Ya basta de descansar en el Espíritu

Es tiempo de

DESPERTAR EN EL ESPÍRITU

para enfrentar con éxito los retos que presenta la Nueva Evangelización

 

El Concilio Ecuménico Vaticano II:

Aciertos y desaciertos, luces y sombras

Sin duda, tuvo el grande mérito de reconciliar la Iglesia con su pasado histórico, situarla en el presente y ponerla en condiciones de mirar al futuro con confianza.

Sin embargo, representó un momento en la historia de la Iglesia y nada más. En realidad, con el Concilio Ecuménico Vaticano II (1962-1965) ni empezó ni terminó la historia de la Iglesia. Fue una etapa y nada más o si se quiere, uno de los acontecimientos más importantes de su historia. Con sus aciertos y desaciertos, luces y sombras. Como siempre y como todo.

 

Error de perspectiva y globalización

Según mi opinión, aquí están los límites más grandes del Concilio. Antes que nada en la perspectiva: Se pensaba construir un frente común ante el avance del ateismo. De ahí la urgencia del diálogo ecuménico e interreligioso, que pervadió todas sus labores con relativos documentos y volvió ciegos ante el peligro del proselitismo sectario, que aprovechó la oportunidad para lograr avances insospechables.

De hecho, con el pasar del tiempo, dicha perspectiva se reveló errónea, puesto que, con el fracaso del comunismo y el marxismo, también el ateismo sufrió un enorme revés, dando lugar a un regreso generalizado a lo religioso en todas sus vertientes de supersticiones, esoterismo, magia, astrología, etc., etc.

¿Y qué pasó? Que frente a esta nueva realidad, fascinados por la bondad de la intuición ecuménica, los responsables de la Iglesia no quisieron despertar y se quedaron soñando en una realidad que se volvió pura utopía, al margen del sufrimiento del pueblo, dejado solo a la merced de las más variadas propuestas religiosas.

Y lo peor de todo fue el hecho que se manejó todo esto a nivel global, olvidando aquel principio de «pensar globalmente y actuar localmente». Se prefirió apostar todo por la intuición ecuménica, forzando la realidad. Pero la realidad es lo que es y explotó en las manos, con todas las consecuencias que conocemos.

 

Una tarea inconclusa

Frente a la nueva realidad que fue emergiendo con el correr de los años, el Papa lanzó la idea de la Nueva Evangelización, una idea genial, incluyente más que excluyente, abierta a las más amplias posibilidades de la imaginación creativa para dar origen a un nuevo tipo de creyente en un mundo diferente y sujeto a cambios repentinos.

En esta situación, apelar sencillamente al Concilio, es signo de atraso más que de progreso, de pereza mental más que de apertura y compromiso. Por lo tanto, es tiempo de «despertar en el Espíritu», volverse críticos, creativos y propositivos.

Los acontecimientos nos invitan a matizar posturas teológicas y pastorales, dejando a un lado lugares comunes, que ya no responden a la realidad que estamos viviendo y que ya se volvieron mitos, fósiles, ruinas o puras fantasías, que no van más allá de un simple entretenimiento.