Por el padre Jorge Luis Zarazúa Campa, fmap
Uno de los temas que frecuentemente surge en el diálogo entre católicos y cristianos de otras denominaciones es la práctica de llamar «padre» a los sacerdotes católicos, Obispos y presbíteros. Algunos cuestionan esta costumbre citando el pasaje de Mateo 23,9, donde Jesús dice:
No llamen “padre” a nadie en la tierra, porque ustedes tienen un solo Padre, el que está en el Cielo (Mt 23,9).
Sin embargo, una lectura más profunda y contextual de las Sagradas Escrituras, unida a la rica tradición de la Iglesia, nos ofrece una comprensión más clara de esta práctica.
Contextualizando el pasaje bíblico
Cuando Jesús dice «no llamen “padre” a nadie en la tierra», no está prohibiendo el uso del término «padre» en un sentido absoluto. Si así fuera, tendríamos que evitar usar la palabra «padre» para referirnos a nuestros propios padres biológicos, algo que claramente no es el sentido de las Sagradas Escrituras.
Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre, y además: El que maldice a su padre y a su madre será condenado a muerte (Mc 7,10).
Ya conoces los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no digas cosas falsas de tu hermano, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre.» (Mc 10,19).
También la Biblia misma utiliza el término «padre» en varios contextos positivos. Por ejemplo, San Pablo se refiere a sí mismo como «padre» en un sentido espiritual cuando escribe a los Corintios:
No les escribo estas cosas para avergonzarlos, sino para reprenderlos como a hijos muy queridos.
Porque, aunque tengan diez mil preceptores en Cristo, no tienen muchos padres: soy yo el que los ha engendrado en Cristo Jesús, mediante la predicación de la Buena Noticia (1 Cor 4,14-15).
Además, en el Antiguo Testamento, la figura del sacerdote está estrechamente vinculada a la paternidad espiritual. Un ejemplo se encuentra en Jueces 17,10, donde Micá le dice a un levita:
Micá le dijo: «Quédate conmigo, serás para mí un padre y un sacerdote». Te daré diez monedas de plata al año y además alojamiento y comida».
Aquí, el término «padre» se utiliza para describir la relación espiritual y de guía que el sacerdote debe tener con el pueblo de Dios. Este uso muestra que la idea de paternidad espiritual y sacerdotal está profundamente arraigada en la tradición bíblica.
Jesús, en Mateo 23,9, está advirtiendo contra la actitud de aquellos que buscan honores y títulos por orgullo o vanagloria, sin reconocer que toda autoridad y paternidad auténtica proviene de Dios. Por lo tanto, la práctica católica de llamar «padre» al sacerdote no contradice las palabras de Jesús, sino que las contextualiza dentro del marco de una relación espiritual basada en la humildad y el servicio.
La paternidad espiritual del sacerdote
La figura del sacerdote como «padre» nos invita a entrar en el misterio de la paternidad espiritual. El sacerdote, en virtud de su ordenación ministerial, participa de manera única en el sacerdocio de Cristo, quien es el único Mediador entre Dios y los hombres (1 Timoteo 2,5). A través de su ministerio, el sacerdote engendra a los fieles en la vida espiritual, particularmente por medio de los sacramentos. En este sentido, es verdaderamente un «padre» para los fieles, guiándolos, protegiéndolos y nutriéndolos en la fe.
Este concepto de paternidad espiritual tiene sus raíces en la tradición apostólica. Los primeros cristianos reconocieron en los Apóstoles y sus colaboradores una autoridad paterna que reflejaba la paternidad de Dios. Los obispos, sucesores de los apóstoles, eran considerados padres de la comunidad, y esta paternidad se extendió naturalmente a los presbíteros (sacerdotes), quienes compartían en la misión de cuidar del rebaño de Cristo. Los católicos llamamos a nuestro Obispo “padre y pastor”.
La paternidad en la comunidad de fe
Llamar «padre» a un sacerdote no es solo una cuestión de título, sino que expresa una relación profunda de respeto, amor y confianza. En la Iglesia, los sacerdotes están llamados a ser padres espirituales, modelando su vida según el amor y la dedicación de Cristo hacia su Iglesia. Este título, por lo tanto, no debe verse como una exaltación personal, sino como una llamada al servicio humilde y sacrificial.
La paternidad espiritual también nos recuerda que la Iglesia es una familia. En esta familia, los sacerdotes tienen un papel especial de guiar y formar a los fieles en el camino de la santidad. Así como un padre en una familia natural enseña, corrige y apoya a sus hijos, el sacerdote hace lo mismo en la familia de la fe, ayudando a los fieles a crecer en su relación con Dios.
Conclusión: Padre: un término que refleja una realidad espiritual
Llamar «padre» a un sacerdote es una práctica que tiene profundas raíces bíblicas y teológicas. No se trata simplemente de una tradición o costumbre, sino de un reconocimiento de la realidad espiritual de la paternidad que los sacerdotes ejercen en la Iglesia. Al entender esta práctica desde una perspectiva bíblica y espiritual, podemos ver que lejos de contradecir las Escrituras, esta tradición refleja y profundiza la relación única que los fieles tienen con sus pastores en el marco de la familia de Dios.
En conclusión, la práctica de llamar «padre» al sacerdote no solo está enraizada en la Escritura y en la tradición, sino que también nos invita a reflexionar sobre el misterio de la paternidad espiritual y el papel que los sacerdotes juegan en la vida de la Iglesia.
Oración
Señor Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote, te damos gracias por el don de la paternidad espiritual que has conferido a nuestros sacerdotes. Te pedimos que, iluminados por Tu ejemplo de amor y servicio, vivan su ministerio con humildad y generosidad, siendo verdaderos padres para la comunidad que les has confiado.
Fortalece sus corazones con Tu gracia, para que siempre guíen a los fieles hacia Ti, nutriéndolos con Tu Palabra y los sacramentos. Que su vida sea un reflejo de Tu misericordia, y que, en su entrega diaria, encuentren la alegría de servirte a Ti en sus hermanos.
Te rogamos que cada sacerdote sea un signo vivo de Tu presencia en el mundo, llevando a todos los que se les acercan al conocimiento y amor de Tu Iglesia. Concede a nuestros sacerdotes la fortaleza necesaria para enfrentar las dificultades y tentaciones, y la sabiduría para guiar a Tu pueblo con verdad y caridad.
Te lo pedimos por intercesión de María, Madre de la Iglesia, que acompañe y proteja a todos nuestros sacerdotes con su amor maternal. Amén.
Muchas gracias por esta explicación, estás palabras nutren nuestras mentes y fortalecen nuestra fe. En la iglesia verdadera de Jesucristo.