios por haber descuidado al rebaño?


Los "fuertes en la fe" se olvidaron de los "débiles en la fe". Y las consecuencias están a la vista. Ni modo. La ideología pudo más que el amor al rebaño y la obediencia al mandato de Cristo: "Vayan y anuncien el Evangelio".

Con el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) un aire nuevo penetró en toda la Iglesia, creando un nuevo estilo de vida cristiana y abriendo nuevas perspectivas para la evangelización. Pero al mismo tiempo no se fue suficientemente cuidadosos en definir algunas opciones, por lo cual en algunos aspectos el aire nuevo se transformó en huracán, que sembró a su paso destrucción y muerte. Veamos.

1. Concilio Ecuménico Vaticano II

Ya existían las sectas, especialmente en el continente americano, pero nunca se mencionaron. Se centró toda la atención en el ecumenismo, sea en el decreto "Unitatis Redintegratio" (restablecimiento de la unidad), reservado a este tema, que en los demás documentos. ¿Por qué? Un error histórico de enormes consecuencias. Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

2. Euforia Ecuménica

En el post-concilio, se soñó con la unidad a la vuelta de la esquina. Por lo tanto, se apostó todo por el ecumenismo, eliminando en la práctica la apologética, vista como un obstáculo para crear las condiciones propicias para reestablecer la unidad entre todos los cristianos.

Consecuencias: No se logró la unidad esperada, mientras innumerables comunidades católicas, dejadas sin apoyo frente al embate de las sectas, se derrumbaron. Malos jugadores que no supieron variar sus apuestas. Error histórico. Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

3. Euforia liberacionista

Se optó por los pobres y su liberación económica y política, descuidando el aspecto espiritual. Consecuencias: Incertidumbre, nerviosismo, luchas armadas, muertes y vacío espiritual.
Entonces, los pobres optaron por las sectas, especialmente las de corte pentecostal, en busca de un poco de seguridad, paz y consuelo. Visión equivocada de la realidad. Error histórico. Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

4. Diálogo interreligioso

La euforia ecuménica desbordó en el diálogo interreligioso, que en la práctica se concretizó en una aceptación acrítica de supuestos valores presentes en otras experiencias religiosas, especialmente de tipo oriental, dando origen a formas híbridas de espiritualidad.

El caso de Anthony de Mello es muy significativo al respecto y representa la punta de un iceberg, que amenaza perjudicar esencialmente la integridad y pureza de la fe católica. El éxito, que este tipo de literatura ha tenido y sigue teniendo en muchos ambientes católicos, incluyendo el clero y la vida consagrada es una señal de cuán lejos se ha llegado en este camino de confusión y sincretismo religioso.

No faltan lugares en que se enseña el yoga en los colegios católicos y otros ambientes ligados a la Iglesia, como si se tratara de simples técnicas de relajamiento y no entrañara ningún peligro para la fe.

Poco cuidado de parte de los responsables en cumplir con su misión de hacer todo lo posible para que se preserve la sana doctrina (Tito 1,13), dejando al católico indefenso frente a las propuestas de las sectas, especialmente de corte nuevaeriano. Pecado de omisión. Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

5. Semina Verbi

Desde el Concilio, especialmente en la pastoral indígena y el diálogo interreligioso, se puso el acento sobre la importancia de las "semina Verbi" o semillas del Verbo, presente en todas las culturas, dejando en la sombra el papel del Verbo encarnado y su Iglesia en orden a la salvación.
Desequilibrio doctrinal. Desobediencia al mandato de Cristo de "Ir y predicar el Evangelio a toda creatura" (Mc 16,15), dejando al católico débil frente a las nuevas propuestas religiosas.

Estando así las cosas, para muchos indígenas fue fácil acudir a las sectas en busca de la luz del Evangelio, que le negó su Iglesia con el pretexto de las semillas del Verbo. Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

6. Reino de Dios

Se sobrevaluó el papel del Reino de Dios con relación a la Iglesia, vista a veces en contraposición o como obstáculo para el establecimiento del Reino.
Al momento de la prueba, muchos optaron por dejar la Iglesia para sentirse más libres en su opción política, con actitudes a veces totalmente contrarias a los valores del Reino (violencia, manipulación, coqueteo con el marxismo, etc.). Falta del sentido de responsabilidad de parte de ciertos teólogos pertenecientes de un manera especial a la teología de la liberación. Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

7. Actitud desviante y manipuladora con relación al fenómeno de las sectas

Arrastrados por la euforia ecuménica y llevados por el prurito de novedades, se manipuló el asunto de las sectas, como si se tratara de un problema de terminología: Si conviene hablar de sectas, cultos, nuevos movimientos o grupos religiosos, iglesias libres, grupos sectarios, etc.

No entendieron, o no quisieron entender, que no se trata de un problema de terminología, sino de cómo enfrentar el fenómeno del proselitismo religioso. En realidad, al católico no le interesa saber qué es una secta, sino cómo defenderse de los que atacan su fe, pertenezcan a una secta, una iglesia libre o un nuevo movimiento religioso.

