La oración del Señor

Por: Hno. Emmanuelle Cueto Ramos, fmap

LA LITURGIA Y EL CONCILIO VATICANO II

La liturgia se encuentra bañada de elementos visibles que si bien es cierto poco son comprensibles por la mayoría de la gente al no investigar, no dejan de ser un misterio en el sentido de que son fuente de vida eterna. Especialmente en el ámbito de la celebración Eucarística, toda su celebración en conjunto representan un todo indivisible. Los gestos realizados dentro de la Eucaristía juegan un papel más que decorativo, participativo. Lo triste del asunto es que una gran mayoría suele quedarse con el decoro y el adorno, quedándose admirados por la escultura, la arquitectura y lo entretenido que pueda o no ser una Misa.

Con esto no se quiere dar a entender que lo antes mencionado no sea vital para que el feligrés pueda introducirse en el misterio litúrgico, sin embargo no es el todo ni mucho menos lo más importante.

Es así como un celebración solemne no es posee mayor valor sacramental para la persona, que una Misa celebrada de forma “ordinaria” sin incienso o procesión solemne. Con la renovación de la liturgia, traída por el Concilio Vaticano II (1962-1965) la iglesia quiere renovar no sólo su rito, sino su comprensión teológica y todo aquello que consecuentemente se ha realizado en la liturgia cristiana, especialmente en la celebración de los sacramentos. Una constitución Dogmática del Vaticano II sale a relucir como joya, que permite revalorizar nuestra celebración en torno al altar. Tal es el caso de la Constitución Dogmática Sacrosanctum Concilium (sugiero que puedan leer en la brevedad posible)

Dicha constitución dogmática no pretende ser un manual litúrgico, va más allá, sino una renovación y actualización de la celebración del misterio salvífico dado por Cristo, especialmente en los sacramentos. En lo que toca a una parte de la celebración de la Santa Misa, la constitución invita a revalorizar su contenido teológico revelado, dando así algunas directrices importantes como bien lo dice en su introducción:

 “Este sacrosanto Concilio se propone acrecentar día en día entre los fieles la vida cristiana, adaptar mejor a las necesidades de nuestro tiempo las instituciones que están sujetas a cambio, promover todo aquello que pueda contribuir a la unión de cuantos creen en Jesucristo y  fortalecer lo que sirve para invitar a todos los hombres al seno de la Iglesia. Por eso cree que le corresponde de un modo particular proveer a la reforma y al fomento de la Liturgia”. (SC 1)

 Pues bien la acción litúrgica no agota toda la actividad de la Iglesia, pero sí la permea de alimento invitándonos a la fe, como respuesta existencial a la revelación dada por Dios y al paso de la conversión.

 EL PADRENUESTRO EN LA EUCARISTÍA

“La oración del Señor o dominical es, en verdad el resumen de todo el Evangelio” (Tertuliano, De oratione, 1, 6) con estas palabras quiere significarse que en la oración del Señor, encontramos más que simples peticiones, el anhelo eterno del corazón primeramente de Dios y después del hombre. Cuando se dice “venga a nosotros tu Reino” manifiesta el creyente, todo aquello que representa el centro de la predicación de Cristo y la Iglesia.

 Ante esto, surgen muchas comprensiones e interpretaciones de teólogos y el magisterio. En el caso de la liturgia, esta oración por excelencia –que se ha reducido en la praxis a un simple rezo- tiene su expresión en el rito de la comunión. Pues bien, de aquí emana un debate interesante en su praxis dentro de la Eucaristía: ¿Debe rezarse durante la Misa con las manos extendidas o es anti-litúrgico hacerlo?

 Pues bien, comenzaremos diciendo que una acción anti-litúrgica viene siendo toda acción que no va acorde a lo establecido dentro del rito romano (en el caso nuestro de la Iglesia occidental, ya que la iglesia occidental, posee una variedad de ritos válidamente aceptados por la Sede Apostólica) y que se encuentra prescripto por las rúbricas (normas litúrgicas).

