“Tiren del hilo…”: la exigencia de transparencia como camino de sanación

Por el padre Jorge Luis Zarazúa Campa, FMAP
jorgeluiszarazua@hotmail.com

Cuando estalla un escándalo eclesial —sea de abusos, doble vida, abusos de poder o encubrimientos— muchas voces se alzan con indignación: “¡Que caiga quien tenga que caer!”. Pero esa frase, poderosa como consigna moral, debe acompañarse de una reflexión profunda: ¿se “ha tirado del hilo”? ¿Hemos escarbado en las raíces del mal —y no sólo reaccionado a las consecuencias?

Francisco Javier Bronchalo, en su breve pero incisivo artículo de opinión “Tiren del hilo y que caiga quien tenga que caer”, denuncia un fenómeno doloroso: la existencia de sacerdotes con doble vida, atrapados en dinámicas narcisistas, con comportamientos que se ocultan tras un velo institucional y una red de silencio cómplice.

Él advierte que no se trata de casos aislados, sino de un patrón persistente que necesita salir a la luz.  

Señales previas que no deben ignorarse

Bronchalo hace una pregunta que interpela: ¿por qué tantos fieles habían advertido conductas extrañas antes de que estallara el escándalo, y no fueron escuchados?  

Esto nos confronta con nuestra responsabilidad de iglesia local: ¿tenemos canales verdaderamente seguros para denunciar? ¿Se atiende con credibilidad esa voz menor, esa advertencia temprana, o se soslaya por temor, desconcierto o complicidad?

El autor señala que el narcisismo y la atracción homosexual no integrada pueden combinarse para engendrar una “doble vida” que termina siendo bomba de relojería.  

Reconoce también que no basta colocar el foco sobre el celibato como si fuera el único origen, sino que hay que mirar la formación humana, las estructuras de poder, la falta de supervisión, la ausencia de frenos interiorizados.

La dimensión teológica: integridad del ministerio y transparencia

Desde la perspectiva teológica, cualquier autoridad que se sostiene sobre la sombra del engaño socava la credibilidad del Evangelio. En 1 Corintios 4, san Pablo dice que los apóstoles “han sido hechos espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres”. No podemos permitir que el espectáculo sea de escándalo.

El ministerio sacerdotal requiere coherencia: que el corazón no esté fragmentado, que la persona no viva una dicotomía. San Juan Pablo II habló de la necesidad de “corazón puro” para el servicio sacramental. Si hay corrupción interior o división en el alma, el anuncio queda herido.

Además, en la tradición cristiana, la transparencia no es un ideal moderno ajeno a la fe: es fruto del examen de conciencia, de la confesión auténtica, del reconocimiento del pecado propio delante del Pueblo y de Dios. La conversión es pública porque la comunidad sufre las consecuencias del pecado oculto.

Dimensión pastoral: acompañar a las víctimas, cuidar al rebaño

No basta extraer a los culpables; hay que sanar las heridas de las víctimas, reconstruir la confianza y acompañar la restauración comunitaria. Un escándalo deja cicatrices profundas en la fe de la gente, y muchos se sienten abandonados, indignados, heridos.

La comunidad debe poder levantar la voz, ser escuchada y no estigmatizada. Los procesos deben ser justos, rigurosos, transparentes. Y los sacerdotes que sí viven con coherencia merecen que no se les arrastre en la desconfianza colectiva.

Es urgente reforzar mecanismos locales de denuncia, supervisión espiritual, acompañamiento psicológico y eclesiástico, formación continua en madurez afectiva y responsabilidad moral. También, un acompañamiento fraterno entre sacerdotes para romper la soledad, esa que tanto alimenta las tentaciones.

“Tirar del hilo”: un gesto de justicia, no de venganza

Cuando Bronchalo invita a “tirar del hilo”, no llama a la cacería indiscriminada, sino a la valentía de escudriñar los signos ocultos, de dar crédito a las voces que alertan, de no permitir que los pecados ocultos crezcan sin freno.  

Debe hacerse con prudencia, respeto al debido proceso y al derecho canónico, pero sin que esos procedimientos se conviertan en tapadera. Porque la verdad duele, pero el engaño prolongado destruye.

Para una Iglesia que no teme el sol de la honestidad

Este es un tiempo que exige conversión institucional. No basta prometer más transparencia: se necesita que los procesos sean visibles, que los protocolos funcionen, que las denuncias se investiguen con rigor y que los inocentes no carguen con culpas ajenas.

Como decía san Ignacio de Loyola: “Que se vea la cabeza si es buena, y si es mala, que se corte” —no como expresión violenta, sino simbólica del discernimiento exigente. La Iglesia sana será la que no teme la luz, la que abraza la rendición de cuentas, la que reconoce sus rostros rotos y los espera para la curación.

La invitación final del autor es clara: que caiga quien tenga que caer, pero no como acto de ajuste de cuentas, sino como gesto de restauración comunitaria, de justicia redentora. Que el hilo de la verdad se tire, aunque duela; que la confesión institucional no sea un acto aislado, sino un camino de conversión y comunión. https://www.religionenlibertad.com/blogs/francisco-javier-bronchalo/250926/tiren-hilo-caiga-tenga-caer_114182.html

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