Otro enredo. De una forma arbitraria, se limitó el concepto de secta a los grupos satánicos, los que, aparte de la Biblia, admiten otros libros inspirados (ejemplo: los mormones), los que no admiten la Trinidad (ejemplo: los testigos de Jehová) y los que no cuentan con un bautismo válido, muchas veces por no usar la fórmula trinitaria (ejemplo: La Luz del mundo). Y todo esto con el afán de excluir de la categoría de secta a los pentecostales, o en general a los neoevangélicos, tratando así de atraerlos al área "ecuménica". Para hacer más efectivo este propósito, se favoreció el coqueteo entre el pentecostalismo protestante y el Movimiento de Renovación en el Espíritu, debilitando siempre más las defensas en el pueblo católico. No faltaron predicadores católicos de renombre (ejemplo: el P. Cantalamesa) que en alguna participación en congresos del Movimiento de Renovación en el Espíritu se hacía acompañar por algún pastor pentecostal.

Ingenuidad. Falta de realismo. Bendición incondicional. Mientras los pentecostales siguen en su afán proselitista (el 50 – 70% de los católicos que abandonan la Iglesia pertenecen a la Iglesia pentecostal y afines, por ejemplo, los cristianos), nosotros los entregamos en una bandeja de plata a nuestros hermanos católicos indefensos para que hagan de ellos lo que quieran

Y allá están las consecuencias: confusión doctrinal, inseguridad, hasta en muchos ambientes católicos supuestamente preparados (seminarios, vida religiosa y laicado comprometido); innumerables comunidades católicas desaparecidas por la acción destructiva de los grupos proselitistas, a cualquier línea pertenezcan; surgimiento de nuevas sectas, a veces, salidos del Movimiento de Renovación en el Espíritu, etc. Es que no se puede forzar y encasillar la realidad a su propio antojo. Hay que hacer todo el esfuerzo posible para conocer la realidad así como es y tratar de interpretarla con toda la honestidad posible, sin ningún deseo de manipulación. De otra manera, ésta se rebela y todo se disuelve como una burbuja de jabón. Falta de honestidad intelectual, teológica y pastoral.

Nos preguntamos: ¿Cómo fue posible todo esto? Poniendo el asunto del proselitismo sectario en las manos de los encargados del ecumenismo, salvo contadas excepciones. Error histórico. Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

8. Primacía de los valores culturales, políticos y económicos

Cierta infiltración del espíritu mundano dentro de la Iglesia, privilegiando los valores de la cultura, la economía y la política con relación a los valores espirituales. Cierto decaimiento del espíritu misionero, visto a veces como fanatismo religioso. Poco compromiso evangelizador y mal manejo de la misma evangelización, basada más en motivaciones humanas que en el apego incondicional a la Palabra de Dios.

Consecuencias: Comunidades católicas débiles, inseguras y apáticas frente a comunidades no – católicas seguras, fervorosas, desafiantes y conquistadoras. Complejo de inferioridad de parte de los católicos y poca capacidad de resistencia frente a los cuestionamientos y ataques que vienen del exterior. Colapso. Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

Reacciones al documento "Dominus Iesus"

Como prueba de la verdad de todo esto, es suficiente recordar las reacciones al documento "Dominus Iesus".

En el fondo, ¿qué presenta el documento "Dominus Iesus"? La doctrina tradicional acerca de la salvación en Cristo y su Iglesia, que esencialmente es la Iglesia Católica. ¿Por qué, entonces, tanto ruido en contra de dicho documento? Porque muchos ya se habían ido con la finta, pensando que en el fondo todo es lo mismo: Cristo o Buda, la Iglesia Católica o cualquier otro grupo religioso, cristiano o no. Se empezó utilizando palabras y conceptos indefinidos para no ofender (lenguaje políticamente correcto) y se llegó a tomar todo esto como verdad de fe en contraposición a la antigua postura, considerada como atrasada.

¡Imagínense si con estas ideas les iba a interesar realmente apoyar al católico frente a la embestida de las sectas! Mea culpa: Perdón, Señor, perdón.

Conclusión: Nunca es demasiado tarde

Estando así las cosas, ¿qué estamos esperando para dar un viraje significativo en nuestra actitud ante el fenómeno del proselitismo religioso, que tanto daño nos está causando? ¿Qué estamos esperando para implantar en todos los centros de formación (seminarios, institutos teológicos para laicos o religiosas, etc.) una cátedra de Apologética, como hay una de Ecumenismo? ¿Qué estamos esperando para establecer en alguna parte del mundo (lo ideal sería en Estados Unidos, donde está la mera mata de las sectas, la Nueva Era y en general de todo tipo de innovación religiosa o cultural) una facultad teológica dedicada a la Apologética? Y a nivel parroquial, ¿qué estamos esperando para implantar en todas partes el ministerio de la promoción y defensa de la fe, abocado a fortalecer la fe de los católicos frente al embate de las sectas?

Nunca es demasiado tarde. Más pronto nos movemos y menor será el daño que nos pueden causar. Y no olvidemos que hasta podemos revertir la situación, logrando que muchos hermanos confundidos y arrastrados por las sectas, puedan recapacitar y regresar a la Iglesia Católica, lo que está ya sucediendo donde se está trabajando seriamente. ¡Hasta comunidades enteras han regresado a la Iglesia Católica! Adelante, pues, con ánimo y valor. Es lo que el pueblo está esperando de nosotros. No lo defraudemos.