Poca gente llega a atender las rúbricas encontradas en los rituales, tanto de los sacramentos de iniciación cristiana como el Misal, libro de oración por excelencia de la Iglesia. Si se atendiera a ellos, habría menos abusos litúrgicos dentro de la celebración de los sacramentos, esto es claro. Pues bien habiendo comprendido de manera somera, el sentido de “acción anti-litúrgica” y “rúbrica” se podrá dar el paso siguiente.

 El Misal Romano, en el caso del tema de este artículo, expresa las acciones y gestos propios tanto del celebrante como de los fieles que presencian, viven y participan del misterio salvífico de la Eucaristía. Sin embargo en el tema de la oración del Padre nuestro hay quienes dicen que NO es correcto que el pueblo eleve las manos al orar el padrenuestro, ya que según ellos, el extender las manos es una acción litúrgica propia del presbítero o diácono. Con esto, no es raro escuchar en parroquias a sacerdotes, ministros extraordinarios de la eucaristía o personas cercanas al ejercicio litúrgico que reprueba tajantemente que el publo eleve las manos juntamente con el celebrante.

 DOS FUENTES FUNDAMETALES DE NORMAS LITÚRGICAS

La pregunta sigue allí: ¿Puede el pueblo elevar las manos al orar el padrenuestro? ¿Es una acción anti-litúrgica hacerlo? Intentaremos responder lo más claro posible, atendiendo a las normas litúrgicas y la praxis pastoral fundamentándonos en la Instrucción General para el uso del Misal Romano (IGMR) que se encuentra en la primera parte de éste, así mismo en la rúbricas que se encuentran a lo largo de todo el Misal (son las letras en color rojo)

 1.- Instrucción General para el uso del Misal Romano (IGMR)

 Rito de comunión

56. Ya que la celebración eucarística es un convite pascual, conviene que, según el encargo del Señor, su Cuerpo y su Sangre sean recibidos como alimento espiritual por los fieles debidamente preparados. 43 A esto tienden la fracción y otros ritos preparatorios, con los que se va llevando a los fieles hasta el momento de la comunión.

 a)    El Padrenuestro: en él se pide el pan cotidiano, que es también para los cristianos como una figura del pan eucarístico, y se implora la purificación de los pecados, de modo que, en realidad se den a los santos las cosas santas”. El sacerdote invita a orar, y los fieles dicen, todos a una con el sacerdote, la oración. El sacerdote sólo añade el embolismo, y el pueblo se une a él para terminarlo con la doxología. El embolismo, que desarrolla la última petición de la oración dominical, pide para toda la comunidad de los fieles la liberación del poder del mal. (IGMR 56,a)

Como bien se puede apreciar, en esta parte de la Instrucción no se dice ni menciona nada sobre el gesto de cómo orar el padrenuestro, es decir, que no se explicita si deba ser con las manos extendidas o no. Por lo tanto, queda hasta el momento excluida la prohibición arbitraria de levantar las manos o extenderlas al orar el padrenuestro. Dicha prohibición no tiene fundamento en la Instrucción General para el uso del Misal Romano.

 Aquí cabe paréntesis explicatorio al respecto: Las llamadas rúbricas y normas litúrgicas no son dogma de fe, es decir que valen para siempre y por lo tanto deben ser acatadas sin variables o cambio alguno. La Iglesia si así lo ve conveniente, puede y debe cambiarlas. Siempre y cuando el motivo sea realmente provechoso para la participación del misterio salvífico.

 Cuando ante esto se dice “La Iglesia si así lo ve conveniente, puede y debe cambiarlas” no se está refiriendo al fuero personal del celebrante, sino a la regulación que tiene que hacer la Congregación para el Culto Divino y la disciplina de los Sacramentos, esto significa que no compete ni al presbítero u obispo de la diócesis, realizar cambios sin previa autorización de dicha congregación, la cual está encargada de velar por la correcta celebración de la Eucaristía. Al menos no, en cuanto al Misal Romano y su rito. Esto no quita la potestad del ordinario (obispo) para hacer algunas excepciones por cuestiones pastorales, al contrario quiere y pretende ser una relación eclesial conjuntamente con la Iglesia universal.

