“Un ministerio necesario y delicado”: Reflexiones ante el llamado a los exorcistas realizado por el Papa León XIV

El reciente mensaje del Papa León XIV, dirigido a los sacerdotes que sirven como exorcistas, ofrece una luz valiosa para reconsiderar un ministerio que muchos miran con curiosidad, temor o incomprensión. En ese texto —leído durante la XV Conferencia de la Asociación Internacional de Exorcistas en Sacrofano— el Pontífice afirma que el ministerio del exorcista es “delicado” pero “más necesario que nunca”, y que debe vivirse como un ministerio de liberación y de consuelo. 

Más allá del protocolo eclesial, este llamamiento del Papa nos abre caminos de reflexión pastoral profunda: ¿qué nos enseña este reconocimiento sobre la batalla espiritual, el acompañamiento humano y la misión de la Iglesia hoy?

1. El mal existe y duele: no podemos ignorarlo

Una primera enseñanza —que muchos quisieran minimizar en el mundo moderno— es esta: el mal no es una metáfora, ni un mero símbolo psicológico. Cuando el Papa habla de fieles “verdaderamente poseídos por el maligno”, no alude a una ficción, sino a una realidad dolorosa que algunos experimentan, y que exige una respuesta espiritual seria. 

Negar el mal, encubrirlo o hacerlo simbólico excesivamente puede llevar a la tibieza espiritual: si no creo que Satanás actúa hoy, difícilmente pediré auxilio ni reconoceré la urgencia de rezar por liberación. Por eso, la Iglesia no puede eludir este territorio sin vulnerar su misión de “mediadora de lo invisible”.

Pero esa afirmación del mal no es pesimismo fácil: es también un reconocimiento de que la victoria ha sido ya conquistada por Cristo, y que la Iglesia participa de esa victoria por el poder del Espíritu Santo.

2. Exorcista: alguien que acompaña

El Papa insiste en que el ministerio del exorcista no debe vivirse como un espectáculo dramático, sino como acompañamiento, consuelo y liberación. 

Esto implica varias actitudes humanas y espirituales que también tienen lección para toda la comunidad creyente:

            •          Humildad: no como alguien que posee poderes mágicos, sino como instrumento llamado a servir.

            •          Discreción: el ministerio debe ejercerse con prudencia, en el sigilo que respete la dignidad de las personas.

            •          Sensibilidad y caridad: muchas veces quien experimenta opresión espiritual sufre también heridas psicológicas profundas; el exorcista debe saber escuchar, acompañar, derivar cuando sea necesario a especialistas.

            •          Oración constante: este ministerio no puede entenderse sin una vida profunda de intimidad con Dios, de oración y de recurre diario al poder del Espíritu.

Cuando el exorcista actúa de ese modo, se convierte en un símbolo visible de la cercanía de Dios con los que sufren: no los deja solos frente a fuerzas que los superan, sino que “toma partido” por ellos.

3. Sacramentos, sacramentalidad y demarcaciones cuidadosas

El Papa subraya que el exorcismo se realiza por medio del sacramental del exorcismo, invocando la presencia eficaz de Cristo para conceder victoria sobre Satanás.   Ese detalle nos invita a recordar dos dimensiones esenciales:

            •          El principio sacramental: aunque el exorcismo no es un sacramento “mayor” como la Eucaristía o la Reconciliación, sí pertenece al patrimonio sacramental de la Iglesia. Opera por la acción de Cristo y en comunión con la Iglesia.

            •          Los límites pastorales: no todo mal se trata por exorcismo; muchos casos requieren discernimiento bíblico, espiritual, terapéutico o psicológico. La Iglesia distingue entre presencias espirituales malignas directas y otros males de origen humano, emocional o cultural.

Este equilibrio es delicado. Por un lado, evitar la exageración supersticiosa o teatralización del mal; por otro, salvaguardar que el ministerio exista para los casos verdaderamente requeridos.

4. La Iglesia, hospital de campaña

El Papa denomina al ministerio del exorcista un signo concreto del amor de la Iglesia por los que sufren.   Ese enunciado pastoral me inspira a pensar en cómo toda comunidad puede “hacer visible” esa cercanía espiritual:

            •          No relegando el tema del mal a la periferia de la fe, sino abordándolo con sano realismo.

            •          Educando a los fieles para que conozcan la realidad espiritual: discernimiento entre lo sobrenatural, lo psicológico, lo cultural.

            •          Fomentando espacios de oración pública y privada, vigilias, bendiciones y acompañamientos.

            •          Asegurando que los que sufren no sean marginados ni vistos como “casos raros”, sino integrados en la comunidad con misericordia.

Cuando en una parroquia hay quien experimenta opresión espiritual, esas comunidades pueden ser “casa segura”, no zonas de estigma.

5. Evangelio, cruz y liberación

Este ministerio nos señala una verdad teológica potente: la cruz de Cristo no sólo remite al perdón de los pecados, sino a la liberación de las ataduras del mal. En Colosenses 2,15 leemos que Cristo “despojó a los principados y potestades, los exhibió públicamente y los triunfó en sí mismo”. Esa victoria no es pedida para un pasado remoto: la padecemos y celebramos hoy.

Por eso el exorcismo no es un “experimento esotérico”, sino un ejercicio de la victoria pascual en medio del mundo. Jesús no prometió que sus seguidores estarían exentos del mal, pero sí que Él caminaría con ellos, daría poder y abriría puertas de liberación.

Conclusión: un llamado a la valentía evangélica

El mensaje del Papa León XIV a los exorcistas nos invita a revalorizar un ministerio que toca lo más íntimo del sufrimiento humano. Nos llama a:

            •          Reconciliarnos con la realidad espiritual del mal, sin temor ni sensacionalismo.

            •          Acompañar con misericordia y competencia a quienes sufren opresión espiritual.

            •          Mantener, en comunidad y sacerdotes, una vida rica en oración, discernimiento y formación.

            •          Que la Iglesia no se retraiga, sino que sea ese “hombre con heridas”, cercano, consciente del poder liberador de Cristo.

En un mundo saturado de “magias” pasajeras y farsas de poder, el ministerio del exorcista y su acompañamiento devuelven a la Iglesia un rostro: el rostro de Cristo presente entre los que padecen, que no abandona —sino que rescata. https://www.vaticannews.va/es/papa/news/2025-09/leon-xiv-a-los-exorcistas-el-vuestro-es-un-ministerio-necesario.html

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