 Luego entonces, las rúbricas vienen siendo las que regulan la correcta y ordenada celebración eucarística y por lo tanto, no deben ser omitidas en su lectura y aplicación. Éstas como ya se mencionó, no son dogma de fe, pueden ser cambiadas y modificadas en orden a una comprensión más cercana al pueblo cristiano, siempre y cuando –como ya se mencionó también- sean aprobadas por las autoridades competentes. Es así como la Iglesia Universal no se ha pronunciado –y dudo que lo haga por el momento- sobre el gesto de levantar las manos al orar el padrenuestro. ¿Por qué? Porque este es un problema que se tiene en américa latina, no en Europa o en toda la Iglesia como tal.

 Poca gente sabe que este gesto de levantar las manos, es propio de la iglesia en américa latina, ya que en Europa no existe este problema, puesto que no es normal que la gente lo haga durante la Misa. Entonces delimitamos el alcance del problema. De hecho tiene su razón de ser el levantar las manos, ya que es un gesto de súplica como lo expresa el salmo 122

2Como están los ojos de los esclavos fijos en las manos de sus señores, como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.

Lo más lógico para nosotros como latinos, es que cuando se pide algo, se extiende la mano, de ahí este gesto dentro de la liturgia.

 2.- Rúbricas presentes en el Rito de la comunidad del Misal Romano.

         En este caso no existe prohibición alguna en las rúbricas presentes en el Misal, específicamente en el Rito de la comunión. Lo único que se dice es: ““Extiende las manos (el sacerdote) y, junto con el pueblo, continúa” no se dice si el pueblo debe o no levantar las manos. Por lo tanto es injustificada a prohibición de hacerlo. Con ello no se quiere decir que es una orden hacerlo, pero tampoco se niega la posibilidad de hacerlo. Por otra parte hay quienes dicen que el levantar las manos es un gesto propio del sacerdote, en cierto sentido sí, pero en el sentido del que se habla no, ya que la Iglesia, repetimos, no se ha pronunciado oficialmente con una norma o regla universal. Hay por lo tanto que distinguir entre normas universales y normas locales. Las dos fuentes importantes en este tema son, como ya se vieron: La Instrucción General para el uso del Misal Romano y las rúbricas presentes en el Misal.

Pudiera parecer un tema de nunca acabar y hasta simplista el hecho de tocarlo. De aquí se desprende otro tema: ¿es conveniente tomarse de las manos al orar el padrenuestro? Pues bien, es cosa de otro tema y otro artículo. Por nuestra parte queda decir que la iglesia no prohíbe rezar el padrenuestro con las manos extendidas o también hacerlo.

CONCLUSIÓN

Es incorrecta la postura de quienes queriendo salvaguardar la liturgia tradicional (que más que  tradicional sería tradicionalista) quieran hacer decir a la Iglesia algo que no ha dicho. Repito, ni la IGMR ni las rúbricas exclusivan este gesto propio de américa latina. Tan es así que hay quienes dicen que es mejor poner las manos juntas o bien extendiendo las manos mostrando las palmas, como es el caso de los que perteneces al “Camino Neocatecumenal (cosa que tampoco manda ni prohíbe ningún documento de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos) o bien rezarlo con las manos a un costado del cuerpo. Es un tema debatible, lo que aquí se presenta, es un intento de explicitación de la doctrina y Tradición de la Iglesia.

La libertad es un preciado don de Dios, al menos en este punto que se ha tratado, el Magisterio (presidido por el Papa) se ha pronunciad. Así mismo, es incorrecto decir que es un gesto anti-litúrgico en el sentido de que rompa con la armonía del rito. La idea de toda esta reflexión es buscar un punto medio, que equilibre las posturas sin ser relativistas.

Finalizamos reafirmando lo que ya se ha dicho en un principio: Un gesto anti-litúrgico es aquel que rompe con la armonía del rito, que no va acorde a lo mandado por la IGMR. La invitación es la siguiente: Hay que leer la Instrucción General para el uso del Misal Romano (IGMR) Esto no significa que si algo no prohíbe dicha instrucción también deba hacerse, se debe obrar con catela y prudencia.

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